Ensayo

Cambio climático: no todo está perdido

Hannah Ritchie insufla esperanza respaldada en datos en su ensayo ‘El mundo no se acaba’

Hannah Ritchie

Hannah Ritchie / L. O.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Que nadie busque el pedigrí negacionista a la británica Hannah Ritchie, investigadora senior del Programa para el Desarrollo Mundial de la Universidad de Oxford y experta en datos medioambientales, además de directora de divulgación científica de la prestigiosa publicación online ‘Our World in Data’. Al contrario, si algo recalca en su ameno ensayo ‘El mundo no se acaba’, publicado por Anagrama, es que el cambio climático es una realidad insoslayable.

Lo que también deja claro la investigadora es que la Humanidad no está con un pie en el precipicio, como anuncian algunos agoreros, porque todavía hay margen para cambiar las cosas y de hecho, como resalta el subtítulo de este sugerente estudio, podemos convertirnos «en la primera generación en construir un planeta sostenible».

¿A qué viene este optimismo con una Tierra en la que la codicia, la deforestación del Amazonas y el negacionismo ganan enteros y hasta elecciones? Pues en datos contrastados, porque en este estudio, fruto de diez años de trabajo, hay datos en grandes proporciones que, bastantes veces, ponen en duda sólidos tópicos medioambientales que, remarca la investigadora, lo único que hacen es deprimir al personal y convencerle de que cualquier cosa que haga contra el cambio climático será en vano.

Con un estilo muy ágil y divulgativo y, sobre todo, con una organización prusiana muy clarificadora del contenido, ‘El mundo no se acaba’ pretende, por un lado, insuflar esperanza y, por otro, que los lectores y responsables políticos no se duerman en los laureles sino que se pongan a trabajar, en la medida de sus posibilidades, con la ingente batería de medidas que propone Ritchie en los campos más diversos.

El ensayo se articula en siete grandes capítulos que abordan los principales problemas medioambientales con los que tiene que bregar la Tierra y quienes la habitamos: contaminación atmosférica, cambio climático, deforestación, alimentación, pérdida de biodiversidad, plásticos marinos y sobrepesca.

¿Qué hacer?, Hannah Ritchie defiende que hay que ver todos estos retos como «oportunidades para progresar», porque en muchas cuestiones los grandes números lo que evidencian es que numerosos países empiezan a ponerse las pilas; mientras que otros, sencillamente están pasando por las mismas fases por las que pasaron los hoy desarrollados, sólo que los avances técnicos facilitarán que ese cambio -por ejemplo, hacia las energías limpias o hacia una agricultura menos depredadora de bosques- sea más rápido que el que en el pasado experimentaron naciones como Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos.

Pero sobre todo, lo más sugerente de esta obra, aparte de esa mirada a los problemas como una oportunidad para encarrilar el mundo, es el mencionado derribo de creencias falsas medioambientales. Unas cuantas pinceladas: «en muchas partes del mundo, el aire que respiramos es el más limpio que ha habido en miles de años»; el Amazonas no es una fuente vital de oxígeno para el globo terráqueo sino de biodiversidad; el plástico reciclado no elimina el problema de la contaminación, «solo retrasa un poco el proceso».

Y también resulta gratificante una mirada nada complaciente al mundo desarrollado, en cuanto que también estas naciones fueron en su día importantes fuentes de problemas medioambientales -empezando por la contaminadísima Londres de 1900- así que no hay que culpabilizar a los que están en vías de desarrollo. En suma, aire fresco, nunca mejor dicho, en este examen al mundo que nos plantea deberes, sí, pero que también nos ofrece algo de optimismo.

El mundo no se acaba

Autora: Hannah Ritchie

Editorial: Anagrama

Traducción: Francisco J. Ramos Mena

Páginas: 472

Precio: 24,90€

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