‘Reunión’ rompe el mito de la sociedad multirracial

‘Reunión’, el debut literario de la británica Natasha Brown, se ha convertido en un fenómeno literario insólito, en una aparición exitosa en Europa y Estados Unidos, que vaticina el nacimiento de una buena escritora, un nuevo talento, un vaticinio que ella deberá sellar, o no, con sus futuros trabajos.

Brown no es de formación humanística, sino matemática pero posee, según indica ella misma, un bagaje literario teórico logrado por su pasión por la lectura a través de una vida intensa como lectora.

‘Reunión’ es un relato corto pero de gran intensidad. Los capítulos cortos e impactantes y las oraciones sucintas crean una narrativa muy contundente. Brown escribe con la fría precisión clínica que puede sugerir su formación académica científica y técnica. Es una lectura breve pero poderosa.

La protagonista, una joven sin nombre, ha alcanzado el éxito profesional en la City de Londres y socialmente convive con un joven adinerado miembro de una familia de honda estirpe británica. Pero es negra y es mujer, un «lastre» que le lleva al hartazgo.

En ‘Reunión’, en apenas 125 páginas, Brown destroza y hace añicos el falso ideario británico (y de otros países) de ser una sociedad abierta y multirracial.

En el trabajo la ascienden a director ejecutivo. Pero los compañeros varones que han quedado atrás le vienen a decir que la han ascendido por ser negra, por delante de tipos más cualificados que ella.

La familia del novio, gente de linaje, socialmente progresistas, la acogieron bien, pero con una intimidad distante. Los padres de él le hacen ver que ella es una fase en el camino del hijo a un matrimonio de alcurnia.

Además debe soportar la presión constante que le empuja a integrarse y adaptarse a una sociedad controlada y dominada por los blancos.

Para ella, para su sexo, para su raza, Gran Bretaña es un lugar de hostilidad implacable para una mujer negra en un país que todavía niega su pasado colonial que mantiene la mancha oscura que dejó el colonialismo. Recuerda la Operación Legacy por la que la Oficina Colonial Británica destruyó durante la época de la descolonización (1950/1970) miles de documentos que hacían referencia a los métodos racistas, a las torturas, asesinatos y represión brutal contra los nativos, usados por los británicos en sus colonias.

Lo concreta en una frase bíblica: «nacida aquí, padres nacidos aquí, siempre aquí, sin embargo, nunca de aquí».

Ella siente entonces que en el trabajo o en la sociedad debe ser invisible, no hacer sentir incómodo a nadie, no molestar, pasar desapercibida, convertirse en aire.

En ese escenario en el que la joven «estaba harta de aspirar, de aguantar, de ascender», hay un giro letal y decisivo al aparecer el diagnóstico de una grave enfermedad, un problema de salud que le hará reconsiderar su vida y a tomar una decisión que lo cambiará todo.

Brown hace aflorar entonces los mejores registros a su historia y a mostrar maneras de escritora depurada al ir comparando de manera conmovedora los estragos de la enfermedad y como devasta su cuerpo con las heridas emocionales infligidas por el racismo, por el machismo, por la herencia colonial.

Y en ese momento se plantea ¿porqué vivir? ¿Porqué seguir sometiéndome a esta cosificación aplastante, por que soportar mi propia deshumanización?

Su decisión la toma al asistir a una fiesta de aniversario de los padres de su novio, una ocasión que requerirá una especie de actuación para mantener las sutilezas sociales, por desagradables que sean.

Se trata sin duda de un debut explosivo que combina una prosa elegante y sencilla con un contenido de hondo calado que atraviesa la conciencia social del lector como un cuchillo.

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