La Picassiana, cada año, crece como acontecimiento. La apuesta de la Diputación y el compromiso de la empresa la están convirtiendo en una cita ineludible para el aficionado taurino. En su edición de 2019, nuevamente con la genialidad de Loren para transformar el coso con una explosión de color, se vivieron momentos mágicos en los prolegómenos que engrandecieron aún más el espectáculo y prepararon desde el punto de vista emocional al público que casi llenaba los tendidos del remozado coso.

Un torero de Málaga, ausente en la feria por baja forzosa, recibía el premio que el pasado año había ganado en el ruedo como triunfador. El alcalde Francisco de la Torre entregaba el Capote de Paseo que cada año concede el Ayuntamiento a Fortes; uniéndose al reconocimiento sus tres compañeros que acababan de hacer el paseíllo. En un bonito gesto, El Juli le cedía la montera para que Saúl respondiera a la ovación saludando como lo hacen los toreros.

La variedad cromática que este año presentaba la plaza, con burladeros con las clásicas toreografías del artista galo en las que había colaborado el propio Fortes semanas atrás, acompañados de medallones con cabezas de toro y plumeros en las barreras, ofrecía una puesta en escena propicia para una buena tarde de toros. Es de agradecer el esfuerzo de El Juli por estrenar un traje para la ocasión, así como de David de Miranda que, pese a la premura, sacó un capote pintado con influencia del pintor de la plaza de la Merced. Más en aires goyescos, Manzanares lucía un terno azul añil.

La corrida de Garcigrande (en realidad salvo el cuarto anunciada con el hierro que lleva el nombre de su propietario, Domingo Hernández), debía propiciar una gran tarde de toros. Es lo que todos deseábamos. En una actitud que fue recurrente en el encierro, el primero del lote de Manzanares flojeó de salida tras haber sido protestado más por lo que decía la tablilla (una diferencia de más de cien kilos con el anterior) que por su presencia. Tras lancear despacio a la verónica, lo cuidó con la muleta alta hasta que enseguida regresaba el empaque que nos había cautivado dos días antes. Como si no hubiera pasado un día entre medias, le plantaba el engaño por delante y tiraba de él hasta el final; yendo cada vez más largo. Molestó el viento para torear al natural, pero supo mantener el nivel para proseguir con la diestra en un trasteo con la elegancia que el alicantino tiene desde la cuna. Se constató que ha vuelto en esta Feria de Málaga el mejor Manzanares, ante un astado que fue a más y que con su casta suplió la falta de fuerza. También con la espada regresó el alicantino a sus mejores tiempos, con una gran estocada tras la que paseó un trofeo.

Verónicas de mano baja servían de recibimiento al quinto de la tarde, cuidado en el caballo y en el que había run run de triunfo cuando tomaba la muleta. Cuatro de cuatro han sido los toros que le han embestido en esta feria, un porcentaje asombroso. Y cuatro faenas llenas de clasicismo que hemos disfrutado. Confirmó que ésta ha sido su feria, con temple absoluto y majestad en los pases de pecho. Midiendo los tiempos, además del toreo fundamental nos dejaba detalles como un molinete, una trincherilla o un cambio de manos de sabor eterno. Buscó un último empuje para poder cortar dos orejas y salir a hombros, pero como le pasó el pasado sábado, le salió mal la apuesta de matar recibiendo, perdiendo cualquier opción de sumar algún trofeo.

De nuevo De Miranda

Tras su triunfo del día anterior, David de Miranda se había ganado la sustitución de Pablo Aguado. Difícil compromiso al verse acompañado por figuras, pero el onubense parece no amedrentarse. Es valiente y, evidentemente, no se iba a acomplejar. De hecho, ya hizo un quite por gaoneras al primero de Manzanares, y lo repitió en el sobrero de La Palmosilla que le correspondió lidiar tras partirse las dos puntas de los pitones el que le correspondía tras un apretado inicio por delantales. Lamentablemente, el toro criado en Tarifa no mantuvo el nivel de sus hermanos del día anterior. Tras un inicio de faena con estatuarios en el mismo centro del platillo, el de Núñez se rajó y buscó cobijo en tablas. Allí quiso agradar y justificarse De Miranda, aunque no era preciso prolongar tanto como lo hizo...

En el último quiso desquitarse, y eso que en los primeros tercios no se albergaban grandes esperanzas. No obstante, no desistió y tampoco se aburrió. Hizo lo que tiene que hacer un toreo, colocarse en el sitio e intentar torear con verdad. Con todas las carencias que aún tiene, sin duda fruto de su bisoñez, este torero llegaba a Málaga como un desconocido y se ha ganado el respeto de todos por su honestidad y empeño por hacer el toreo con pureza. Fue creciendo, hasta terminar con bernardinas plantándole el pecho de frente en una tanda escalofriante tras la que toda la plaza quería empujar para que el estoque cumpliera su efecto. Esta vez no pudo ser, y pinchó en hasta tres ocasiones antes de dejar una estocada casi entera. Lo tuvo en su mano, pero se escapó en el último momento. Por algo es la suerte suprema.

De entrada, el que abría plaza salía con poco espíritu, siendo recibido no obstante a la verónica, con una media a pies juntos y la revolera. Julián López, tras años de desencuentros con la afición malagueña, había querido apostar a lo grande, queriendo congraciarse al apuntarse a esta Picassiana. En el inicio de faena, el burel tenía poco empuje, casi mortecino; aunque con su ya consabida técnica lo fue sobando hasta meterlo en la muleta aprovechando su buen fondo. Todo de uno en uno, también al natural, hay que valorar la actitud del espada, más allá de que el resultado final no pudiera pasar de insípido.