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Retrato de amistad de Almudena Grandes

En un despliegue de amistad y cariño, Rafael Reig narra en ‘Lo que sé de Almudena’ un mundo de anécdotas, situaciones y peripecias vividas junto a Almudena Grandes que tratan de acercarnos no tanto a la escritora como a la mujer vitalista y mundana que tenía como gran pasión la literatura

Imagen Rafael Reig

Imagen Rafael Reig / L.O

Francisco Recio

A tres años y medio del fallecimiento de Almudena Grandes la huella de su memoria sigue firme y los recuerdos a su persona siguen permitiendo mantener viva la personalidad arrolladora de Almudena, su gran aportación a la literatura española y su legado la misma que pervive en otros escritores.

Recientemente se ha estrenado el documental ‘Almudena’ dirigido por Azucena Rodríguez, que muestra algunos momentos de la vida de la autora, narrados por ella misma y por su marido Luis García Montero, además de contar con las voces de sus hijos o amigos.

Y nos llega ahora ‘Lo que sé de Almudena’ un hermoso regalo literario donde su amigo Rafael Reig rinde homenaje a su amiga y maestra y con ese tono humorístico y proverbial que caracteriza la escritura de Rafael nos relata un conjunto de peripecias, anécdotas y situaciones vividas por ambos. Con ellos nos acerca a esa Almudena mundana y desprovista de oropeles que lo mismo preparaba un montaje de un episodio de El Quijote para la fiesta escolar de sus hijos, que preparaba unas paellas monumentales o sus legendarias croquetas.

Rafael y Almudena, más que amigos, eran colegas. Él mismo lo señala al inicio del libro: "Vaya por delante, para que no haya malentendidos, que nunca fui amigo de Almudena ni de Luis. Por varias circunstancias nos vimos muy a menudo, pero rara vez nos llamábamos. Quería mucho a Almudena y sigo queriendo a Luis. Aprendí muchas cosas de ambos y de su generosidad alegre y desproporcionada. Pero sus amigos íntimos eran otros".

El libro va más allá de esas anécdotas particulares vividas por ambos y Rafael Reig entra también aunque de puntillas en los entresijos de la narrativa de Almudena. Elogia su estilo y lo que él llama la "carpintería narrativa" de Almudena, que se sostiene en una elaborada administración del tiempo o tiempos narrativos, consiguiendo el desafío de contar hechos que se producen simultáneamente de forma sucesiva. Pero sobre todo elogia su estilo, que considera su gran aportación a la literatura española. Ella supo rescatar una lengua literaria que ya no se usaba, ¿Cómo? Volviendo al Lazarillo, a Cervantes y al Galdós. Su estilo era usar el español llano y tendido de nuestros clásicos pues con él se podía contar todo. La vida de un arriero o la de un cardenal. Es el poder de una escritura admirable. "Ella tuvo como gran aportación a la novela española el saber recuperar ese castellano de nuestros clásicos, limpio, expresivo y versátil".

Lo que más les divertía era hablar de libros que ya habían leído los dos. De Dickens y su ‘Grandes esperanzas’, de Mark Twain, del Gran Gatsby y en especial del universo de Galdós, de sus novelas ciclópeas, de los Episodios nacionales. Decía que nadie ha analizado mejor que Galdós el mecanismo interior de la historia de España desde su origen como nación. También mucho de Max Aub. Casi todo lo decimonónico le interesaba, Eça de Queirós, Juan Valera, Clarín, Palacio Valdés y la debilidad que ambos sentían por la Pardo Bazán.

En cierta ocasión que Rafael le criticó a Almudena que a veces sus descripciones eran en exceso largas en la enumeración de detalles, ella le espetó que no tenía ni pastelera idea y le expuso su ‘teoría del descansillo’. Una novela es una escalada, una ascensión difícil a un edificio. El lector empieza a ras de suelo, mira el edificio, entra en él y comienza a ascender al entresuelo y al primer piso, al rellano y de pronto se encuentra el descansillo, se sienta y reflexiona sobre lo que lleva subido (leído). Es el autor el que pone el descansillo para que el lector medite, se reponga y pueda seguir leyendo, para que el lector aprenda a respirar, a disfrutar con la lectura. Y eso le permitirá seguir y llegar al final, hasta el terrado del edificio. Desde allí contempla toda la ciudad, una vista diferente, igual ocurre con el final de la novela que permite al lector contemplar el mundo desde otro punto de vista.

Recuerda su casa. Era una casa amplia y muy agradable, la casa de dos escritores, una novelista y el otro poeta, había libros por todas partes, cuadernos, lápices y bolígrafos, hojas impresas con borradores de poesía y novela. Ella, aunque ausente, estaba presente todo el tiempo, en sus libros, en su cocina, en algunos cuadros en su habitación de trabajo o en un sillón donde la imaginaba leyendo a Galdós.

Recuerda su voz inolvidable e irrepetible. Era una voz de carraspera, grave y sonora, cordial, aunque suficiente para interrumpir al charlatán mas deslenguado. Solo con oírla se sabía que fumaba demasiado. Como una coracha, que son los sacos de cuero donde se lleva el tabaco.

Sin duda lo que mejor sabe hacer Rafael Reig es el relato de las muchas anécdotas y situaciones divertidas vividas junto a Almudena. Como aquella en la que le salvó la vida a ella: Un día que habían ido las dos parejas a comer, el restaurante estaba en un sótano al que se accedía por una difícil escalera. Al terminar de comer, bien regados todos con buen orujo, Almudena emprendió la subida, pero perdió pie y se precipitó hacia atrás con el peligro de arrastrar a los otros, entonces Rafael consiguió meter los brazos bajo las axilas de ella e izarla a pulso. Eso sí, no tuvo otra que apoyar las manos en las tetas de Almudena. Esta le agradeció que la salvara la vida y le preguntó que le habían parecido sus tetas. De campeonato, incontestables en cuanto a firmeza y abundancia. Ha sido un placer, le contestó Rafael. No esperaba menos, zanjó ella.

En Córdoba, buscando una plaza donde había quedado con su marido se acercó a un supermercado a preguntar. La primera mujer que salió quedó petrificada: es la Almudena Grandes, dijo y ella y una cohorte de mujeres, cargadas con sus bolsas de compra, les llevó hasta la plaza mientras Almudena les daba lo que a todo el mundo: cariño y conversación.

En ‘Lo que se de Almudena’ Rafael Reig rinde homenaje entrañable a su amiga, no solo a la escritora, más a la colega que compartía con natural sencillez momentos cotidianos. "La literatura es emoción", decía Almudena y emoción es este libro que es una exaltación de la amistad y también una conmoción que Rafael Reig ha querido compartir con los incondicionales de Almudena.

Lo que sé de Almudena

Autor: Rafael Reig

Editorial: Tusquets

Páginas: 232 pp

Precio: 19,90 €

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