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Kazuo Ishiguro retorna con magia a la senda de la novela

Tras el Nobel, Ishiguro regresa con Klara y el sol, una historia cargada de simbolismo donde reflexiona sobre si un robot puede encarnar el espíritu y el alma humano o si el hombre tiene algo único e imposible de transferir

Kazuo Ishiguro

Kazuo Ishiguro / Javier García Recio

En su juventud Kazuo Ishiguro quiso dedicarse a la música, fue músico callejero en París. Por fortuna –por fortuna para la literatura, claro– se dio cuenta a tiempo de que su genio estaba en la creación literaria y de esta decisión grandiosa salieron novelas igualmente épicas y portentosas como ‘Nunca me abandones’, ‘Los restos del día’, o ‘El gigante enterrado’, que le valieron el galardón del Premio Nobel en 2017.

Como ese gigante enterrado, Ishiguro ha retornado como un coloso a la senda épica de la novela y eso es sin duda un acontecimiento de esta primavera a punto de llegar. Tras el Nobel, Ishiguro regresa con ‘Klara y el sol’, otra historia cargada de simbolismo y alegoría, como su anterior del Gigante dormido. Si en aquella, el escritor se preguntaba sobre la bondad o la acción dañina de los recuerdos, en ‘Klara y el sol’ se pregunta sobre si las máquinas tienen el potencial de sentir. Con su prosa suave y tranquila, y a través de una meditación conmovedora sobre el amor y la soledad, reflexiona sobre si alguien como Klara -un robot super dotado- puede realmente encarnar el espíritu humano o si el alma es algo que nunca podrá fabricarse; sobre si hay algo inasible y único en cada ser humano que no puede ser transferido o copiado.

En un mundo futurista, pero impreciso, Klara es un robot de ultima generación dotado inteligencia emocional artificial. No es humana pero parece mas humana que la mayoría de ellos. Ishiguro la dibuja como un personaje luminoso, literalmente una criatura de luz, dependiente del Sol. Su mismo nombre significa «brillo».

Entre sus cualidades, según el gerente de la tienda donde se expone para ser vendida, destacan sus ganas de observar y aprender, y su habilidad para absorber todo lo que ve alrededor, con un entendimiento más sofisticado que cualquier otro robot, incluso de modelos mas avanzados tecnológicamente.

En el escaparate de la tienda lo observaba todo: una pelea entre taxistas, el efusivo reencuentro de un hombre y una mujer mayores, las andanzas de un mendigo y su perro o la máquina que contaminaba de polución la atmófera, y se sentía perpleja y fascinada por las emociones misteriosas que los transeúntes desplegaban ante ella y su compañera Rosa. Sus sentimientos no son simulados. Son reales. Ella registra detalles que la mayoría de la gente pierde y los interpreta con una precisión asombrosa.

Klara comienza a vivir en el mundo de los humanos cuando es comprada para ser la amiga artificial de Josie, una adolescente con una enfermedad no descrita que vive con su madre, lo que ayuda a Klara a abrir su mente a los desafíos de la experiencia humana.

Desde el inicio hay una relación muy intensa y afectiva entre Klara y la niña que admira su inteligencia y la bondad de su mirada.

En esa convivencia con la niña y su madre, Klara lo observa y analiza todo y va aprendiendo de sus altibajos, de sus cambios de humor y de opinión. Veía que los humanos tenían gran obsesión por evitar la soledad.

Kazuo Ishiguro.  | WIKIPEDIA

Kazuo Ishiguro retorna con magia a la senda de la novela. Editorial Anagrama. Traducción de Mauricio Bach. 22,90 euros. / Javier García Recio

En ese mundo futurista no concretado las escuelas son una cosa del pasado, y los hijos de las personas acomodadas aprenden en casa y asisten a reuniones de interacción para educarse socialmente. A los 13 años, Josie estudia física matemática y otras materias de nivel universitario a través de vídeoconferencias que la preparan para la universidad, ocupada exclusivamente por los potenciados genéticamente. Por contra los «no mejorados», como Rick, el vecino y amigo de Josie, pese a mostrar signos de genialidad en sus experimentos de ingeniería doméstica, están destinados a convertirse en una clase baja, excluidos de la educación de élite y reemplazados por el trabajo robótico. Ishiguro acude a la sátira para describir ese mundo de privilegiados que, con mérito o sin él, podrán acceder a los puestos de élite social.

Además, ella percibe que algo malo le está sucediendo a Josie. La niña se está consumiendo. Los buenos sentimientos de Klara la llevan a implicarse en la posible curación de la adolescente, aquejada de una extraña enfermedad de la que ya murió una hermana. Klara, que funciona con energía solar, venera al sol, como una figura divina, su fe en él es total y a él acude en busca de ayuda convencida de que el destino de Josie depende de él.

Pero ‘Klara y el sol’ no busca lo misterioso. Aspira, como ya logró con ‘El gigante enterrado’, al encantamiento, o dicho de otro modo, al reencantamiento, a la restauración de la magia a un mundo desencantado. En un mundo donde el poder afectivo del amor decrece y se achica, mientras que Ishiguro cree esencialmente en ese amor, en su poder redentor y salvador. Como quiso Klara.