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Anne Tyler encuentra la esperanza y el perdón

La gran narradora de Baltimore entrega con la breve ‘Tres días de junio’ (Lumen, 2025) una de sus novelas más felices, con un hermoso final de redención, sin dejar de ser fiel a sí misma

Anne Tylor

Anne Tylor / L.O

José Luis G. Gómez

José Luis G. Gómez

Anne Tyler (1941) mantiene ese pacto no escrito con sus lectores de seguir escribiendo a un ritmo impropio de una escritora que cumplirá 84 años en unos pocos meses. Que lo haga, debe ser celebrado por cualquiera que disfrute de novelas plagadas de pequeños detalles en los que perderse y verse inmerso, ricas en brillantes observaciones del comportamiento humano y tan cercanas como la conversación con un buen amigo. Así son las novelas de Anne Tyler, y ‘Tres días de junio’ (Lumen, 2025) lo vuelve a reafirmar. Estamos delante de otra muestra del enorme talento de la que sin duda es una de las voces más persistentes y personales de la literatura estadounidense del último medio siglo. 

‘Tres días de junio’ resulta tan familiar como cualquiera de las novelas que Tyler ha escrito desde ‘Buscando a Caleb’ (1975) o ‘Reunión en el restaurante Nostalgia’ (1983). Hace medio siglo que la gran narradora de Baltimore alcanzó la madurez, y desde entonces, todas sus obras son tan reconocibles como únicas. En esta ocasión, nos encontramos con una de sus entregas más breves, no llega a las 200 páginas, y también con una de las más esperanzadoras. Pero que no teman sus más fieles lectores, todas las claves propias de Tyler siguen aquí, aunque en esta ocasión no se crucen con la tragedia.

"Gail Baines ha tenido un mal día. No está segura de si ha dejado su trabajo de forma voluntaria o si la han echado. Es la víspera de la boda de Debbie, su hija, y esta no ha tenido la delicadeza de invitarla al día de spa organizado por su futura consuegra. Para terminar de rematar todo, su exmarido Max se ha instalado en su casa sin avisar, cargado con un gato y sin tan siquiera un traje para asistir a la boda. Pero la verdadera crisis llega cuando Debbie les confía un secreto, del que acaba de enterarse, sobre su futuro marido, que podría dar al traste con el enlace, además de remover el pasado de Gail y Max". Esta es la sinopsis de ‘Tres días de junio’, breve narración que recoge los sucesos de esos tres días del título, pero que como es tan propio de Tyler no renuncia a elaborados flashbacks ni al escrutinio minucioso de los comportamientos de sus personajes, esos seres tan peculiares pero reales que suelen poblar su narrativa.

Que Tyler consiga que nos sintamos unidos a la protagonista de ‘Tres días de junio’ ya desde la primera página puede ser la mejor prueba de lo magistral de su escritura: un hábil mecanismo perfeccionado con los años para decir mucho con muy poco. Con esa economía sorprendente tan suya nos da lo justo, y de la forma más aparentemente casual, pero nada en sus libros es fortuito -ni tan siquiera las desgracias con las que suele construir el camino de sus personajes-. La gente ya no da golpecitos al reloj; curioso, ¿verdad? Me refiero a los relojes de muñeca normales. ¿A que antes la gente siempre les daba golpecitos con los dedos? Mi padre, por ejemplo. Tenía un reloj Timex con la esfera tan grande como una moneda de cincuenta centavos, y siempre que mi madre lo hacía esperar fruncía el entrecejo, miraba el reloj y le daba un toquecito. Ahora que lo pienso, supongo que quería decir: "¿Cómo es posible que sea esta hora? ¿En serio es tan tarde? Pero cuando era pequeña, imaginaba que intentaba hacer que el tiempo transcurriera más rápido para que mi madre apareciera delante de nosotros en ese mismo instante, ya con el abrigo puesto, como en una película a cámara rápida". Todos elogiamos la capacidad de Tyler como creadora excepcional de diálogos naturales, pero que nadie olvide la manera sutil e invisible de presentar a sus personajes, porque merece un aplauso casi mayor. De alguna manera, con el uso de esos recursos e intenciones, Tyler demuestra a las claras haber sido una lectora ávida y perspicaz de Francis Scott Fitzgerald.

Algo hosca, muy reservada, poco hábil en el trato social, solitaria y portadora de un secreto vergonzoso: así es la Gail Baines de ‘Tres días de junio’ -un personaje muy Anne Tyler, claro-. A su alrededor se mueven los demás personajes de la novela -solo Max, su ex marido tiene tanta entidad como ella. Y sí, de nuevo la familia y un matrimonio, esta vez fracasado en forma de un lejano divorcio, son las claves y los motivos de esta narración -bueno, en realidad de dos matrimonios, contando el de la hija de Gail-. Eso sí, la traición y el perdón son los verdaderos temas, y Tyler elude cualquier subrayado, como siempre en sus novelas. Aunque qué importa eso cuando lo que de verdad buscamos y disfrutamos muchos de sus lectores es la capacidad de observación de Anne Tyler, digna heredera de las enseñanzas del sociólogo Erving Goffman. Por supuesto, Tyler vuelve a narrar con un realismo tierno, uno de sus rasgos de estilo, y armada con una mirada penetrante que parece traspasar el alma humana.

La empatía de Tyler con sus creaciones es algo que sus lectores agradecen y respetan, y en ‘Tres días de junio’ fructifica en uno de los finales más felices de su carrera -no es la primera vez, ya regaló antes felicidad y sosiego a otros personajes-. Tyler es una escritora delicada, sencilla y respetuosa. Así son sus novelas. Así es ‘Tres días de junio’. Quizá no nos encontremos ante su mayor obra, quizá ese título ya nada se lo arrebate a ‘Ejercicios respiratorios’ (1988) o ‘El turista accidental’ (1985), pero sí que se trata de una de sus piezas más encantadoras y con la que continúa una racha que en los últimos diez años nos ha dejado seis novelas. Tenemos mucha suerte de tener a Anne Tyler. 

Tres días de junio

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Autor: Anne Tyler

Editorial: Lumen

Traducción: Ana Mata Buil

Páginas: 192pp

Precio: 18,91 €

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