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Novela

En lugares pequeños, grandes historias

En su primera novela después de ganar el premio Nobel, el noruego Jon Fosse vuelve a las librerías con ‘Vaim’, una obra en la que regresa a lo pequeño, a lo rural, para mostrar su forma de ver el mundo

Jon Fosse.

Jon Fosse. / L. O.

Juan Gaitán

Juan Gaitán

Salvador Dalí solía decir que « para llegar a ser universal hay que partir de lo local». El mundo puede explicarse desde la aldea, diríamos concretando. ‘Vaim’, la última novela del premio Nobel de Literatura 2023, Jon Fosse, es una historia local, muy local, pequeñamente local. Vaim es un pueblecito, un lugar tan pequeño, tan minúsculo, que no hay ni donde comprar un carrete de hilo y una aguja para coser un botón. Es a este hecho pequeño, nimio, al que se agarra el autor para arrancar una novela breve en su extensión pero muy larga en su sentido. Una de esas novelas que te dejan pensando mucho tiempo después, sintiendo mucho tiempo después, porque es una de esas obras que contienen un hondo poso de belleza, una dulce melancolía propia de las obras de arte.

Con un magnífico comienzo in media res, Fosse nos hace tener la sensación de que hemos llegado cuando el relato ya ha empezado: «Ea, dije, ya estamos aquí, dije, y me acaricié la barba, esta barba encanecida, porque joven desde luego ya no era, pero viejo tampoco…».

En realidad, la novela es un monólogo interior con leves, levísimos diálogos. Bueno, realmente diríamos tres monólogos, uno por cada capítulo (la huella de su amplia obra teatral se ve aquí, en estos tres actos que podrían llevarse a escena sin apenas modificaciones) y protagonizados por tres personajes distintos. El primero, el que construye la estructura de la novela, está protagonizado por Jatgeir, que va desde su pueblo, Vaim, a Bjørgvin (Bergen), en su barco, manteniendo así una vieja tradición que se está perdiendo, sustituida por los traslados en coche. Como ya se ha dicho, quiere comprar hilo y aguja para coser un botón, mercancías por las que le piden un dineral, que sin embargo paga aún sabiendo que lo están estafando: «Son doscientas cincuenta coronas, dijo, y me sobresalté…».

El lector atento se verá sorprendido por la capacidad narrativa de Fosse, por su habilidad para, desde una nimiedad, a hilvanar el relato y hacerlo crecer. La narración te va envolviendo y haciéndote cómplice, cualidad indispensable para que sea una buena narración.

El segundo capítulo cede la palabra al único amigo de Jatgeir, Elías. Si pudiéramos hablar de «realismo mágico norteño», acaso sería el término correcto para catalogar este bloque que tiene, como el primero, un hecho aparentemente minúsculo como detonante. En este caso también comienza in media res: «Pero eso ¿eso es que han llamado a la puerta? Pues creo que sí, y eso, eso es que han llamado otra vez, y no recuerdo que nadie haya llamado a la puerta en muchísimo tiempo…».

En esas líneas está una de las claves más importantes del libro, la absoluta, tremenda soledad de los personajes. Por eso Fosse elige el monólogo interior como medio narrativo, porque estos personajes viven en una tremenda soledad en la que solo pueden hablar consigo mismos. Y por eso hay levísimos diálogos, porque son muy raras, y muy parcas, las ocasiones en que hablan con otro ser humano. Esa soledad les hará dudar a veces de la realidad: «era como si Vaim no existiera para él, como si no hubiera ningún sitio en la tierra llamado Vaim, como si Vaim fuera solo un reino soñado, pero tanto ella como él, bueno, tanto ella como Jatgeir, sabían que Vaim era un lugar muy real».

La tercera parte es la voz de Frank la que ocupa el relato. Es la voz de un hombre de aparente extraordinaria simpleza, pero que irá tomando cuerpo, densidad, a medida que avance. A través de esa voz llegaremos al desenlace, sorprendente. Solo diremos que es extraordinario el uso del tiempo en la obra, cómo apenas parece transcurrir y, sin embargo…

Conviene insistir en el concepto de profundidad, quizás una de las características más arraigadas en este autor y que es la característica fundamental en esta obra. Hay mucho «mar de fondo» en ‘Vaim’, y en ella advertimos una autenticidad en los personajes que resulta, sin duda, lo más valioso de la obra.

Autenticidad, sí, pero también sencillez. La sencillez del paisaje y del paisanaje, todo enmarcado en un modo de vivir, en un ritmo que Fosse traslada al texto. No es una novedad en este autor, que siente predilección por lo rural, si llamamos así a esas aldeas diminutas o aislados pueblos pesqueros que suelen marcar, como en ‘Vaim’, el pulso narrativo de sus obras, del mismo modo que lo marcan en otros autores de sus latitudes, como Peter Handke, autores que establecen sus relatos en pequeños territorios (al igual que lo hicieron mucho antes William Faulkner o Juan Carlos Onetti, por poner solo dos ejemplos capitales de quienes supieron conjugar lo local y lo universal), en aldeas perdidas o directamente en la propia naturaleza, mostrándonos que el territorio condiciona y moldea la vida de sus habitantes, de los personajes. Esta fórmula es lo que algunos críticos han venido a llamar ‘neorruralismo’, una corriente que se basa en mirar hacia lo rural como muestra del mundo. En esos casos el lector quizás perciba que el escenario es también un personaje que, en vez de hablar con palabras, lo hace con símbolos.

‘Vaim’ no es una obra mayor dentro de la producción de Jon Fosse, pero es una muy buena manera de entrar en su universo literario y quedar ya atrapado para siempre.

Vaim

Autor: Jon Fosse

Editorial: Random House

Traducción: Cristina Gómez-Baggethun

Páginas: 168

Precio: 17,95 €

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