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Triste tigre

Durante su infancia, la escritora Neige Sinno sufrió abusos sexuales por parte de su padrastro. En esta obra desgarradora nos acerca  a su sufrimiento

Imagen NEIGE SINNO

Imagen NEIGE SINNO / L.O.

Juan Gaitán

Juan Gaitán

Quienes tuvimos la suerte de tener una infancia, la inmensa fortuna de que nadie la rompiera, tenemos un serio problema a la hora de enfrentarnos a obras como la que hoy reseñamos, ‘Triste tigre’, de Neige Sinno. Durante doscientas cuarenta y dos descarnadas páginas nos enfrentamos al relato de los abusos sexuales cometidos contra la autora, cuando era una niña, por su padrastro. Comprendemos, no sin dolor, que la violación lo mancha todo. Toda la vida, todos los recuerdos, el presente y también el futuro. No solo lo mancha, lo destruye.

¿Por qué resultan tan incómodas de leer este tipo de obras? Porque es complejo identificarse con la víctima si no has sido víctima, porque es imposible acercarse a su dolor, por más empático que se sea. Igualmente, si no eres un monstruo resulta imposible identificarse con el agresor. La posición del lector es, definitivamente, muy incómoda, porque asiste, consternado, a una serie de hechos que ocurrieron (que ocurren, en presente, ante tus ojos) sin que pueda hacer nada por evitarlo.

La autora utiliza en varias ocasiones el término «autobiografía» para referirse a esta obra. Realmente lo es, claro que lo es. Es un texto autobiográfico, la narración de un periodo de su vida y las consecuencias que le acarreará aquella terrible situación vivida en su infancia. Pero, como en todo texto autobiográfico, dos son los problemas principales con los que se enfrenta la autora: la plasmación del yo y el trasvase de la vida al cauce estructural narrativo. Es casi unánime la opinión entre los teóricos de la literatura de que son dos las instancias del yo puestas en juego en la escritura autobiográfica: el narrador autobiográfico y el protagonista autobiografiado. Sin embargo, yo entiendo que existen tres versiones del «yo» puestas en juego al mismo tiempo: el «yo autor», el «yo narrador» y el «yo personaje».

Ahí está la clave de lectura de este libro. Neige Sinno, autora de novelas, cuentos y ensayos, tiene el acierto de difuminar hasta casi hacer desaparecer el « yo personaje» y el «yo autor» para centrar el texto en el «yo narrador». Para ello utiliza diferentes técnicas. Fundamentalmente, el estilo literario tiende al laconismo. Utiliza mayoritariamente la frase breve, la habitual en los informes. Con ello pretende alejarse un tanto de lo emotivo, dar un toque documental a la narración de su propia tragedia. Es un ejercicio dificilísimo, pero lo logra meritoriamente. Acaso, con la distancia pacificadora de los años. Pero con rabia, con mucha rabia.

No obstante, todo texto autobiográfico carga inevitablemente con la culpa de la recreación. De hecho, algunos autores, como De Man, rechazan el potencial de la escritura autobiográfica porque siempre hay lo que llamará «construcción figurada». Toda autobiografía se basa en el pasado, pero el pasado es una ilusión creada por la mente del artista, y todo lo relatado va a estar siempre determinado por la subjetividad del autor. Así lo asumirá, también, la propia autora (página 46): «Amigo lector, amiga lectora, ahí te va algo que tengo que reconocer, pues lejos de mí el deseo de engañarte: cuidado con mis palabras, siempre llevan máscaras. No tomes este texto en su conjunto como una confesión. No hay diario íntimo, no hay sinceridad posible, no hay mentira tampoco. Mi espacio no está entre estas líneas, no está en ninguna parte, solo existe dentro de mí».

En todo caso, el autor de autobiografía ha de seleccionar de los elementos de su experiencia pasada aquellos que, con la distancia (temporal y espacial), han adquirido la categoría de esenciales, pues determinan una parte de su existencia. Entonces una autobiografía es, sobre todo, el arte de escoger aquellos acontecimientos que marquen un espacio y un tiempo, aquellos que son capaces de representar, de sintetizar y de dar explicación al conjunto de todos ellos.

Desde esa perspectiva Sinno nos acerca a una historia horrenda en la que ella misma trata de encontrar las claves, las explicaciones. ¿Por qué le tocó? Incluso llega a señalar las «razones» del agresor, expresadas durante el juicio y también a la propia niña de la que abusaba. Así, en la página 22 podremos leer: «Mi padrastro nunca pronunció la palabra violación. Incluso ante el jurado que lo condenó por ese delito, sostuvo que se trataba de otra cosa».

Y más adelante se preguntará (página 41): «¿Cómo puede una niña atraer la mirada de un hombre? ¿Qué es lo que ve cuando la mira? ¿Qué puede haber de erótico en un pequeño ser con costras en las rodillas, que aún no ha mudado todos los dientes? La inocencia: eso es lo único que hay que ver. Y lo que atrae quizás sea simplemente la posibilidad de destruirla».

Ese es, sin duda, el eje de todo. La violencia sexual no es sexo. Es dominación. Es sobre todo violencia. La autora recurrirá a una frase de Óscar Wilde para explicarlo (página 107): «Todo en el mundo tiene que ver con el sexo, excepto el sexo», para señalar a continuación: «me parece que da en el clavo. La gran mayoría de los abusos sexuales a menores tienen más que ver con el poder que con el sexo (…) el sexo es una herramienta de dominación por encima de todo. Los niños lo saben bien aunque les sea difícil explicarlo». Y, un poco más adelante, incidirá en la cuestión haciendo referencia a un artículo de Nicolas Estano, psicólogo, quien explica que «la violación, en lugar de ser principalmente una expresión de deseo sexual, consiste más bien en el uso de la sexualidad para expresar cuestiones de poder o de ira».

Un detalle no poco importante. La autora recurre al tiempo presente para hablar de las violaciones. Es evidente que eso no pasó, sino que continúa sucediendo: «porque yo nunca salí de allí. Siempre está presente. Soy yo, y es ahora» (página 55). Es de agradecer que Sinno nos muestre la parte más íntima de la violación sin necesidad de recurrir a los detalles morbosos. Pero, aún así, es imposible no salir dañado de la lectura de este libro, de la constatación de que los monstruos existen y están entre nosotros. 

Triste tigre

Autor: Neige Sinno

Traducción: Neige Sinno 

Editorial: Anagrama

Páginas: 256 páginas

Precio: 19,90 €

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