Novela

Retrato del judío exiliado y desarraigado en América

Del Premio Nobel aún hay joyas por descubrir, como ‘El seductor’, inédita en España, que ahora publica Acantilado. Con su prosa exquisita y aguda, Singer nos retrata el desarraigo de los judíos que huyendo de Hitler llegan a un mundo turbador y distinto

Isaac Bashevis Singer

Isaac Bashevis Singer / Javier García Recio

En 1978 Isaac Bashevis Singer recibía el Premio Nobel por su vasta obra literaria retratando un mundo en descomposición, el de las tradiciones, costumbres y creencias de los judíos extendidos por la Europa central.

Bashevis Singer trasladó en sus relatos ese mundo particular y arcaico en novelas de extraordinaria lucidez como ‘La familia Moskat’, una magnífica crónica de los judíos de Varsovia antes de ser ocupada por los nazis, evocando una sociedad y una cultura que serían arrasadas por los tanques alemanes. O ‘El mago de Lublin’, aquel Yasha Mazur, que ofrece trucos de magia y escapismo y aprovecha sus giras para engañar a su esposa y entrar en las camas de otras mujeres , hasta que llega el día en que no puede usar sus trucos para escapar y se verá obligado a decidir el rumbo que debe tomar su vida.

Bashevis Singer es también un maestro del cuento y del relato corto, con muestras antológicas como ‘Gimpel el tonto, ‘Un amigo de Kafka’, o ‘El Spinoza de la calle Market’, que nos hablan de los judíos que consiguieron huir del terror nazi, que dejaron atrás aquel viejo mundo europeo , pero que viven desplazados en sus nuevas urbes de Nueva York o California.

De esa nueva dispersión que supuso la diáspora a tierras americanas, trata ‘El seductor’, una novela inédita hasta ahora en España, que publica Acantilado. Singer nos ofrece con este relato una formidable historia, trepidante, conducida a toda velocidad, pero también un gran libro sobre el exilio, el desarraigo y el dolor de los que quedaron atrapados en Polonia y la incertidumbre sobre el destino que les aguarda.

Lejos de ser el anhelado El Dorado, Nueva York suscita la angustia y el desarraigo de los exiliados polacos. Algunos dejaron a familiares en los guetos nazis; pese a ello, todos tratan de vivir una vida libre y próspera, desprendidos de su pasado, pero siguiendo en los periódicos el avance de Hitler y Stalin y sus atrocidades.

Isaac Bashevis Singer. | LA OPINIÓN

Portada de 'El seductor'. / L. O.

Es esta angustia interior la que explora Singer, con su agudo sentido de la psicología. ‘El seductor’ es Hertz Mínsker, hijo de un famoso rabino cabalista, que pese a su erudición y sus conocimientos, muestra una incapacidad manifiesta para convertirse en un hombre del nuevo mundo. En oposición, tiene un arte especial para seducir y atraer a las mujeres.

Hertz llegó a Nueva York de la mano de su amigo y protector Morris Kálisher, que se ha enriquecido con los negocios inmobiliarios. Llegaron acompañados de sus esposas: la bella Bronie, la cuarta esposa de Hertz, quien no podía perdonarse haber abandonado a sus hijos en Varsovia, ahora bajo el yugo de los nazis, y Minne, mujer de Kálisher. Ella y Hertz Mínsker tienen una tórrida una aventura en la misma casa del marido engañado y sin que este se entere; pero Minne es una mujer de armas tomar y a Hertz empieza a aburrirle pues teme perder el favor de su mejor amigo y generoso protector, al tiempo que su ansia por las mujeres le lleva a nuevas aventuras.

En todo caso y, como en otros aspectos de su vida, Hertz se consideraba un seductor barato. Los seductores experimentados se arrimaban a mujeres ricas y les sacaban dinero, -se decía- pero él ni para eso tenía suficiente talento. Se veía como un gígolo filantrópico, un proxeneta aficionado.

En su misoginia furibunda las mujeres siempre eran concebidas como seres inferiores a las que no se les debe dejar hacer. Cuando las mujeres empiezan a mandar en un país es el principio del fin, decía y añadía que hay que devolver a las mujeres a la cocina sino «estrangularán el espíritu del mundo con sus medias de nailon, ahogarán a Dios con su perfume y embadurnarán el cielo con sus cosméticos».

Pero era también un hombre de gran erudición, gran especialista en filosofía, y un genio en potencia que lleva años escribiendo una obra maestra que deslumbraría al mundo. La obra que escribía Mínsker defendía una combinación del hedonismo de Spinoza y el misticismo cabalístico. Defendía que disfrute y religión eran la misma cosa. A lo único que obligaba el temor a Dios era a disfrutar de la vida. Proponía que la religión fuese un laboratorio donde s experimentarán todas las posibilidades del placer, tanto físico como espiritual. Incluso justificaba las perversiones sexuales, mientras no causaran ningún sufrimiento al otro participante. Dios quiere que disfrutemos, solo exige que no se haga sobre la desdicha ajena, concluía.

Finalmente el frágil equilibrio en el que viven todos los personajes de ‘El seductor’ se tambalea cuando aparece el ex esposo de Minne, un truhán que se dedica a vender pinturas falsificadas de grandes pintores. A partir de ahí el castillo de naipes se desmorona y las aventuras se suceden a ritmo endiablado.

El seductor

  • Isaac Bashevis Singer
  • Editorial: Acantilado
  • Traducción: Ronda Henelde y Jacob Abecasís
  • Precio: 22,00 € 

Como siempre, el arte de Singer consiste en mezclar la tragedia con la farsa, las desgracias de la historia con la ridiculez de la condición humana. Como escritor de visión universal, Singer vuelve a insistir en ‘El seductor’ en la dificultad de la incorporación del hombre a la modernidad, que lleva consigo la desintegración de los viejos moldes de vida, sentimientos e ideas.

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