Tiene (merecida) fama Hermann Broch (Viena, 1886- New Haven, Estados Unidos, 1951) de escritor denso y profundo. Sin duda sus grandes obras ´La muerte de Virgilio', ´Los inocentes' y la trilogía de ´Los sonámbulos' necesitan la colaboración de un lector atento y pausado.

Pero también puede necesitarlo un lector de muchas de las novelas de Faulkner o de un buen amigo del vienés: James Joyce, quien por cierto ayudó a Broch a driblar a la Gestapo y a escapar de su Austria natal en pleno acoso nazi, poco antes del estallido de la II Guerra Mundial.

El maestro austriaco, uno de los más importantes escritores del siglo XX, vuelve a la actualidad por la primera traducción en España de su novela corta ´El valor desconocido', publicada en 1933, poco después de la trilogía de ´Los sonámbulos'.

Estamos por tanto ante una obra en la que Broch se encuentra pleno de facultades, capaz de ofrecer un atractiva y absorbente trama, con un innegable poso filosófico, y todo ello pese a la sencillez de su planteamiento: la vida en una ciudad de habla alemana de una familia, los Hieck, formada por una madre viuda y tres hijos que contemplan la existencia desde puntos de vista opuestos aunque complementarios: el hermano mayor, Richard, futuro doctor en Matemáticas y ayudante en un observatorio astronómico; la hermana mediana Susanne, que lleva años preparándose para ingresar en un convento y el joven Otto, un pintor que quiere exprimir la vida al máximo.

En ´El valor desconocido' encontramos la misma introspección psicológica que pocos años antes ya ofrecían colegas de la Viena de Broch como Arthur Schnitzler, y podemos entrever en ese salto de un personaje a otro, en ese acompasado baile narrativo de mundos interiores la misma técnica que empleará lustros después la británica Iris Murdoch en sus novelas de alta comedia filosófica.

En ´El valor desconocido' no hay comedia pero sí un atractivo contraste entre las formas de ver la vida de los tres personajes que lo convierte en una lectura absorbente. Cada uno de los tres hermanos contempla la existencia de forma distinta, pero los tres se interrogan por el hecho de vivir, en unas hermosísimas y nada densas reflexiones, al tiempo que las estaciones van pasando y hasta el amor corretea por las calles.

Hermann Broch ha escrito una hermosa novela que todos los amantes de la Ciencia deberían leer. Sin duda, es la mejor puerta de entrada para abordar la compleja obra del maestro austriaco.