La técnica y la sabiduría son dos valores muy importantes que los toreros adquieren con el paso del tiempo. En algunos casos, se llega a niveles magistrales, posibilitando a los espadas impartir lecciones ante la cara del toro. Ayer, con una corrida en la que algunos toros al fin colaboraron, tenemos que quedarnos en estos detalles para resaltar la labor de algunos de los espadas actuantes.

También hay conocimientos innatos, o transmitidos genéticamente como puede suceder en el caso de Cayetano por Rivera y por Ordóñez. Hay que aplaudirle su visión de un toro por el que nadie daba un duro después de haberlo toreado con enormes distancias en el capote, se le picó mal y puso en aprietos a su cuadrilla. Sin embargo, sorprendentemente, algo le vio para brindar a Fermín Bohórquez, irse al tercio y citarlo sin dudar en un emotivo inicio de faena por los dos pitones. Siguió mostrándolo dejándoselo venir de lejos, para proseguir con tandas en redondo con mucho temple. Menos rotundidad tuvo por el izquierdo, por donde el astado mostraba más su mansedumbre que su casta, que de las dos tenía. No obstante, se mantuvo el gusto, sobre todo con pases ordonianos; y rematando con un final más para el gran público con molinetes y ayudados por alto. La estocada cayó arriba y se le pidió con mucha fuerza una segunda oreja que no se concedió, teniendo que soportar la presidenta una sonora bronca tras hacer cumplir su estricto nivel de exigencia.

Con más ímpetu recibió de salida al sexto, con verónicas con más ajuste, y llevándolo posteriormente al caballo por chicuelinas. A continuación se vivió una bonita competencia en quites con Ponce, ofreciendo una asombrosa larga cambiada de pie y prosiguiendo por gaoneras en medio de la locura colectiva. Quiso acompañar la cuadrilla, con dos soberbios pares de Alberto Zayas, y la disposición era máxima cuando volvió a irse al centro del platillo a brindar, prosiguiendo con las rodillas en el suelo para torear con gusto, sacando el pecho con enorme exposición. Esta vez se trataba de un buen toro, y había que estar a la altura. Era una ocasión de oro para volver a brillar en una plaza de primera categoría y tuvo la generosidad de querer lucirse con él. Le consintió lo justo, consiguiendo cuajar una gran faena con pases excelsos por los dos pitones. Lástima que todo se desluciera con una rajada del burel a tablas, donde hubo que concluir la labor, y sobre todo por no mantener el nivel con los aceros y emborronar una tarde en la que nos reencontramos con el mejor Cayetano, al que no habíamos visto desde su primera etapa como matador. Impactó en La Malagueta y, abatido, abandonaba el coso tras escuchar una de las ovaciones más clamorosas que se han escuchado en esta feria.

Entre los catedráticos del toreo, destaca Enrique Ponce, un diestro que el pasado año era el máximo ausente de este ciclo y que volvía a comparecer ante esta afición que tanto le quiere y respeta. Como también él quiere a La Malagueta. En primer lugar se encontró a toro brusco, al que le costaba coger la muleta. Podríamos decir que el animal estaba como indeciso, y tocaba convencerlo para que metiera la cara en el engaño. Por su fuera poco, no tenía fuerza y se quedaba siempre con media arrancada. Ni Ponce pudo meterlo en el canasto, pero tenía un plan B que pasó por aguantar estoicamente sus paradas con los pitones en el pecho, para terminar el muletazo y recibir una clamorosa ovación.

Con la tarde en positivo tras las faenas previas, tocaba por ver de nuevo al diestro valenciano en el cuarto, con un toro que mostró nobleza en los primeros tercios, creándose gran expectación al inicio de una faena brindada al público. No defraudó a sus incondicionales con una faena llena de estética en la que fue cuidando al burel para que le aguantara para culminar su obra. Dejando tiempo entre tandas, en una perfecta coreografía con el pasodoble interpretado por la banda de Miraflores, se fueron sucediendo tandas en las que predominó el temple por encima de la profundidad o el ajuste. Claro ejemplo de ese manejo de los tiempos fueron los pases del cartucho de pescao que ofreció, plegando su muleta, y que mantuvieron en vilo al público con su transmisión corporal, a la vez que propiciaba que posteriormente pudiera instrumentarle pases marca de la casa como las poncinas que enloquecieron al personal. El borrón que hay que ponerle tras una faena larga (sonó un aviso antes de entrar a matar) y vivida con pasión en los tendidos hay que ponérselo en el uso de los aceros, con media estocada baja y un descabello. Paseó una oreja, pero sin duda se le habría solicitado una puerta grande que este año se resiste.

No quiso ser menos Manzanares, también con una actitud positiva toda la tarde a pesar de que su primero no dio facilidades de salida, dando arreones, e incluso hiriendo en uno de ellos a su banderillero Jesús González ´El Suso´. También le avisó a él cuando se doblaba por bajo de inicio de faena y se le volvió a colar por el pitón derecho. Sin embargo, no se amedrentó y le siguió dejando la muleta puesta para taparle la salida y así poder ligar las tandas. Dando un toque fuerte en cada cite, consiguió meterlo en el canasto con emoción. También en este caso la colocación de la espada condicionó la no concesión de un probable trofeo que fue solicitado tras una labor en la que es justo resaltar el enorme mérito de sacarle partido por los dos pitones a un toro que nunca se entregó al engaño que se le presentaba.

Tampoco desesperó en el quinto, otro que tampoco se lo puso fácil. Sin embargo, en este caso la espera llegó a la desespera, ya que el animal echó la cara arriba, hacía caso omiso al engaño y dando arreones sin clase alguna se tragó sólo algún muletazo suelto por el pitón derecho. No tuvo suerte en el sorteo, y consciente de que no iba a poder estar al nivel que anteriormente habían ofrecido sus compañeros, optó por tomar la espada para completar una comparecencia en la Feria de Málaga en la que no pudo reverdecer viejas glorias en forma de triunfo, pese a lo que la afición le tributó dos cariñosas ovaciones.