A punto de cumplirse el primer año de pandemia, por fin me encuentro en la obligación de enfrentarme al rito de paso de la prueba PCR. Esas tres siglas se han convertido en el acrónimo de moda de este siglo XXI, época terrible que parece vivir de reciclar los peores vicios de la centuria pasada. Así, sufrimos ahora bajo la unión de una secuela hormonada de la gripe española y de los peores populismos de derecha e izquierda, que juntos parecen dispuestos a arrasar con lo que quedaba de la falsa comodidad que disfrutábamos antes de nuestro devastador sucedáneo del Crack del 29. En fin, como estoy abocado a unas semanas de aislamiento, porque sea negativo o positivo la prudencia invita a la soledad, me pregunto qué tocho voy a elegir como compañía en este viaje alrededor de mi habitación. Creo que voy a elegir ´Las benévolas' (RBA, 2007), de Jonathan Littel. Lo compré en un rastrillo benéfico hace solo unos días, ¿fue una señal del destino? Porque soy consciente de que llevo más de una década huyendo de una de las lecturas que más me han recomendado -pero las casi mil páginas de este Premio Goncourt siempre me han acobardado, que si yo veo un toro bravo corriendo hacia mí no pienso en la gloria sino en la puerta-. Pase lo que pase, estoy a punto de embarcarme en lo que parece una de las grandes novelas de lo que va de siglo, deséenme suerte.