Al final del camino se llega a la luz

Ángel Olgoso cierra cuatro décadas de dedicación al cuento con ‘Devoraluces’, su último libro, en el que se aleja de su habitual tono «oscuro»

Al final del camino se llega a la luz

Al final del camino se llega a la luz / Juan Gaitán

Juan Gaitán

Juan Gaitán

Ángel Olgoso es uno de los autores de referencia del cuento en español. Una treintena de premios, la traducción de su obra a varios idiomas (entre ellos inglés, alemán, italiano…) y la inclusión de sus relatos en más de cincuenta antologías del género avalan una trayectoria literaria que siempre giró en torno a lo asombroso, lo extraño y lo inquietante. Olgoso era (habrá que decirlo, desde ahora, en pasado), un autor que miraba a la sombra y extraía de ella el material para su obra.

Fue el crítico Jesús Cotta quien, al reseñar ‘La máquina de languidecer’, uno de los libros de Olgoso, se lamentó de que, a pesar de ser unos relatos que le maravillaban, aquellos textos se asomaran siempre a un mundo oscuro, y tuvo el atrevimiento de «retarle» a escribir textos «donde de pronto se haga la luz allí donde había solo oscuridad».

Y precisamente ahora, en la época más sombría que han vivido las últimas generaciones, Olgoso acepta el reto y se despide del género sorprendiéndonos con la publicación de ‘Devoraluces’ una obra en la que, de pronto, la luz lo invade todo. ‘Devoraluces’ es un libro como una ventana, como una balconada, como una azotea. Quien se asome a él verá la dimensión más luminosa, sensual, vitalista de la existencia. Catorce piezas literarias que celebran la parte buena de eso que llamamos vida. Como si hubiese pretendido hacer, consiguiéndolo, un inventario de las bondades de estar vivo, Olgoso nos asoma a la alegría en varias de sus dimensiones.

Aunque sea, como es, un copernicano cambio de registro, no se aleja el autor de su estilo, de su huella digital, de su voz. Olgoso escribe con la delicadeza, la precisión, la exactitud a la que nos ha tenido acostumbrados. Todo en el lenguaje de este escritor tiene sentido, connotación, belleza. Son relatos cargados de una necesaria hondura lírica con la que expresar la levedad de la alegría, su fragilidad.

En las catorce piezas que componen ‘Devoraluces’ y como es también marca personal, descubrimos una amplia variedad de registros. Podemos encontrar homenajes intertextuales a ‘Las mil y una noches’ ‘El Quijote’ o la ‘Odisea’ con un viaje a la esencia misma de la literatura occidental en el que el mítico Ulises se pasea por distintas obras hasta llegar al siglo XX; y también una interesante y original revisión de la literatura erótica en una suerte de ‘Cantar de los cantares’ desgranado en microtextos, para finalizar con una soberbia poética sobre el cuento breve, un texto con el que el autor deja atrás la ficción entendida como invención para entrar en una nueva etapa creativa».