Poesía

Arthur Rimbaud: más luz para la iluminación

Galaxia-Gutenberg publica, en versión de Miguel Casado y con ilustraciones de Frederic Amat, una de las ediciones más maduras y poderosas del poemario que apuntaló la modernidad

Arthur Rimbaud.

Arthur Rimbaud. / L. O.

Lucas Martín

Lucas Martín

No le habría hecho falta defender, por primera vez en la historia, el desarreglo sistemático de todos los sentidos. Tampoco inaugurar esa tradición macabra, de tanto recorrido en el rock y en la música popular, de convertir su vida en un escandaloso quebranto y un reguero de rastros perdidos para delectación de sus seguidores. Ni siquiera era necesario ensimismarse bajo una nube de hachís y de emanaciones de ajenjo, ni morir entre alucinaciones casi caninas y en la agonía que tan bien describe en La cuarentena su compatriota Le Clézio. Rimbaud habría sido posible sin Rimbaud, si es que es no resulta demasiado impertinente separar su aportación literaria de su alborotada biografía. El carácter de un hombre es su destino, escribió Heráclito. Y si es difícil aseverar qué habría sido del Rimbaud hombre sin todos los excesos por los que supuraba su talento de artista, parece más sensato sostener, y más a estas alturas, que su obra habría acabado encontrando la misma acogida universal, aunque fuera a cuenta de los desvelos de uno de esos ratones de biblioteca que de vez en cuando aparecen para ponernos sobre la pista del tótem y esporádicamente salvarnos del despotismo de las modas y del olvido.

Calificado desde muy pronto de niño prodigio -Víctor Hugo dijo de él que era una suerte de Shakespeare en miniatura-, Rimbaud cultivó, quién sabe si a su pesar, una leyenda agigantada por su retirada prematura de Europa y de la literatura. En apenas cinco años, y sin que eso fuera óbice para granjearse una fama cadaverina, aderezada con genialidades y salidas de tono y peleas tan sonadas como las que llevarían a la cárcel a Paul Verlaine, su viejo amante y amigo, el poeta de Charleville dejó un par de libros que transformaron para siempre la historia de la poesía. El último de ellos, Iluminaciones, escrito entre 1873 y 1875 en sus idas y venidas de Londres -primero al lado de Verlaine y después de German Nouveu, otro personaje entre brumas- publicado sin que el propio autor tuviera constancia de su impacto, justo cuando andaba enredado en sus negociados turbios en África y en mitad de un silencio que, como diría Gelman, acabaría por destrozarle los tímpanos al mundo. Un título que forzosamente tuvo que representar para sus contemporáneos lo mismo que un estacazo en la nuca, tan novedoso, inflamado y fulgurante que todavía hoy se puede leer como si fuera el producto de la más actual y acabada refinería de vanguardia. Con la diferencia de que, más que un epígono, se trata de una suerte de piedra roseta de la modernidad de la poesía, con una sombra tan alargada que no sólo asoma en los surrealistas sino también en la dicción de autores como Octavio Paz y Ashbery -acaso el más afrancesado y americano a la vez de los poetas estadounidenses-.

Un título como Iluminaciones, que tanto ha significado para algunos en nuestra formación humana y bibliófila, exige ediciones que de tanto en tanto no sólo nos recuerden su excitante y misteriosa jerarquía, sino que consigan multiplicar sus efectos, haciendo del significante y del significado justo lo que aquel joven francés que prácticamente dejó de escribir a los veinte años le habría gustado instilar en cada una de sus imágenes: la palabra aumentada y liberada del estancamiento y de sus provisiones semánticas. El terreno salvaje de las sugerencias, de lo innominado, de la música. Algo que pocas veces se ha logrado en el mundo hispanohablante con tanto acierto y determinación como en la reciente edición ilustrada de Galaxia-Guttenberg; un libro de bellísima factura en formato bilingüe que actualiza y recupera la traducción de Miguel Casado -acaso la más conseguida, junto a la de Cintio Vitier- y agrega las expansiones creativas de los dibujos de Frederic Amat, que tienen la rara cualidad de emerger desde dentro del poema, siendo más que una relectura, una formulación aneja y temperamental de los lugares en sombra que ilumina el propio texto. Atributos, todos ellos, que convierten a esta edición en uno de los títulos del año en cuanto a clásicos se refiere, reconduciendo la mirada hacia un conjunto de poemas -la mayoría en prosa, aunque también los primeros en verso libre de la lengua francesa- que fueron toda una revolución social: una de las reivindicaciones pioneras de la juventud y de una manera perpetuamente insatisfecha de percibir y sentir la vida. Un ojo y un poeta que exigía más a la experiencia y a la poesía y que añadía a fórmulas novedosas -la importancia de los sueños, las alucinaciones- una voz personalísima y ambulatoria, profusamente sensorial y a la vez eternamente joven en el modo de decirse a sí misma y de la animación de la idea. Iluminaciones habla de destrucción, de angustia, de rabia, de desacoplamiento. Y es, en suma, un canto esencial y personalísimo, cuyos ecos rondan nuestras cabezas y puede que también lo más depurado de nuestra cultura. Incluido todo lo que nunca podremos arrojar por la ventana, aunque sea en tiempos de difuminación del lenguaje y de los asesinos.

ArthurRimbaud: más luz para la iluminación

Portada del poemario de Rimbaud. / L. O.

Arthur Rimbaud

  • Iluminaciones
  • Editorial: Galaxia Gutenberg
  • Traducción: Miguel Casado
  • Ilustraciones: Frederic Amat
  • Precio: 39,00 euros

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