Análisis

A solas con Handke: pensar, hablar

El polémico Premio Nobel publica ‘La segunda espada’, un nuevo manifiesto de su genuina manera de concebir la novela, a caballo entre la sátira y la más íntima fragmentación

Lucas Martín

Las fronteras siempre han sido difusas. Incluso, en el intento más premioso de comunicación. El pueblo quiere saber. Y el siglo XX, tan alabeado en lo intelectual como salvaje en el cuerpo a cuerpo, pisó los arrabales de la literatura con un discurso tempestuoso al que no tardaron en incorporarse, tal vez oportunamente, la filosofía y hasta la neurociencia. Hablar consiste en determinar si es posible saber de qué se habla. Y, sobre todo, cuánto hay de uno en el propio habla o si, Wittgenstein mediante, no resulta quimérico hablar y a la vez no pensar en la estructura del lenguaje, que, en general, sólo atiende por momentos a sí mismo, interviniendo y modelando conforme a sus insinuaciones todo lo que se nos ocurre ver, calibrar o sentir. Esto, que es la esencia misma de la palabra, y de nuestras relaciones, más allá de la hostia impulsiva, acaso también pertinente, da una imagen primaria de la escritura en la que en última instancia sólo queda alguien pespuntando anotaciones en su libreta. O, si lo prefieren, caminando y escribiendo. Aunque sea en su espacio mental. Del hecho de caminar y pensar, que antecede, por machacón, al tal llamado fluido de la conciencia, saben mucho los clásicos; desde Thoreau a Séneca y Rousseau. Y, por supuesto, el que quizá sea uno de los mayores caminantes metalingüísticos de esta época, el austriaco Peter Handke, que ahora regresa a las librerías -en realidad, como el dinosaurio, nunca dejó de estar- con un nuevo paseo que es otro esbozo de ese gran cuaderno que es el mecanismo de la escritura y de la mente humana. En este caso, disfrazado de un bíblico y a veces parsifalista deseo de venganza: el del protagonista, trasunto del autor, frente a la periodista que injurió a su madre acusándola de simpatizar con el nazismo.

De la audacia de Handke al caminar, mucho antes de la aparición de este, ‘La segunda espada. Una historia de mayo’ (Alianza, traducción de Anna Montané Forasté), ya contábamos con sustanciosos testimonios. Su bibliografía, en el fondo, no se conforma con ninguna otra partícula elemental. En una entrevista reciente, el autor evocaba su visita a Linares, reseñada fugazmente en Ensayo sobre el juke-box. Linares, un lugar gris, de herrumbre industrial, con la excepción de la ensoñadora villa romana de Castulo, al que por miedo a los fanatismos locales, calificaremos con el eufemismo de esteticamente desventajado. En especial, frente a los topónimos de alrededor. Y que se emparenta de manera irremediable con el ambiente en el que se desarrolla su vida y su última novela publicada en España; la periferia de París y sus accidentes mínimos: el bar, un hotel abandonado, la sombra de los otros, la estación. Espacios que, ponderados en su autonomía, significan poco y, por tanto, son propicios para significar lo demás, que es a lo que se dedica Handke; la pureza del enfrentamiento con el entorno y con la imaginación. La escritura fragmentaria de la experiencia básica, la que se observa a sí misma, levantando un monumento a la errancia del pensamiento, con sus enredos y meditaciones gramaticales, su bárbaro y a la vez elaborado compendio de estampas y emanaciones, el baile de la confusión en el que cabe todo y en el que al mismo tiempo corcovea la nada, su posibilidad: desde las dudas frente al espejo hasta una cita de Pascal.

Handke, polémico a perpetuidad, y, más aún, tras su enrevesada ambigüedad frente al asunto yugoslavo, vuelve a hacer caballerosamente de Handke en este nuevo título. Y a ratificar las razones, más allá de la trastienda extraliteraria, que justifican la concesión del Nobel de 2019. Decir, al modo joyceano de Finnegans Wake, que el autor prescinde de la trama sería no corresponder a la verdad. Porque el hilo narrativo está ahí, y, además, uncido con mimbres diabólicamente divertidos: el viaje hacia la venganza, con todo lo que tiene de ruleta rusa o penalty sobre la bocina, de radical dicotomía entre el desastre y la redención. Pero, una vez más, es lo de menos: porque lo importante, y lo gozoso, es lo que ocurre mientras tanto, que vuelve a ser casi nada y se acerca simultáneamente al todo esquemático, ofreciendo una doble vía de lectura en la que se encuentran neófitos e iniciados. La primera, predispuesta para disfrutar de una novela rabiosamente divertida. Y la segunda, de corte detectivesco, la que compromete al campo simbólico, en la que confluyen las obsesiones del autor: la madre, que se suicidó, la culpa, la incomunicación, la belleza. Handke lo vuelve a hacer, enfrentándonos a nuestra propia neurosis; a la histeria de pensar, caminar, decir. Vengan a vengarse. No se arrepentirán.

Peter Handke. | LA OPINIÓN

Peter Handke. | LA OPINIÓN / Lucas Martín

“Ha sido adjudicado el premio de novela instituido por el semanario ‘Destino’, en memoria del que fue su secretario de redacción, el escritor Eugenio Nadal. Entre los 28 concurrentes al mismo, el jurado calificador ha elegido por tres sufragios contra dos, la novela ‘Nada’, de la señorita Carmen Laforet de Canarias”. Con este sencillo breve, ‘La Vanguardia’ anunciaba el 9 de enero de 1945 lo que fue un inesperado terremoto que inició el lento cambio de la literatura española –como española era entonces ‘La Vanguardia’, por imperativo de un franquismo que quizá nunca supo qué hacer con aquella señorita Carmen Laforet de Canarias-. Incluso hoy, en plena celebración del centenario de Carmen Laforet (1921-2004) quizá aún no sepamos muy bien quién fue aquella joven que puso patas arriba el plácido status quo de los escritores que ganaron la guerra. Porque Laforet fue una explosión, y hoy casi nos parece una leyenda, pero quizá solo era una escritora que solo quiso escribir, como una necesidad vital, y vivir su vida a su manera.

“Hemos hecho una guerra para acabar con la democracia y ahora la democracia se proclama desde un pequeño premio literario”, exclamó con enfado y rabia César González-Ruano en la Noche de Reyes de 1945 al saber que una muchacha desconocida le había arrebatado ese pequeño premio literario al que él también se había presentado. Carmen Laforet comenzó con mucho ruido una carrera literaria que hoy nos parece que nunca quiso. Su primer gran mérito fue molestar a la vieja guardia del nuevo régimen, y hacerlo además con una novela que no entendieron y que además supo encontrar un público que también necesitaba algo diferente.

‘Nada’ fue un enorme éxito popular surgido de ningún sitio, en menos de un año agotó tres ediciones, y pronto llegó al cine de la mano del prestigioso Edgar Neville. Fue su protagonista, una inquieta Conchita Montes, la que decidió llevarla a la gran pantalla, e incluso ella misma fue quien escribió el guión -Neville jamás mostró mucho interés en el proyecto-. Aquí quizá hay una clave para entender la trascendencia del relato íntimo y existencialista que es la novela de Laforet: habla de cerca a sus lectores contando la vida diaria de una muchacha, trasunto de sí misma, y logrando en el proceso una identificación y conexión casi magnética con ellas pese a ser una obra personalísima.

“Me preocupo por aquello para lo que me creo dotada: la observación, la creación de la vida. Me preocupa el vigor de los personajes y la manera de exponer los hechos para que resulten claros a la luz mía, individual y me preocupa el que estos hechos queden objetivamente expuestos para que el lector pueda juzgarlos por sí mismo e interesarse por ellos, aceptarlos o rechazarlos a su gusto. No sé si, en verdad, he logrado todo esto en el trabajo realizado desde 1944 a 1955”, explicaba en 1956 –esos fueron sus años más activos, truncados por la dedicación a su matrimonio con el crítico literario Manuel Cerezales-. Porque ‘Nada es su cumbre, y su estrella, pero Laforet nunca dejó de escribir, aunque sí espació la publicación de sus novelas, relatos y correspondencia.

¿Acaso es tan terrible ser recordado por una sola obra? “El libro de la Laforet tenía tanto encanto y era tan representativo que efectivamente no iba a ser fácil superarlo. Digamos que respiraba la temperatura gozosa de la obra única y privilegiada. Luego, ya, sólo queda el oficio”, escribió Francisco Umbral sobre la autora de ‘Nada’ a propósito de su muerte en 2004 Y no pueden ser escritores más distintos. Pero ni él pudo dejar de reconocer algunos de sus méritos: “El libro iniciaba una nueva literatura española y en cierto modo jubilaba a los autores de antes de la guerra”, aunque él también quiso ver en Laforet a una escritora paralizada que “había inaugurado demasiadas cosas, había encendido demasiadas farolas y no se sentía capaz de mantener un mito que era ya ella misma”. Ya, pero ella escribió ‘Nada’ y con ella comenzó a cambiar un país.

La segunda espada

  • Peter Handke
  • Editorial: Alianza
  • Traducción: Anna Montané Forasté
  • Precio: 16,95€

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