No todo es malo en eso de trabajar, aunque sigo creyendo que es un castigo demasiado duro -uno está convencido de haber nacido para ser rentista, aunque creerlo no basta-. Pero hay días en los que trabajar solo te da alegrías. La jornada que pasé el pasado jueves con Jaime Chávarri fue una de esas que te reconcilian con la vida -al menos con la vida cultural y la laboral, que ya es mucho-. El director de 'El desencanto' (1976) vino a Málaga a hablar de la familia Panero acompañando a Javier Mendoza, periodista e hijastro de Michi Panero. Vinieron juntos a presentar en la Casa Gerald Brenan en Churriana, un lugar por el que siento un especial cariño, dos libros editados por Mendoza en Bartleby: 'Funerales vikingos. El desconcierto' y 'Papeles de Ibiza 35' -el primero es una recopilación de textos de Michi junto a uno de Javier, mientras que el segundo recopila inéditos de Leopoldo María-. Y si el acto fue fantástico, y pueden preguntarle a una sala llena si desconfían de mi opinión interesada, debo decir que todas las conversaciones previas y posteriores me las quedo como un tesoro cinéfilo -no puedo dar detalles porque fui yo el que dijo muchas maldades en esas charlas y no voy a dejarme a los pies de los caballos sin necesidad alguna-. Este encuentro ha sido una de esas raras ocasiones en las que confirmas todo lo bueno que suponías de alguien, y te es imposible encontrarle un defecto. Sirvan estas palabras como elogio a un buen director de cine, y sí, una gran persona. Para recuperar mi tono protestón voy a leer este fin de semana una novela de Rosa Montero, desafío que me lanzaron en el Club de Lectura en el que participo, y seguro que me confirma todo lo malo que espero -ojalá no, claro-.