Emociona ver a un artista de éxito, casi una leyenda y con algunos clásicos a sus espaldas, hablar con la humildad de quien está empezando a dibujar. Jean Giraud ´Moebius´ y ´Gir´, es amable, lúcido e irónico, y todavía tiene muy presente cómo veía el mundo del arte y los adultos a los 15 años. Además, a sus 70 años se ha convertido en un pintor de moda que comprueba cómo sus cuadros se subastan a precios elevadísimos.

-¿Cómo se forma el universo de las dos personalidades que alberga?

-Cuando empecé a trabajar tenía dos maneras de ver el arte: una era relacionada con lo infantil, con las historietas, y la otra estaba más vinculada con el concepto abstracto de arte. Tenía la impresión de que había dos mundos, uno para los niños y otro para los adultos. El de los niños me parecía cercano; el de los adultos me imponía, pero tenía el deseo de entrar en él. Esto ha durado hasta hoy, que tengo una doble vida dentro de mí, pero en un plano artístico, claro, no padezco esquizofrenia.

-¿Cómo surge el nombre de Moebius?

-Fue una decisión muy rápida. Tenía que entregar una historieta para la revista ´Hara-kiri´ y, justo antes de enviarla, sentí la necesidad de firmar con otro nombre. Escogí Moebius porque en ese momento estaba leyendo una novela de ciencia ficción sobre el anillo de Moebius que juega con la contradicción de espacio y tiempo. Todavía estoy sorprendido por ese nombre.

-¿Con cuál de sus dos firmas se siente más libre?

-Es muy difícil de responder. Con la firma de Gir tengo la necesidad de seguir un estilo que es como el interior de una pistola: está totalmente cerrada, pero tiene una salida y le da mucha fuerza a la idea que sale de ahí; En este caso la libertad consiste en elegir hacia dónde apunto, mi diana. Por contra, en la firma de Moebius hay una libertad total, pero ésta se cae muy rápida porque estás limitado por tus posibilidades creativas, por tu estado de consciencia e inspiración. A veces me siento más libre en la pistola de Gir que en el desierto de Moebius.

-¿Ha dejado de ser autor de cómics para ser artista?

-Es un problema, porque es cierto que me siento más conectado al mundo del arte que al de Moebius, pero el origen de todo ello es una historia de un niño en contacto con el mundo de los adultos. Y me siento en el mismo estado espiritual, es decir, me sigo sintiendo un niño enfrente del mundo del arte. Por un lado me siento a gusto y por otro me siento muy débil, muy pequeño dentro del arte oficial.

-¿Cómo ve la situación del mercado español del cómic?

-La verdad es que en Francia no conocemos mucho del cómic español. En España de un título se venden 3.000 ejemplares; en Francia, 500.000: la diferencia es gigante. Desde fuera, como mercado, parece muerto, pero después de haber visitado España me ha cambiado el punto de vista. He conocido a muchos autores jóvenes que tienen algo que decir.

-¿Coincide con las voces que advierten que el manga pone en peligro al cómic europeo?

-Sí. Tengo esa impresión, porque hay algo en la lectura del manga que es muy especial. Lo positivo es que es un aporte a la narrativa; por ejemplo, Taniguchi es una maravilla. Pero hay una producción masiva que se apoya en el lado débil de los jóvenes; es como las golosinas industriales, que se dirigen a la parte débil, y eso es muy peligroso. Pero no hay nada que hacer. Lo único es hacer algo mejor o algo peor, pero hay que luchar. Los editores japoneses luchan, tienen una mentalidad de conquista, se mueven como un líquen invasivo... Uno de los artistas que promovió el manga en Europa en los 80 fui yo. Treinta años después me arrepiento. Pero es lo mismo con la producción norteamericana: es expansiva; la producción europea tiene una política de expansión, pero dentro del continente [Risas]. Sólo hemos conseguido exportar Tintín, pero ya es viejo. Y en Italia tienen a Toppolino... ¡Qué victoria! [Risas]

-¿Cómo fue su relación con Alejandro Jodorowsky?

-Era una relación de maestro-alumno. Un día le pedí que me aceptara como alumno y accedió, así que durante 20 años tuvimos esa relación, sin mencionarla jamás. Alejandro es un maestro con muchas fortalezas y muchas limitaciones. Pero él sabe cosas que yo quería saber. Y lo que aprendí... No sé lo que aprendí en realidad. Porque en este tipo de enseñanza nadie sabe quién aprende de quién.