Poesía

Sencillo equilibrio

‘Sencillo equilibrio’ es el último trabajo del poeta iraquí residente en España Abdul Hadi Sadoun

El poeta iraquí residente en España Abdul Hadi Sadoun

El poeta iraquí residente en España Abdul Hadi Sadoun / José Antonio Santano

José Antonio Santano

Cuántas veces nos habremos preguntado cómo conseguir el equilibro en nuestra vida personal y social. Esa voluntad de mantenernos seguros nace de la propia condición humana. Sin embargo, la vida nos lleva de un lugar a otro, sentimos y percibimos una realidad que no es siempre la deseada. Esa realidad es la que el poeta bucea, se adentra en ella con el empeño de transformarla. El poeta iraquí residente en España Abdul Hadi Sadoun (Bagdad, 1968), así se lo ha propuesto en este nuevo trabajo, Sencillo equilibrio. La mirada de Sadoun se abisma en las profundas aguas de la memoria, nada a contracorriente para legarnos una obra trascendente, capaz de abrir de par los corazones y hermanar poesía árabe y española en su fecunda esencialidad, en un «sencillo equilibrio», como así lo manifiesta su prologuista, Xosé María Álvarez Cáccamo: «La apariencia de equilibrada sencillez y naturalidad expresiva es el más evidente efecto del trabajo creativo de Abdul Hadi Sadoun en este nuevo libro de poemas, resultado de tensa voluntad constructiva, de un firme oficio de varias décadas como escritor en dos lenguas, el árabe y el castellano, y de la singular densidad de la experiencia emocional de la que surge la visión poética».

Sencillo equilibrio

Sencillo equilibrio / José Antonio Santano

La brevedad del verso unas veces, y otras el poema en prosa, nos acercan al territorio poético de Sadoum en este libro que aúna fuerza expresiva y contención en esa búsqueda del misterio, de la magia y lo desconocido, y lo hace a través de símbolos y con un lenguaje sencillo. En la primera parte, ‘Una revelación’, es el tiempo el elemento esencial de su discurso: «Hay un tiempo dotado de solera…Hay un tiempo para pensar en un vacío…Hay un tiempo para el propio tiempo… Hay una ceniza… Hay un fuego… En el fuego hay memoria, se ve la verdad sin obstáculo y no cabe detrás del después un después», sentencia el poeta. En la segunda parte ‘40 poemas’ predomina el verso corto, como un haikú, casi aforístico, determinante: «El yo / es el juego/ del que siempre / pierde»; otras veces la materia corpórea se muestra en su realidad trascendida, pueden ser los ojos, la boca, la cabeza, el rostro, una silla, quizá el silencio, un espacio vacío, la nada y lo absoluto: «Acróbatas / Un acróbata. / El espacio / es un recordatorio / anticipado / de las acrobacias / de la vida». Y, por último ‘Una soledad’, como en la primera parte, concluye el poeta con unos versículos que pretenden ser verdadera luz entre tanta oscuridad, el regreso a los orígenes, a la raíz misma de la existencia: «Como una idea explícita que te alienta a reconciliarte con lo que viene; Un grito que nadie oye… / Aquellos que buscan la luz en la oscuridad… // Vivir como un objeto prehistórico; Su tablilla cuenta las piedras de su cueva; Pinta libre, la jirafa de los alargados Sueños».

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