Un juego de enreditos tan pueril como inoperante

Más debutantes en la competición del Festival de Málaga, pero éstos, Samuel Martín Mateos y Andrés Luque Pérez, muy particulares: entre ambos, dicen, suman cerca de medio siglo de experiencia en la realización televisiva (por ejemplo, del programa de estrenos cinematográficos ´Cartelera´) y asumiendo cargos como la Dirección de Programas Culturales de TVE. Pues no es que sea precisamente muy aquilatado y sabio el largometraje con el que han cambiado los platós y el teleprompter por las localizaciones y el guión. En pocas palabras, ´Agallas´ no merece la pena, no supone más que un nuevo quiero y no puedo del cine español.

La película, una cinta sobre los profesionales de la ambición, el arribismo y la falta de escrúpulos con el narcotráfico gallego como leit-motiv, queda inutilizada por un guión que permite pocas alegrías: los personajes, absolutamente bidimensionales, quedan maniatados a una trama que lo es todo pero nada a la vez, un juego de enreditos y supuestas sorpresas pueril a lo sumo (menuda conclusión, oigan) y con diálogos que aspiran al punch pero se quedan en el plof (¿Cuántas veces hemos de escuchar eso de "En el fondo, tú y yo somos iguales" en una película? ¿Cuántas más nos tocará atender a un parlamento en que un personaje explica el porqué del título metafórico del filme en cuestión?).

Ayudan decisivamente a la zozobra de ´Agallas´ una realización torpe (las escenas de las fiestas son clamorosas), una pobreza estética notoria y unas interpretaciones, por lo general, desajustadas (en especial un excesivamente cheli Hugo Silva). Por lo general, porque menos mal que está ahí Carmelo Gómez, quien con su magnetismo y ambigua socarronería acierta a componer un rol, el del líder del ´galaico-cartel´, que (eso sí, a muchísima distancia) apunta al monstruo empático que fue Tony Soprano.

Las realidades morales de dos buenos hombres

Tampoco nos andaremos con rodeos con ´Un buen hombre´: lo mejor que hemos visto hasta el momento de la competición de largometrajes (eso sí, aún tengo mis cohetes a buen recaudo). A falta de películas que persigan cierto atrevimiento (si no las hubiera en un certamen copado por debutantes sería francamente desalentador), se impone cotejar intenciones y resultados, y tal vara de medida arroja un balance moderadamente satisfactorio para el segundo filme de Juan Martínez Moreno (´Dos tipos duros´).

En el fondo, lo planteado aquí no es muy diferente al trasfondo de ´Agallas´ (dos colegas y amigos que juegan al gato y al ratón a propósito de un crimen que descubre sus realidades morales; por cierto, de nuevo tuve que escuchar la línea "En el fondo, tú y yo somos iguales"), pero el libreto y la cámara optan por el scope psicológico. Y durante la primera mitad del metraje, ´Un buen hombre´ aprovecha matemáticamente las posibilidades del punto de partida argumental, apoyándose en un texto discreto y una realización ajustadísima, siempre cercana al rostro del intérprete y alejada de veleidades tormentosas. Pero...

...La cinta va cayendo en suave pendiente a partir de una crucial conversación entre los protagonistas: desde ahí, el rol de Gutiérrez Caba peca de distorsiones y ciertas incoherencias (aunque el actor y Tristán Ulloa sostienen la cinta talentosamente) y el planteamiento de ciertas escenas, como la del segundo asesinato, llega a resultar grotescamente inverosímil (algunas carcajadas no pretendidas se escucharon en el pase). De momento me conformo con un olmo que no da peras; al menos es un árbol.