Cantó en italiano, español, inglés y siciliano; recorrió su larga trayectoria y tomó prestados un par de temas; se mostró grave y también festivo. Y con sus mil caras hechizó a los 2.500 espectadores que llenaban el patio del Conde Duque.

Su actuación comenzó cuando caía la noche. Acompañado por Angelo Privitera a los teclados y Carlo Guaitoli, al piano, sus primeros temas fueron tan delicados que se podía escuchar de fondo el canto de las golondrinas que volaban sobre el escenario.

Vestido con un traje oscuro y una camisa roja, el artista siciliano prometió "más energía" para después, pero una buena parte del público, que le adora y le sigue por España allá adonde va, ya sabía que les esperaba un concierto "in crescendo", como el que ofreció en septiembre pasado, en su anterior visita a la ciudad.

Battiato interpretó una emocionante versión de "La cazone dell'amore perduto", del genovés Fabrizio De André, pero la gran primera ovación de la noche se la llevó uno de sus clásicos, "Prospettiva Nevski".

Para entonces ya habían salido al escenario los tres chicos que integran FSC. Luego se unieron las cuatro chicas del grupo MAB. A sus 63 años, Battiato empezó a rejuvenecer rodeado en el escenario de músicos que, por edad, podrían ser sus hijos.

Juntos repasaron su último álbum "Il vuoto". Battiato tuvo problemas con sus auriculares y mientras se los cambiaban una admiradora aprovechó para gritarle "\u00A1Guapo\u00A1" y demostrar el nivel de entrega de la parroquia.

Después de versionar "Ruby Tuesday", de los mismísimos Rolling Stones, Battiato anunció "movida" y junto a su banda -ya eran diez personas sobre el escenario- interpretó "Il cammino interminabile", una irresistible canción en siciliano.

Las Mab se quedaron solas en el escenario y descubrieron su potencial como grupo de pop alternativo, un estilo al que se enganchó Battiato en su regreso para interpretar "Tra sesso e castitá" y "Shock in my town".

Sí, pero sus seguidores querían oír los grandes éxitos y Battiato no les decepcionó. Sonaron "La estación de los amores" y "Nómadas", las dos en español para que el público pudiera cantar mejor.

Luego volvió al italiano para recordar "L'era del cinghiale bianco", "Voglio vederti danzare", y más tarde una explosiva revisión de "Cuccurucuccu".

Son los temas con los que el gran público le sigue identificando en España. Sus fieles saben que, en realidad, Battiato es un artista incansable en constante evolución, que dirige películas, expone su obra plástica y compone óperas. Alguien mucho más parecido a un artista del Renacimiento que a un cantante melódico italiano.

Después de casi dos horas de concierto, todos estaban en pie, saltando al ritmo de "Centro di gravitá permanente", el último de una larga serie de bises que cerró la actuación, y que llevó al delirio a la parroquia.

Battiato sabía perfectamente que no le dejarían irse hasta que cantara la canción que le dio a conocer aquí casi veinticinco años.

Pero cuando terminó de interpretarla salió corriendo del escenario.

El camaleón siciliano dejó a sus nueve músicos atrás y, como una estrella de rock que huye de los fans, se metió como una exhalación en un coche que le esperaba en la puerta del Conde Duque. En el bolsillo de su chaqueta oscura llevaba aún metido al público.