«De vuelta a casa, esa tarde, entre berrocales de granito y las encinas llenas de nidos de cigüeña, con la luz cayendo, el campo trujillano parecía reverberar de tan amarillo después de una primavera lluviosa pero que ya llegaba a su fin por más que en la sierra de los Lagares apurara sus últimos verdes y sus galas florales de acuarela aprovechando su mayor altura».

Este hermoso párrafo es un extracto de la ´Primavera extremeña. Apuntes del natural', publicada por Alfaguara, la última obra del prolífico escritor leonés Julio Llamazares (Vegamián, 1955).

Es uno de tantos libros surgidos en el mundo a raíz de los meses de confinamiento por la pandemia, en este aciago 2020, con la particularidad de que estos apuntes del natural se centran precisamente en este encierro decretado en toda España.

Porque, poco antes de que el Gobierno central decretara el estado de alarma en marzo, el escritor y su familia partieron al ´Lagar de los Almendros', cerca de Herguijuela, Cáceres, con el propósito de celebrar su 65 cumpleaños y pasar las dos semanas de confinamiento inicial. Al final, esos pocos días se transformaron en tres meses, y para el autor, en la oportunidad de revivir en Extremadura el mundo del campo de su infancia y de disfrutar, pese a las terribles circunstancias, de todo el esplendor de la primavera extremeña.

Con el estilo de un libro de viajes que no olvida el viaje interior, Llamazares nos va describiendo el lento despertar de la Naturaleza en un rincón de España liberadao de la presión del turismo, un mundo de sierras solitarias y dehesas que nos devuelven al Llamazares unido al terruño, en el mejor sentido, como en obras tan recordadas como ´La lluvia amarilla' o ´Luna de lobos'.

El estilo de esta ´Primavera extremeña' es sobrio sin dejar a un lado la poesía, que aparece en los momentos más inesperados: «Eran también las estrellas, que, como en la tierra de las flores, cubrían todo el cielo convirtiéndolo en una celosía fantástica, la que formaban las miles de luces temblorosas que, a falta de luna, iluminaban la sierra casi como si la hubiera».

Como un único narrador del ´Decameron', Julio Llamazares nos cuenta cómo se vivió el infierno del coronavirus desde la lejanía del paraíso, aunque sin ser ajeno a los males del mundo.

Ese contraste entre el horror de una pandemia mortal y la belleza que va descubriendo en el campo es lo mejor de este breve libro, que cuenta con el aliciente de las preciosas acuarelas de su vecino de confinamiento Konrad Laudenbacher.