El Trotsky más literario narra su fuga de Siberia

Asociar la figura de León Trotsky a la del hombre que protagonizó junto a Lenin el triunfo de la revolución bolchevique, dirigió el Ejército Rojo y luego sufrió hasta el asesinato el odio y la persecución de Stalin, es correcto pero incompleto. Trotsky se forja como gran revolucionario gracias a su gran capacidad intelectual fruto de ser un brillante estudiante, lector voraz de literatura y de los clásicos rusos, de su solvencia para el ensayo y la filosofía; ello le permitió ejercer la crítica literaria en sus inicios revolucionarios cuando Lenin y los suyos lo conocían como ‘La Pluma’, por su actividad literaria.

Por ello la publicación por primera vez en castellano de su relato inicial ‘La fuga de Siberia en un trineo de renos’ constituye una pequeña joya literaria que nos permite con su lectura conocer a un joven Trotsky, casi en estado puro, tanto en su faceta de escritor, de intelectual y de ser humano. Sus páginas no son un alegato político ni una obra de propaganda, relatan la historia personal y dramática de un preso fugado, un personaje observador con lo que le rodea y que va contando su pensamiento a cada paso. Es una crónica, escrita por un narrador literario en estado puro, capaz de apelar a todos los recursos narrativos para dotar al relato del suspense y la atracción suficientes.

Con una prosa ágil y llena de estímulos narrativos, Trotsky nos narra cómo, tras ser apresado y condenado al exilio de por vida en Siberia, tras la fallida insurrección de 1905, logró, cerca ya de su destino en el Polo Ártico, fugarse con la ayuda de un conductor de trineo, alcohólico que lo guió durante diez días a través de más de setecientos kilómetros hasta los Urales, en mitad del invierno, en medio de tremendas peripecias, con temperaturas inferiores a los veinte bajo cero.

El libro, editado por Clave Intelectual, cuenta con una presentación de Leonardo Padura que se pregunta como a 80 años del asesinato de Trotsky existe este renovado interés en su figura y responde que aunque derrotado en lo político, resulta, en cambio, un «maltrecho vencedor» en la disputa histórica proyectada hacia el futuro.

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