Anagrama

Louis-Ferdinand Céline Rabia y asco infinitos

Anagrama publica ‘Guerra’, una extraordinaria e inacabada novela inédita del autor de ‘Viaje al fin de la noche’, uno de los escritores fundamentales del siglo, siempre controvertido y visceral

Louis-Ferdinand Céline Rabia y asco infinitos

Louis-Ferdinand Céline Rabia y asco infinitos / José Luis G. Gómez

José Luis G. Gómez

No exagera Anagrama al calificar la publicación de este pequeño libro como un «acontecimiento literario», porque ‘Guerra’ no solo es una obra inédita de Louis-Ferdinand Céline, lo que justifica ya por sí solo ese calificativo, sino que es una gran obra inédita de Louis-Ferdinand Céline. Más allá de la rocambolesca historia de este manuscrito, abandonado por su autor en su desesperada huida de Francia tras la caída del Régimen de Vichy, en el que Céline colaboraba gustoso, estas páginas son dignas de situarse a la altura misma de ‘Muerte a crédito’ (1936), libro que escribió justo después de este. ‘Guerra’ comparte el mismo estilo visceral, arrebatador, nervioso, magnético y brutal de sus mejores momentos literarios, y eso es un regalo que muchos deseaban pero no esperaban.

«En medio de todo aquello no reconocí al suboficial. Sí reconocí, más lejos, uno de los caballos, con una cosa clavada detrás, un trozo de barra de remolque, cubierto de ceniza, aplastado contra uno de los muros de la granja que se derrumbaba a pedazos. Se habían visto obligados a precipitarse al galope entre los escombros, empujados por la metralla como si llevaran un cohete en el culo, nunca mejor dicho. Le Drellière había hecho un buen trabajo. Me quedé acurrucado en el mismo lugar. Era puro barro de obús triturado. En un momento habían caído al menos doscientos obuses. Muertos por todas partes. El tipo de los morrales había reventado como una granada, nunca mejor dicho, desde el cuello hasta la mitad del pantalón. En la panza ya tenía dos ratas bien gordas que se zampaban su morral de tronchos resecos». Puro Céline. Y este matadero humano que describe de forma tan escatológica como precisa en el arranque de ‘Guerra’ no resulta ser lo más crudo de este libro, porque lo peor para él llegará en la retaguardia, rodeado por los suyos, esos compatriotas a los que tanto desprecia y teme.

Una de las muchas mentiras que han construido la historia de la Francia contemporánea es que el país ganó la Gran Guerra. Basta con leer a Louis-Ferdinand Céline para saber que la Tercera República terminó en las trincheras del Frente Occidental. Toda su literatura nace de esa derrota, del rencor y la mezquindad que se apoderó del alma francesa, y que él supo escupir en unos libros rabiosos y crueles, marcados por el desprecio hacia todos y todo, y siempre con él mismo como primer destinatario de su asco inagotable. ‘Guerra’ suma más páginas a su proyecto literario: desnudar a Francia ante sí misma como una sociedad manchada de barro, sangre y semen, para revelar la falsedad de las convenciones sociales y morales de un país que se esconde en los ropajes de la victoria y la dignidad. Céline es un fracasado que se niega a que los demás no sepan que también lo son.

Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) no es un autor fácil, y no porque su estilo tan marcadamente oral pueda dificultar su lectura, muy al contrario porque las espirales enfebrecidas que son sus frases casi roban la conciencia del lector –en cambio, sí hacen casi imposible su traducción, esforzado mérito que siempre le hemos debido a Carlos Manzano y ahora a Emilio Manzano-. No, Céline no es fácil porque sus libros secuestran al lector hasta el punto hacerle compartir y entender lo que escrito por un autor menos hipnótico quizá le provocara rechazo y vergüenza. Céline nos lleva a un rincón oscuro que quizá ni supiéramos que existía hasta el momento de leerle. Sus libros son un viaje espiritual, una experiencia lisérgica en la que no descubrimos hermosos arco iris sino pozos negros en los que encontramos un reflejo de nosotros mismos que preferiríamos ignorar.

Qué diferente es compartir la experiencia bélica de Gerald Brenan, que reflejó con calma en ‘Diarios de la Gran Guerra’ (Confluencias, 2014), con la de Céline. Y es que la furia con la que Céline escribió estas páginas en 1932 nació del barro en el que cayó herido y del que nunca pudo limpiarse del todo. Al contrario que muchos otros escritores asociados al Régimen de Vichy, el autor de ‘Bagatelas para una masacre’ (1938) no se dejó llevar hacia el extremismo ideológico durante los años de Ocupación, sino que esa rabia le consumía desde que volvió desfigurado moralmente de la Gran Guerra. Él no pudo dejar nada atrás, como sí Brenan y otros compañeros de trincheras, sino que siempre tuvo presente los días en que nació la rabia que le transfiguró y nunca le abandonó.

Con ‘Guerra’, gracias a sus páginas rápidas en las que se mezcla lo cómico con lo trágico sin apenas respiro, somos ahora testigos de los primeros y horribles pasos del renacido Louis-Ferdinand Céline tras caer herido en el frente. Y no son pasos fáciles, de hecho él los recuerda como una pesadilla peor que la misma guerra. Igual que lo ruidos que le acompañaron por el resto de su vida, esos que habitaban en su cabeza como recordatorio permanente de su destrucción en el campo de batalla, los recuerdos de su recuperación nos ponen frente a un despojo humano que ya no reconoce la vida tal y como pudo ser antes, sino que siente que ha sido invitado a una fiesta perversa y grosera que no tiene hora de cierre.

¿Debe inquietarnos la fascinación que nace en nosotros al exponernos a la literatura de Louis-Ferdinand Céline? Quién sabe, que cada lector responda esa pregunta si quiere. Pero sí que debemos celebrar que esta obra inacabada pero ya perfecta haya sido recuperada y podamos así seguir sorprendiéndonos de la cruel tragedia que es vivir, porque por suerte solemos olvidarlo justo antes de dormir.

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