Ignacio Arellano Ayuso e Ignacio D. Arellano-Torres están a cargo del nuevo volumen de la colección Letras Hispánicas de Cátedra, 'Comedias burlescas del Siglo de Oro'.

Esta forma teatral se encontraba unida a las fiestas de carnaval y San Juan y se trató de un género marcadamente cortesano, pues el público que las disfrutaban eran el monarca y su corte.

Sin asomo de crítica política, dados los espectadores, la comedia burlesca supone un vuelco de los principios de la sociedad estamentaria, un mundo al revés muy a tono con otras fiestas burlescas de la Edad Media y el Barroco, presentes en toda Europa, en las que el vulgo entronizaba o convertía en dignidades eclesiásticas a personajes del pueblo.

La selección no puede ser más brillante ni divertida. Se trata de cuatro piezas en verso, dos de ellas anónimas: 'La ventura sin buscarla', parodia de una obra de Lope de Vega; 'El comendador de Ocaña', relectura de 'La mujer de Peribañez', basada a su vez en la famosa obra de Lope; 'Céfalo y Pocris', parodia caballeresca de Calderón de la Barca y por último el entremés 'La infanta Palancona', que durante mucho tiempo se atribuyó a Quevedo pero que en realidad fue escrita por el sevillano Félix Persio Bertiso.

Se trata de cuatro comedias ágiles y disparatadas, pobladas por mujeres barbudas, reyes con un gato muerto al cuello (al modo de tosco toisón), comendadores aniñados y desbocados caballeros.

Un potencial cómico que alcanza las cotas más altas de calidad en la obra de Calderón, la única comedia burlesca que se conserva del maestro. Esta selección, con sus bromas escatológicas, situaciones grotescas y disparates argumentales, incluido un muerto que no termina de morir, es un espejo apasionante para contemplar la vida en el Siglo de Oro español, aunque sea frente a un espejo deformado.