Novela

Posteguillo, a la búsqueda del hombre que fue César

‘Roma soy yo’, el primero de una ambiciosa saga de seis volúmenes, aborda la juventud de Cayo Julio César en un historia que combina el thriller judicial y las luchas políticas y militares de Mario y Sila en una República que ya apuntaba a Imperio

Santiago Posteguillo. | LA OPINION

Santiago Posteguillo. | LA OPINION / Jose Vicente Rodríguez

José Vicente Rodríguez

José Vicente Rodríguez

Tras novelar a lo largo de los últimos 16 años las vidas de Escipión el Africano, el emperador Trajano y la emperatriz Julia Domna, y convertirse en el autor más vendido de la narrativa histórica en España, Santiago Posteguillo ha emprendido un reto mayúsculo en su nueva apuesta literaria, tanto por la enjundia del personaje elegido, nada menos Julio César, como por el plan de publicación previsto, ya que serán seis volúmenes los que plasmarán el periplo del hombre con el que Roma, en el siglo I antes de Cristo, inició su tránsito de República a Imperio.

La primera entrega de esta ambiciosa saga es «Roma soy yo» (Ediciones B), que ha llegado recientemente a las librerías y donde se abordan las andanzas casi juveniles de Cayo, que durante un tiempo se dedicó a la abogacía. En un formato con ecos de thriller judicial, la trama está centrada en el juicio contra el gobernador romano en Macedonia, Dolabela, acusado de corrupción por la aristocracia local, en el que un veinteañero César, casi sin experiencia judicial ni política, aceptó actuar como fiscal . El envite era difícil ya que Dolabela había sido protegido de Sila, el hombre más poderoso de la época en Roma. Y de hecho, el joven fiscal perdió aquel juicio, aunque según la crónica que nos ha llegado dejó impronta de buen orador con la que comenzó a fraguarse fama y, algo más valioso aún, el apego de las clases populares.

Y es que «Roma soy yo» ofrece, engarzado en la propia figura de César, un didáctico y vibrante fresco del clima político de aquella Roma que ya comenzaba a consolidarse como la potencia dominadora del momento pero que, a nivel interno, estaba fracturada en dos facciones claramente antagónicas: los optimates, que representaban a las familias nobles y que buscaban mantener sus privilegios, y los popularii, partidarios de ampliar derechos a la plebe y de conceder la ciudadanía romana a la población de las provincias conquistadas (los socii). Sila era la gran figura de los optimates mientras que Cayo Mario, tío de Julio César, lideraba a los populares. Las intrigas en el Senado, las conjuras, los exilios políticos y los asesinatos a manos de sicarios de contrincantes destacados de uno y otro bando eran el pan de cada día en unos tiempos ciertamente convulsos que Posteguillo, hábil narrador, logra transmitir al lector manteniendo siempre la tensión narrativa a través de continuos saltos temporales de la acción, como es habitual en los libros del autor valenciano.

Así, a lo largo de sus casi 750 páginas, «Roma soy yo» recrea, por un lado, la vida personal de César, buscando al hombre que hay detrás del mito: la estrecha relación que mantuvo con su madre, Aurelia, su matrimonio con Cornelia, orquestado pero del que nació un sincero y mutuo afecto, su amistad con Labieno, su ascenso a paterfamilias de la casa Julia tras la muerte de su padre y su primera incursión militar en la batalla de Mitilene. Y por otro, el devenir de la República en aquellos años, con algunas de las grandes hazañas bélicas de Mario (la batalla de Aquae Sextiae contra ambrones y teutones es espléndidamente narrada por Posteguillo) o las campañas del astuto Sila, que no dudó en saquear Delfos para pagar a sus tropas o en pactar una paz interesada con el rey Mitrídates (el gran rival de Roma por aquella época) anteponiendo su sed de poder.

Sila, aprovechando el fallecimiento de Mario, instauró finalmente una dictadura que dejó al joven Julio César y a su familia en una posición delicada, pues muchos comenzaban a verlo como el nuevo líder de la facción de los populares. De hecho, tuvo que huir un tiempo y vivir como un fugitivo hasta que Sila, del que la Historia nos ha dejado una sanguinaria y depravada imagen, accedió a concederle el perdón que para él pedían tanto su familia como algunas voces de los optimates. Aunque lo hizo con reticencia. «Salíos con la vuestra, quedaos con él, pero sabed que este hombre, que tanto afán deseáis incólume, llegará un día en que acabará con la nobleza por la que habéis luchado conmigo; pues en César hay muchos Marios», dijo a los suyos.

En este punto cabe reseñar que a Posteguillo se le nota cuando tiene especial cariño a un personaje, en este caso, César, al que retrata como una persona decidida a cambiar Roma para dar su sitio al ciudadano de a pie, y con un profundo sentido de la justicia. Cierto es que de sus primeros pasos hay pocos datos, lo que permite al autor, a la luz de los acontecimientos que sí conocemos, dibujar a un joven ciertamente idealista y políticamente ambicioso que, con el curso de los años, evolucionó a una posición más pragmática y acabó como incipiente nuevo dictador. Esa progresiva evolución la veremos en los próximos volúmenes de la saga.

Destacar también que Posteguillo (filólogo y lingüista) mima especialmente el uso de las lenguas en sus obras, con abundantes recursos al latín y al griego, coronados con un abundante glosario de términos al final de los libros que son muy de agradecer. Además, el trabajado rigor histórico no quita para que introduzca su propia visión y juicio sobre los hechos históricos o las motivaciones de los personajes que recrea, incluso con paralelismos aplicables al mundo moderno. En este caso, Posteguillo destaca el papel de las mujeres (Aurelia y Cornelia son figuras claves para César) y el trasfondo de justicia que late en el juicio al corrupto Dolabela, con la necesidad de proteger al débil del abuso del poder. Algo que ya en la Roma de hace más de 2.000 años comenzaba a cobrar importancia.

Roma soy yo

  • Autor: Santiago Posteguillo
  • Editorial: Ediciones B
  • Precio: 22,70€

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