La Opinión de Málaga

La Opinión de Málaga

Memorias

André Aciman: lo que pudo haber sido y no fue

El autor de ‘Lejos de Egipto’ vuelve con ‘Homo irrealis’, una hermosa evocación que mira con nostalgia al pasado y transita por el territorio de los recuerdos para explorar aquellas cosas que sin serlo pudieron ser

André Aciman

Pocos idealizan el recuerdo con la bella nostalgia que lo hace André Aciman. Pocos saben convertirlo en hermoso material literario. Lo hizo con ‘Lejos de Egipto’, donde rememoraba su niñez e infancia como evocación de un paraíso perdido. Lo hace ahora con ‘Homo irrealis’, donde explora esos recuerdos y sucesos que pudieron ser, pero no fueron. En ‘Homo irrealis’, Aciman, con su brillante prosa, cultivada y cautivadora, rastrea los recuerdos de Proust, Pessoa, Cavafis o Freud y explora aquello que pudo haber sido y no fue, o sí fue, pero en el poderoso camino de la nostalgia.

Fiel a su estilo, todo aquel que llega a las páginas del libro vive en y para la estremecedora sensualidad de los momentos no consumados. Aquello que podría haber sido; entre lo que es y lo que no es; entre lo que ha pasado y lo que no pasará.

Esta serie de diecisiete ensayos apunta hacia el aire de nostalgia que impregna gran parte de las obras de André Aciman. Todos los ensayos de este libro están intercalados con narraciones autobiográficas que hacen que su escritura cobre vida. Combinando la estética, el arte y su experiencia vivida, Aciman describe recuerdos memorables de su vida como escritor, brindando información sobre su proceso creativo y su oficio. El libro se basa en todo, desde el cine hasta la poesía, ilustrando la forma en que Aciman concibe su propio trabajo en particular y el arte en general.

El libro se abre y se cierra con reflexiones sobre la poesía. La poesía es el principio y el fin. En el primero, ‘Bajo tierra’, habla de la sorprendente emoción que le producía la lectura de un poema de Patrick Phillips, ‘Cielo’, escrito en los vagones del metro de Nueva York. Lo cierra con el ensayo ‘Pensamientos inacabados sobre Fernando Pessoa’, donde Aciman regresa a la poesía por última vez solo para darle la vuelta a la magia de lo irrealis, dejando al lector, como hacen la mayoría de los buenos libros, reflexionando después de cerrarlo.

En Roma, a la sombra de Sigmund Freud quiere desentrañar esa fobia que el científico sentía por la ciudad. Pero lo cierto es que Freud, -reflexiona Aciman- por sus conocimientos de los clásicos y el arte antiguo, debía amar Roma mucho antes de conocer la ciudad. Al visitarla conocería la ciudad real y por eso temía que una visita tan deseada, se mezclara con la decepción. «Una vez visitada, Roma ya no conservaría el aura de la Roma no visitada». ¿Que elegir?

De la mano de Cavafis y su poema ‘El sol de la tarde’, revive aquella Alejandría, su Alejandría natal, que «ya no existe», pues la ciudad «siempre ha sido hija de la fantasía». Por eso Cavafis vio otra Alejandría. Cavafis «el alejandrino definitivo» vio una ciudad que ya no estaba. La escenificaba en su poema ‘El sol de la tarde’ en el que el poeta regresa a una antigua habitación donde hizo el amor cuando era joven. La casa ahora está irreconocible, habiéndose transformado en un espacio de oficinas. Pero los viejos detalles (la cama, la alfombra, las sillas, la mesa) regresan rápidamente a él. Así termina el poema:

«Una tarde, a las cuatro, nos despedimos

Para una semana nada mas (…) Pero, ay,

Esa semana duró para siempre».

Aciman nos habla de esas vidas malgastadas o desperdiciadas. De esas vidas que son como las de aquel hombre que tras una larga vida de casado, al enviudar, logra encontrar a la joven de la que se había enamorado cincuenta años atrás y consigue entonces vivir la vida que debió vivir.

De esas vidas que no transitan por el camino trazado sino por una senda improvisada a la que llaman vida, pero nunca será la vida de verdad. Y esas vidas no vividas no mueren necesariamente, aunque no prosperen y hay quienes, muchos años después, consiguen recuperarlas.

Recuerda la Alejandría de la que tuvo que huir con 14 años; cómo acabó odiando los último años allí y como irónicamente él y todos los huidos, al llegar a Francia, Italia o Inglaterra sufrirían «terribles calambrazos de nostalgia» por su tierra natal.

Le ocurrió igual con Francia cuando al llegar descubrió que no era el país amable y acogedor que había soñado, que esa Francia no era más que un mito, que nunca existió ni pudo existir. Pero tras varios años en el país, al mudarse a EEUU, la vieja Francia mítica y soñada surgió de nuevo en su recuerdo idealizado, es una Francia «que sigue ahí en alguna parte del camino entre Alejandría, París y Nueva York».

Con Marcel Proust rastrea a través de La Recherche lo que considera como algo central en el escritor: la añoranza y el anhelo y como sus personajes, al tener ya asegurado eso que desean (el beso, el encuentro físico con la persona amada) deciden aplazarlo, para seguir degustando, saboreando el presente, o porque después de anhelar algo durante mucho tiempo, puede que se resigne a creer que nunca lo deseó realmente. Marcel desea que lo inviten a la casa de los Swann y entrar en el círculo íntimo de Gilberta. Cuando por fin ese momento sucede, descubrimos a Marcel añorando el recuerdo de anhelar ser invitado a la casa de los Swann.

Aciman nos enseña como la escritura proustiana encuentra su razón de ser en la propia escritura y sirve de recordatorio de que el mundo de la escritura, de la ficción, en el que el narrador celoso busca refugio, es un reino que está muy lejos de ser ficticio: es tan real que puede ser tan despiadado y cruel con el amante celoso como el propio mundo del que huye.

Portada de Homo irrealis

Homo irrealis

Autor: André Aciman

Editorial: Alfaguara

Traducción: Núria Molines Galarza

Precio: 18,90 € 

Compartir el artículo

stats