Diario de lecturas
Resoluciones de año nuevo, sueños en la papelera
José Luis G. Gómez
Las resoluciones de principio de año son como las promesas de los políticos, que solo vinculan a aquellos que se las creen -esta enseñanza me la llevé en la noche en que Jacques Chirac fue elegido Presidente de la República-. Las resoluciones que masticamos en estos días son menos creíbles que los Reyes Magos, cuya credibilidad está hoy muy tocada tras los dislates del Emérito, y pese a que todos de algún modo queremos que se mantenga su leyenda por encima del señor gordo de la Coca Cola. En fin, entre mis resoluciones de este año destaca por improbable la de escribir más a menudo, y no cartas o diarios, que eso ya lo hago. A veces, parece que me cuesta asumir que yo soy un lector, a mucha honra, y que no estoy llamado por el camino de la escritura -en mi humilde opinión, eso me deja con alguna esperanza de ser buena persona-. Las pocas veces que leo lo que escribo suele sorprenderme que mis textos son la expresión escrita de los berrinches de un anciano que le grita al viento. Ese descubrimiento no me alegra el día cuando sucede, y suele abortar cualquier amago de aventura creativa. Me basta con releer esta entrada de mi diario, solo a la caza de erratas, para saber que otro año más no voy a escribir ni una sola línea de esos ensayos o relatos con los que a veces fantaseo. Por otro lado, ¿quién se iba a enterar?
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