Morante, ese genio que sale de la lámpara. La Malagueta fue testigo ayer de su presencia con una sublime faena en el cuarto de la tarde. La inspiración no se busca, aparece, y fue con ese toro de Núñez del Cuvillo cuando hizo acto de presencia. No es que fuera el mejor colaborador, pero hay cosas intangibles que se sienten en el ambiente. Dos verónicas eternas y una media de antología nos avisaban que íbamos a presenciar algo único: el arte.

El de la Puebla del Río sintió que era el momento, y prosiguió con un quite por chicuelinas sublimes y una media de locura. No se puede hacer mejor. Por ponerle un pero, habría sido bonito que replicara el quite de Salvador Vega, con una media que no se quedaba atrás. Expectación por todo lo alto, y detalle para tener en cuenta. Han sido muchos los toreros en esta feria los que han querido mostrar su apoyo a Jiménez Fortes durante esta feria a través de los micrófonos de diferentes medios de comunicación, pero él se fue a un grupo de aficionados que en el tendido 3 desplegaban una pancarta con el #FuerzaFortes de todos.

Cuando se sentaba en el estribo, el silencio se apoderó de la casi siempre ruidosa Malagueta. Cuatro muletazos con exposición, a los que siguieron un trincherazo antológico y toda una sinfonía de inspiración surgida de sus muñecas prodigiosas. Con una muleta como batuta, o como varita mágica, llegó el toreo puro y duro; ese que emociona a cualquiera que tenga sensibilidad. No es que el astado fuera un dechado de virtudes, sobre todo por el pitón izquierdo, pero la entrega del matador nos hizo disfrutar de tandas en redondo de gran profundidad y multitud de detalles que a día de hoy sólo puede brindarnos Morante. No todo fue inspiración, también un dominio de los terrenos que hizo posible que llegara la fantasía. Tras un final con ayudados por alto, llegó una estocada desprendida que fue clave para que sólo paseara un trofeo. Más que nunca, las orejas no son más que despojos.

Aunque nos quedamos más que satisfechos, un análisis más frío nos hace lamentarnos de no haber podido disfrutar de una tarde más completa de este torero, que al que abría plaza no quiso ni verlo. Sólo nos regaló una verónica a pies juntos que supo a gloria. Luego nos percatamos todos de que no le gustó el de Cuvillo, él sabrá los motivos. Lo cierto es que esta vez no lo vio, aunque tampoco era ningún barrabás. Cosas de los artistas, que unas veces dan la de cal y otras la de arena.

La tarde no fue sólo de Morante. También había un torero de Málaga que se había ganado por méritos propios la sustitución del paisano herido. Salvador Vega estaba con las figuras, rememorando carteles de épocas gloriosas que, porqué no, podrían regresar. El recibo con una rodilla en tierra, la última con una revolera y después otra en pie ponía de manifiesto que no se pensaba afligir por los compañeros de cartel. El astado tenía la virtud de desplazarse con nobleza, aunque de casta estaba cogido con alfileres. Muy bueno fue el quite por chicuelinas, y con la muleta se fue a los medios con dos cambiados por la espalda. Correcto al pulsear las embestidas, supo darle su tiempo y su sitio para regalarnos pinceladas como un cambio de manos exquisito. El pitón izquierdo fue el malo, lo que no impidió que alguno de los naturales que le dio de uno en uno tuviera profundidad eterna. Faltó toro, porque el planteamiento del de Manilva volvió a ser perfecto, como la tarde del lunes con la de Martín Lorca.

Con una oreja en el esportón, había que rematar una feria para la recuperación de este gran torero. Pero el animal que tenía enfrente no se lo iba a poner sencillo. Había que apretar los dientes y tirar para adelante, y en medio de la presión tuvo la frialdad de acordarse de irse hacia la Peña Fortista para transmitirle el brindis. Tomó la muleta y se dobló con él para intentar corregirle su incómodo cabeceo final. Lamentablemente la medicina no le hizo efecto, por lo que se exigía un sobresfuerzo al que Vega estaba dispuesto. Le tragó y le consintió, llegando a conseguir una tanda de derechazos con la muleta muy baja y terminando atrás. En una carrera de obstáculos, el trasteo perdió enteros con la zurda, donde se acusaba la condición de mirón del burel. Aún con opciones de haber repetido triunfo, se esfumó el posible triunfo con los aceros.

Completaba el cartel José María Manzanares, que tenía pendiente recoger el Capote de Paseo que logró como triunfador de la feria de 2011 y que tras romperse el paseíllo le entregó el alcalde Francisco de la Torre. Pronto se vio que el de 2015 no iba ser para él, entre otras cosas porque no se le vio con la actitud necesaria para el éxito. A su anovillado primero lo recibió de capote a la verónica sin estirarse, y desde entonces estuvo dubitativo y desconfiado ante el incómodo cabeceo que le presentaba el animal. A la deriva, siempre fuera de cacho, se intentó justificar pero lo que hizo fue andarle por la cara sin pena ni gloria. Debió pensar que tampoco merecía hacer un esfuerzo al entrar a matar, en la que siempre ha sido un as, y se salió de la suerte para pinchar antes de dejar la estocada.

No obstante, al llegar al último de la tarde aún aguardábamos ilusiones de que el empaque del alicantino hiciera presencia sobre el albero malagueño. El último de Núñez del Cuvillo acusó más que sus hermanos la falta de fuerza, siendo protestado de salida. Pero eso no es problema para las figuras de hoy en día, sobrados de técnica para mantenerlos en pie. Lo malo es que encima se tienen que mover, y eso ya era pedir demasiado. No se entiende que estuviera divagando en la cara del toro sin poder hacer nada en la constatación de una triste actuación en una plaza que estaba acostumbrada a verlo como uno de sus toreros predilectos.

@danielherrerach