Antes de dedicarse a la literatura, el premio Nobel J.M. Coetzee se dedicó en sus primeros años de juventud a la fotografía, como aficionado. Seguramente, de haber seguido ese camino profesional, no habría alcanzado la magnificencia que ha logrado como escritor, pero las fotos de aquellos años de juventud cobran importancia al ser un elemento valioso y contributivo en la formación literaria de Coetzee.

La colección de fotos, descubierta en 2014 en la antigua cada del escritor, ha formado parte de una exposición y de un hermoso libro, 'Retratos de infancia', que publica Random House, con comentarios del propio Coetzee

Las instantáneas fueron tomadas en 1955 y 1956, en Ciudad del Cabo. Coetzee tenía 15 y 16 años. Son fotos de su mundo de entonces: su familia, el colegio, sus amigos, estampas de la ciudad , pero también de trabajadores «de color«, una designación de la era del apartheid para las personas negras.

Hay fotos entrañables, como las que retrata a su madre, Vera, adormecida en un sofá o leyendo con su hermano menor, David. O la de Ros y Freek, dos empleados negros de los Coetzee cuando fueron a ver el mar por primera vez. Impresionan, por su contenido, las fotos que retratan su pequeña biblioteca de entonces. Allí perfectamente alineados en su estante se pueden ver el Leviatán, de Thomas Hobbes, El contrato social, de Rousseau; Critica de la razón pura, de Kant; La ciudad de Dios, de San Agustín, y otras obras señeras de Platón, Marco Aurelio, Pascal, Voltaire o César. También un espacio menor para lo puramente literario como Crimen y castigo, de Tolstoi, Prosa selecta de T.S. Eliot, o Crimen y castigo, de Dostoievski. El libro es una pequeña joya que ilustra como la fotografía fue clave en la formación de un gran escritor.