John le Carré (1931-2020) era uno de mis escritores predilectos, uno al que siempre volvía y cuyas novedades leía no como pago por las pasadas alegrías de épocas supuestamente mejores, sino movido por la convicción renovada en cada ocasión de que iba a leer un gran libro -'Un hombre decente' (Planeta, 2019) ha acabado siendo una despedida espléndida, una novela mayúscula de acertada crítica al momento político en el Reino Unido-. No es la primera vez que me despido de un autor fundamental en mi vida de lector. Ya me fue difícil asumir que no leería nada nuevo de Francisco Umbral. Y creo que me costará bastante aceptar la pérdida de Le Carré, porque con él se va todo un género: el de las novelas de espías de Le Carré, que no solo son las mejores sino que son inmejorables. «Que se detengan todos los relojes, que callen los teléfonos», por citar a Auden, y que nadie vuelva a escribir una novela de espías. Por suerte, seguro que nadie me hace caso y llegarán nuevas buenas obras al género. Quizá alguna de ellas la escriba Justo Navarro, otro de mis escritores predilectos, y con quien hace poco compartí la tarde de un viernes en la Casa Gerald Brenan durante el II Encuentro Nacional de Traducción Literaria. Fue una tarde agradable, una tarde en la que todo iba bien porque aún no sabíamos que John le Carré nos iba a abandonar pronto. Porque siempre es demasiado pronto, y porque siempre le recordaremos.