Alianza

Encanto implacable: periodismo en la ciudad de las estrellas

Alianza inicia la recuperación de la obra de Oriana Fallaci con ‘Tan adorables. Miss Fallaci a la conquista de América’, unas crónicas sobre el Hollywood de los años 50 con mucho acento femenino

Oriana Fallaci con Alfred Hitchcok.

Oriana Fallaci con Alfred Hitchcok. / L.O.

José Luis G. Gómez

José Luis G. Gómez

«He traído a Hollywood una maleta llena de espaguetis para Sofía Loren. Se los he traído desde Roma, me los había dado su madre, y creo que pocos acontecimientos de las últimas semanas han emocionado tanto al frívolo suburbio de Los Ángeles como la noticia de que una periodista italiana le ha traído espaguetis a Sofía». Con ese descaro implacable escribía una joven Oriana Fallaci sobre el Hollywood de los 50. Porque muy lejos de mostrarse fascinada y deslumbrada por la luz californiana de las estrellas del cine, esta periodista se sabía llamada a más que a ser una cronista de sociedad, así que se movió entre leyendas como James Dean, Yul Brynner, Ava Gardner, Ingrid Bergman y Marilyn Monroe, entre otros, como si solo fuesen los personajes secundarios de su propia película.

Tan adorables’ (Alianza, 2025) reúne las fantásticas crónicas que la periodista Oriana Fallaci escribió entre 1954 y 1959 para ‘L’Europeo’, todas ellas dedicadas a los habitantes más inaccesibles de Hollywood. Y aunque ella aún no era la estrella internacional que llegaría ser, ya se comportaba como la Fallaci que logró inspirar a varias generaciones de futuros periodistas: valiente, descarada, incisiva y muy observadora. Leyendo estas páginas te quedas con la sensación de que no hubo secreto que no supo desvelar ni lugar al que no pudiera acceder. Fallaci era tan temible como encantadora. Y gran parte del respeto que supo ganarse se debe a la extraordinaria calidad de su trabajo.

Oriana Fallaci (1929-2006) entrevistó a los principales personajes de su época, y a muchos de ellos los acorraló y enamoró casi al mismo tiempo, y como corresponsal cubrió gran parte de los conflictos cruciales de la segunda mitad del siglo XX, desde Vietnam a Oriente Medio hasta ser testigo del atentado contra las Torres Gemelas en 2001. No fue jamás ajena a las polémicas, porque Fallaci era independiente de una manera incuestionable e insobornable -pocos entendieron sus trabajos sobre el mundo islámico y sus repercusiones negativas. Merece un aplauso el empeño de Alianza por recuperar su obra, tarea que han comenzado con la publicación de ‘Un hombre’ y este divertido ‘Tan adorables’.

Lo que podrían ser crónicas insustanciales pero amenas, al fin y al cabo es lo que quizá esperaban en el semanario ‘L’Europeo’ de su especialista en asuntos de sociedad y espectáculos, se convierten en manos de Fallaci en una disección de un estilo de vida, el de las estrellas, y de un mundo, el último pero ya decadente gran Hollywood de los 50. Fallaci sabe reptar por las rendijas que encuentra en las muralles que protegen a las grandes leyendas del celuloide, y consigue humanizarlas; pero no lo hace de manera que destruya la ficcion que las agiganta sino que enrique su ficción: en sus manos son personas como sus lectores, aunque siguen siendo personas extraordinarias, como quizá lo seamos todos. Aquí no hay cotilleos, aunque se nos desvela el gran secreto: son seres de carne y hueso, vulnerables y dotadas de esa chispa con la que se construyen los sueños.

«Si la muerte no fuera un asunto irremediable y grave incluso para alguien como él, que disfrutaba tomándole el pelo, y si su asunción entre los ángeles no fuera algo dudosa, nos gustaría pensar en un Errol Flynn que, asentado sobre una nube, echa un vistacito rápido a su funeral y luego sigue, con una sonrisa de asentimiento, las frases hipócritas con las que lo conmemoran. El funeral de la estrella más coherente y lapidada de Hollywood tuvo lugar el domingo 18 de octubre de 1959 en el cementerio de Forest Lawn, lugar donde están enterrados los difuntos más afortunados del mundo, desde Rodolfo Valentino hasta Jean Harlow, y donde la idea de la muerte está abolida», escribió Fallaci sobre la muerte de Errol Flynn, una de sus últimas páginas antes de iniciar otra fase de su carrera. Esta es ya la Fallaci que conocemos y admiramos.

Merece la pena destacar que son las mujeres las grandes protagonistas de ‘Tan adorables’, en especial Ava Gardner y Marilyn Monroe. Esto es así hasta el punto que escribe sobre Frank Sinatra, Arthur Miller o Gregory Peck, solo porque le sirven de aproximación a esas grandes mujeres, reduciéndoles a ellos a meros puentes con los que acceder al verdadero misterio que le intriga. «Ningún periodista, me repetía con educada insistencia, entra jamás en casa de los Miller; tenía que considerar esa excepción que habían hecho conmigo como un raro privilegio. Miller es un buen hombre, respondió a todas mis preguntas: por amor de Dios, no es que yo abusara de él preguntándole cosas indiscretas. Asentía sin escucharlo, absorta mirando la ropa de Marilyn que podía entreverse en un armario abierto. Había dos abrigos de visón y el vestido de lentejuelas que Marilyn había lucido en Londres para el estreno de la película con Laurence Olivier. Al lado de un sombrero de Miller había un sombrerito suyo: de paja blanca, con cintas rojas. Estaba saboreando una enorme revancha. Dos años antes, mientras estaba en Nueva York, había vivido una divertida aventura por culpa de Marilyn. Quise entrevistarla y no pude». Si eso no es compromiso feminista quizá nada lo sea, Y no son menos interesantes los perfiles que dedica a Audrey Hepburn e Ingrid Bergman.

Hay que volver a leer a Oriana Fallaci. La periodista italiana sigue siendo una de las mejores respuestas a la pregunta «¿qué es el periodismo?».

Tan adorables

  • Oriana Fallaci 
  • Editorial: Alianza
  • Traducción: Carlos Gumpert
  • Precio: 23,95 €
  • 336 páginas
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