La lección vital de Julio Camba

El profesor Francisco Fuster publica una biografía del mítico, agudo e irónico periodista gallego que le valió el premio Domíguez Ortiz de biografia

Julio Camba

Julio Camba

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Ortega dijo de él que era «la inteligencia más pura y elegante de España», a lo que el aludido, Julio Camba, bien habría podido contestar con su ironía habitual: pese a ser periodista. Y es que, salvo joven revolucionario anarquista, nunca quiso ser otra cosa. Y a fe que lo logró: corresponsal, viajero, cronista parlamentario y cima del articulismo, con su tono agudo, socarrón, vivo y literario característico.

Camba escribió páginas gloriosas que lo hicieron célebre en su tiempo. En su buen tiempo. Un periodista muy bien pagado. Murió en 1962, en su habitación del Palace, melancólico, triste, algo postergado y presto a ingresar en el olvido. Hasta hace unos años, que sus artículos se fueron recopilando en libros y sus mejores piezas fueron aireadas por diversas editoriales. Una de las personas que más sabe de Camba, que más lo ha estudiado y releído y que es autor de numerosos prólogos, introducciones y estudios sobre Camba es Francisco Fuster, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, que ahora, con ‘Julio Camba. Una lección de periodismo’, ha ganado el Premio de Biografías Antonio Domínguez Ortiz 2022. El libro de Fuster, que por cierto ahora se apresta a estudiar a Azorín, es breve. A lo Camba. No por ello poco enjundioso. Muy ameno. Documentado. Riguroso. El volumen en sí mismo, también, constituye una lección de periodismo. La fecunda (1884-1962) trayectoria del periodista de Villanueva de Arosa se recoge en este trabajo sin pedantería ni aparato crítico que estorbe, de manera ágil y sin apabullar. Su niñez en Galicia, su aventura como jovencísimo polizón que se embarca hacia Argentina de donde es expulsado por revoltoso y agitador poco tiempo después. Su vuelta a España, su breve paso de nuevo por Galicia y por el Diario de Pontevedra, su atinada decisión de ir a Madrid imitando a su hermano, también escritor y decisivo en su vida. La fundación de un periódico anarco, el progreso hacia cabeceras estables, su fichaje por periódicos más consolidados y su acertadísima decisión en 1908: aceptar la oferta del pujante y profesionalizado periódico ‘La correspondencia de España’ que le propuso establecerse un tiempo en Turquía. Después pasaría por El Mundo, que lo enviaría a Francia e Inglaterra, también por El Sol y, sobre todo, por ABC, donde estuvo en cuatro etapas. En este diario debutó con un artículo que no sería insensata empresa aprenderse de memoria: ‘Mi nombre es Camba’. Pero Camba, cuenta Fuster, pudo haberse quedado en Madrid, bohemio y literato de cafés, y no sabemos qué hubiera sido de su suerte. Pero el hecho de viajar le insufló entusiasmo, le agudizó la capacidad de observación y lo hizo célebre. Cuando llegó la República, Camba esperaba un cargo, una embajada. No la consiguió -muchos de sus colegas o compañeros de tertulia sí- y eso explica en parte su desafección al régimen, su amargura y su prosa hostil hacia él. Lo fácil luego fue tacharlo de franquista.

Julio Camba. Una lección de  periodismo

Julio Camba. Una lección de periodismo

[object Object]

Francisco Fuster

Editorial: Fundación Lara

 Precio: 18€

Pero Camba, nos lo enseña muy bien Fuster, nunca mostró del todo sus cartas ni asomó (pese a tanta y tanta primera persona) su vida y personalidad. Su intimidad. González Ruano, autor que apostaba por el desnudo integral del articulista como medio para enganchar al lector, dijo de Camba al año de su muerte: «Salvo comer bien no creo que le interesara nada más». Fuster intercala párrafos de Camba muy atinadamente y ahonda con perspicacia psicológica en sus últimos años, con un Camba solitario, sin amores, huraño, dedicado a leer novelas policiacas, sin querer frecuentar a nadie salvo para ir, con un muy reducido número de amigos, a cenar. El hombre que advirtió que nunca había que tomarlo «ni demasiado en serio ni demasiado en broma», al que no le gustaba escribir, que no pontificaba y que «donde otros ven el mar», él veía «asunto para un artículo», tuvo una vida de dandy cosmopolita, de individualista feroz, de irónico observador. Edificó una obra columna a columna, portentosa. Camba vive. Y ahora gracias a Fuster mucho más.

Suscríbete para seguir leyendo