Editorial Lumen

Simone Veil, testigo de la memoria del Holocausto

La ex presidenta del Parlamento Europeo y ex ministra de Francia cuenta su vivencia en campos de exterminio de la II Guerra Mundial con ‘Solo la esperanza calma el dolor’

Simone Veil

Simone Veil / L.O.

Santiago Ortiz Lerín

Santiago Ortiz Lerín

El 30 de marzo de 1944 una patrulla de la Gestapo detiene en una calle céntrica de Niza a una adolescente judía de apenas dieciséis años. El jefe de estas redadas antisemitas en esta ciudad de la Riviera francesa es el capitán de la SS Alois Brunner, responsable del asesinato de ciento treinta mil judíos y ayudante del genocida Adolf Eichmann. El nombre de soltera de esta joven es Simone Jacob, más conocida posteriormente como Simone Veil (Niza, 1927 - París, 2017), y que fue presidenta del Parlamento Europeo, ministra de la República francesa, y Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2005. Tras la detención, Veil y su familia serán enviados a campos de concentración y de exterminio nazis (Drancy, Auschwitz-Birkenau, Bobrek, Bergen-Belsen, o Ravensbrück), de los que no todos regresarán con vida al finalizar la guerra. La liberación de Auschwitz cumple su ochenta aniversario el 27 de enero, uno de los lugares más infernales de la historia de la humanidad. Con este motivo la editorial Lumen publica este libro testimonio del Holocausto ‘Solo la esperanza calma el dolor’, con el que Simone Veil recuerda su experiencia de la Shoah, el término hebreo con el que se recuerda el asesinato de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, y con el objeto de que no se caiga en el olvido por posturas negacionistas ante uno de los mayores crímenes de la historia.

Catherine Berstein, directora de televisión, entrevista en 2006 a la testigo 101 de las memorias del Holocausto. Es Simone Veil. La Foundation de la Mémoire de la Shoah y el INA (Instituto Nacional Audiovisual) encargan a la historiadora y periodista Dominique Missika reunir testimonios de quienes vivieron estos hechos y que aún entonces permanecían con vida. En este libro se recoge el testimonio de Veil, la transcripción de la entrevista, de sus recuerdos desde antes de la llegada de la invasión nazi hasta la Costa Azul, cuando aún era una niña. Simone Veil contextualiza la situación, su familia es judía no practicante de clase media, pero poco a poco va a menos por la situación de la guerra. Hay una anécdota con la que Veil muestra la situación, pues hasta los diez años no conoció qué era el Yom Kipur (día sagrado para el judaísmo), cuando su abuela se sorprende de que la niña hubiese comido chucrut con cerdo en lugar de guardar ayuno, es decir, que era una familia laica de ascendencia judía. Su padre era arquitecto, un hombre preocupado porque sus hijos cultivasen el hábito de leer en una época en la que los nazis quemaban libros proscribiendo a sus autores, como se recuerda en la llamada quema de libros de Berlín organizada por el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels.

Sólo la esperanza calma el dolor

  • Simone Veil
  • Editorial: Lumen
  • Traducción: María Lidia Vázquez Jiménez
  •  76pp. 
  • Precio: 18,91 €

En abril de 1944 el convoy 71, un tren con 1.480 personas, sale de Francia con un destino aciago, los campos de concentración. Simone Veil, su madre, y una de sus hermanas, que permanecen juntas, llegan de madrugada a un punto donde el tren se detiene, ven personas con pijamas de rayas, escuchan ladrar perros, hacen fila bajo unos focos, y frente a ellas se halla el camino a un crematorio. Cuando los deportados preguntan por sus familiares y les señalan las columnas de humo, piensan que les mienten, pero ese lugar al que acaban de llegar se llama Auschwitz, un nombre que para los lectores no harán falta más explicaciones. El 78.651 es el número que tatuarán a Veil en su cuerpo. Durante su estancia en el campo se encuentra con el sórdido médico de las SS Josef Megele, que habrá de practicarle una revisión. El horror de los campos de exterminio fue inimaginable, es decir, pasar de una vida cómoda en el sur de Francia a un campo con tifus, piojos, humillaciones, trabajo propio de esclavos, y personas condenadas a morir masivamente en cámaras de gas.

Simone Veil recuerda la diferencia de trato que ella conoció al terminar la guerra entre los deportados que fueron miembros de la resistencia y los deportados que eran judíos. Para ella su mayor temor era la banalización de lo que ocurrió. Este testimonio es la vida real de una superviviente, su recuerdo de lo que vivió de manera directa y la naturalidad de una conversación oral transcrita en este libro. ¿Cómo pudo ocurrir todo lo acontecido en países desarrollados y democráticos del siglo XX? ¿De dónde proviene el odio feroz que azotó el mundo en aquel momento? La lectura de este libro sirve para no perder conciencia de lo que una vez ocurrió y fortalecer los valores de la democracia ante crímenes cometidos contra la humanidad. El mismo año en que finalizó la Segunda Guerra Mundial se creó la Organización de las Naciones Unidas, y tres años después se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, sin embargo, Simone Veil sentía una obligación, que estos crímenes no fuesen olvidados a pesar de la reconciliación de los países europeos, pues Veil nos deja la lección de no olvidar unos hechos atroces con el objetivo de que no vuelvan a repetirse.

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