Novela

El abismo tiene rostro humano

‘Falsa liebre’, la primera novela de la mexicana Fernanda Melchor, anticipa sus obras posteriores, poseedoras de un sórdido lirismo tan atractivo como incómodo

La mexicana Fernanda Melchor.

La mexicana Fernanda Melchor.

Enrique Benítez

Enrique Benítez

El éxito de ‘Temporada de huracanes’ (2017, segunda novela de la escritora mexicana Fernanda Melchor (Veracruz, 1982), ha permitido a sus lectores en castellano acceder a toda su producción literaria, desde su tercera novela Paradais (2021) hasta su libro de crónicas Aquí no es Miami, original de 2013. Ahora llega a las librerías su primera novela, publicada cuando la autora tenía 31 años, que anticipa el universo ya conocido de la escritora: ambientes sórdidos, jóvenes sin esperanza, suciedad, violencia, oscuros sentimientos, vidas vulnerables.

Leyendo esta novela dura e incómoda, donde el amor filial se superpone con la búsqueda de cariño y las relaciones malsanas de dependencia, he recordado a Vaclav Havel, el dramaturgo checoslovaco que pilotó la transición a la democracia en su país, tras la caída del comunismo, que escribió en sus libros y memorias que su compromiso consistía en dar voz a los sin voz. Y eso es precisamente lo que hace Fernanda Melchor en sus novelas: abrir a los acomodados lectores occidentales, en Europa y los Estados Unidos, pero también en Hispanoamérica, la vida real de miles de jóvenes desahuciados de todo el mundo, carentes de familia, de trabajo, de amor, jóvenes que sobreviven como animales en un mundo oscuro, sucio y traicionero.

No hay concesiones en la literatura violenta de Fernanda Melchor, que nunca esconde lo más sórdido, lo más brutal. Sus obras transcurren en escenarios pobres y sucios, de tal manera que las descripciones de colchones mugrientos y ropas percudidas logran que, por un momento, seamos capaces hasta de imaginar su olor pestilente, de sentir cómo el aroma infecto de lo que ha dejado de lavarse y recibir la desinfectante luz del sol llega hasta nuestra cabeza. Las novelas de Fernanda Melchor nos describen una vida rodeada de miseria material y moral, una vida que quizás ni siquiera merezca la pena de ser así llamada, en la que personajes vulnerables tratan de sobrevivir a un horizonte de pobreza, maldad y carencias.

Lo más terrible de las novelas de Melchor es su credibilidad. Protagonizadas por jóvenes, chicos y chicas, muchachos que intentan acceder a la adolescencia o a la juventud rodeados de putrefacción, hay un hilo común en sus obras: la necesidad de afecto, el deseo de tener compañía, el sueño inalcanzable de poder llevar una existencia normal, no tanto en lo material y económico como en lo sentimental. Y es esa ausencia de gestos de cariño, de palabras envolventes, de familias protectoras, lo que empuja hacia abismos con rostro humano a sus personajes, tiernos, vulnerables, frágiles, que se arrojan en brazos de lo peor del ser humano en su búsqueda huérfana de cariño y afecto.

Fernanda Melchor

  • Falsa liebre
  • Editorial: Random House
  • Precio:18,90 €

Dedicada a su hermano

Melchor es una de las más destacadas representantes de la literatura contemporánea hispanoamericana escrita por mujeres, junto a las ecuatorianas Mónica Ojeda y María Fernanda Ampuero, las bolivianas Lili Colanzi y Gio Rivero, o las argentinas Mariana Enríquez, Selva Almada y Samanta Schweblin. Todas ellas aportan una mirada inédita sobre el horror y la violencia, sobre la a menudo brutal vida cotidiana de centenares de miles de chicas jóvenes en todo el mundo, sometidas a la dictadura del deseo masculino, de los prejuicios familiares y las violencias personales.

En el caso de Melchor, sus personajes sufren y hacen sufrir. Hay en sus libros sexo explícito y pasajes de difícil lectura. Momentos de inusitada brutalidad descritos con un sórdido lirismo que es ya una de sus señas de identidad. Asombra al lector la belleza con la que Melchor nos presenta lo más inhumano, lo más indescriptible. Es necesario respirar, entrecerrar los ojos, pensar una y otra vez que es ficción lo que estamos leyendo para poder seguir con el libro abierto. Pero también sabemos que todo lo que leemos es real, que en ese preciso momento está ocurriendo algo muy parecido en algún lugar del mundo: un niño que se entrega a su violador porque es el único que lo acaricia; un joven que echa de menos al amante pederasta porque ha prometido comprarle ropa y llevarlo a la feria; un joven padre de familia que se emborracha y se droga sobrepasado por sus prematuras obligaciones familiares; una pandilla que señala y acosa y maltrata a quienes se salen de la norma; unas jóvenes que se dejan utilizar sexualmente a cambio de unos tragos y un poco de droga; unos hombres siempre violentos sin otro pensamiento que el sexo y el alcohol; unas mujeres maduras que se sienten abandonadas y andan a la busca de compañías pasajeras, volcando en sus propios hijos su enfado con la vida; una galaxia de gente miserable sin sueños ni esperanzas ni horizonte ni cariño.

¿Es una literatura de perdedores? ¿Puede perder algo quien nunca ha poseído nada? ¿En qué momento se fueron al garete todas estas vidas prescindibles? Decía Orhan Pamuk que, para un novelista, la política no consiste en consagrarse a causas políticas, ni en afiliarse. Para un novelista, sostiene el premio Nobel, la política es algo que se origina en la imaginación, en la capacidad que tiene el autor de una novela para ponerse en el lugar del otro. Esta capacidad, sigue el escritor turco, le convierte no sólo en el descubridor de unas realidades humanas que nunca antes habían sido enunciadas, sino también en el portavoz de los que no pueden alzar la voz, de aquellos cuya ira no es escuchada, de la palabra oprimida, de lo inexpresado. Y en este sentido, hay más política en cualquier novela de Fernanda Melchor que en muchos tratados de académicos bien pagados elaborados desde los millonarios campus estadounidenses. Bienvenidos al mundo real, amigos.

En muchas partes del mundo, esas partes del mundo invisibles de las que escapa la gente, casi siempre rumbo a un norte promisorio, la vida se parece más a lo que nos cuenta Fernanda Melchor que a lo poco que leemos en los periódicos y vemos en los informativos. Así que la literatura que nos propone Melchor tiene, por supuesto, un componente político, en el sentido de las palabras de Pamuk. Además, la escritora mexicana describe ese universo oculto y sórdido con indudable maestría y sorprendente belleza. Cada página es un agujero oscuro que puede convertirse en una pesadilla. Cada capítulo es un viaje al horror de la maldad humana.

Llevados al límite, personajes y lectores se funden en un solo cuerpo. Es lo que hacen los jóvenes hermanastros Zahir y Andrik, físicamente, cuando los sorprende su tía Idalia y comienza Falsa liebre. Todo lo que viene a continuación es violencia, tristeza y asombro. Un libro para amantes de una literatura cada vez más escasa, alejada de la complacencia y capaz de revolver a los lectores en los cómodos sillones de su alicaído bienestar aburguesado y cobarde.

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