Entre bailes y cantes en el corazón de Málaga y alrededores, la hora de comer se acerca. Es el momento en el que los diferentes establecimientos terminan de colocar las cartas sobre las mesas y de ultimar los detalles de uno de los momentos más exigentes de estas fiestas: atender a las decenas de personas que llegan en busca de alimentos con los que recargar las pilas para continuar con la Feria hasta que el cuerpo aguante.

En ese momento, el ambiente pasa a las terrazas de los bares, donde los carteles con precios y opciones se sitúan al lado del Cartojal en la entrada. Aquí vendemos paella o Tenemos pescaíto frito,los lemas imprescindibles, claro. Los malagueños y foráneos sustituyen los abanicos por cubiertos y delante de ellos aparecen los primeros entrantes: queso y jamón acompañados de una paella o, claro, pescaíto frito: puntillitas, calamares, boquerones, etc.

Muchos comen por primera vez por el Centro y otros llevan varios días de local en local probando los diferentes platos, pero eso sí, disfrutando de la gastronomía andaluza y malagueña.

A pesar de las altas temperaturas, Rafael Prados, dueño del Café Central, comenta que los platos de cuchara son muy consumidos en esta semana grande: «Aunque parezca mentira, los platos que se comen son los platos calientes: puchero, callos, berzas». Aunque, si hay un plato estrella en esta Feria, según cuenta, son los huevos frito con patatas, jamón y lomo. Dentro, los camareros no cesan su labor de traer y llevar platos a los diferentes clientes.

Pero cada feria, cada feriante, tiene su propio alimento. Así que cuando la fiesta llega a su fin y toca reponer fuerzas, Prados explica que las raciones dejan paso a los montaditos. «Viene un público más joven que come rápido y sigue de fiesta».

Cuando se habla de comida y de Feria siempre aparece la alargada sombra del precio. ¿No va a salir muy caro comer fuera de casa estos días? ¿Realmente los productos lo valen? Este año los visitantes han notado una variación en el precio con respecto a otros años. Todos coinciden que los precios se mantienen estables a pesar de estar en la semana grande.

Manuel, que vienen por primera vez a Málaga desde Valencia, se ha sorprendido. «Los precios están bastante bien», comentaba mientras terminaba de comer paella junto a sus dos amigas. En la misma línea, Carmen explica que los precios se adecuan al momento: «No están mal. Estamos en feria y siempre suben un poquito». Nunca llueve a gusto de todos, eso dice el refrán. Aunque nadie tiene quejas de la calidad de la comida o de la variedad, es cierto que alguno que otro echa en falta algún alimento. Es el caso de Carmen y sus amigos, que se han quedado con las ganas de tomarse un gazpacho mientras disfrutan de sus platos de pescaíto frito en la barra del bar.

Manoli y sus amigas, a falta de dos horas para coger el AVE que las lleve de vuelta a Barcelona, lamentan que no sirvan café en los bares después de comer, puesto que ese servicio hace que las mesas tarden más en despejarse. Como buenas catalanas, han notado que el tomate no está entre los productos estrella de estos días, aunque reconocen que han comido muy bien estos días y se lo han pasado genial con el, dicen, buen ambiente del Centro.

«Hay que saber dónde ir, porque algunos sitios son más caros que otros, pero en general se come muy bien», advierten Rocío y Lourdes, que disfrutan de una buena comida en uno de los callejones del centro con un grupo de amigas.

Con café o sin café, con más o menos variedad, solo hay que asomarse por los alrededores de la Calle Larios para ver cómo las terrazas se llenan de cervezas, tintos de verano y mucho pescaíto frito que pronto desaparece del plato para dejar paso a otras personas que, tras una intensa jornada de baile, aprovechan el momento de comer lo mejor que tiene la tierra.