Es la primera vez en la ciudad que dos particulares se han puesto de acuerdo para luchar por el pasado. Así, un ejemplo del barroco popular malagueño se ha librado de un terrible destino.

La iniciativa privada está tomando partido en la defensa del patrimonio histórico-artístico de la ciudad. Dos particulares han unido sus fuerzas con muchas dosis de interés para lograr salvar de la piqueta una de las manifestaciones plásticas más originales de la Málaga del XVIII, una de las épocas de mayor altura expresiva alcanzada por una sociedad que se representó a través de un lenguaje ornamental de carácter heterogéneo y de muy variados tipos, figurativo, floral, arquitectónico, geométrico y textural.

Un edificio, ubicado en la calle Postigos número 25, que iba a ser demolido, ocultaba en su fachada uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura popular del barroco malagueño, las pinturas murales, un revestimiento pictórico que animó el entorno de balcones, ventanas y puertas.

El derribo del inmueble ha permitido que el promotor David Castellón y el Grupo Marineto salvaran de un terrible destino este conjunto pictórico a través de una eficaz `jugada´ cultural. El primero, propietario de la vivienda de la calle Postigos, financió la documentación de las pinturas y también su pervivencia, mientras que el segundo ha sufragado la restauración de los frescos, que se colocarán en el patio interior de un edificio que posee en la calle Granada. En esta `pirueta´ cultural, la Fundación Málaga se encargó de poner en contacto a estos particulares interesados en salvaguardar nuestra historia.

Los expertos de la empresa especializada Quibla Restaura están devolviendo el lustre a uno de los escasos ejemplos fechados de la arquitectura barroca popular, año 1787. Pero hasta que estas pinturas murales han llegado a los talleres de la firma se fraguó una complicada operación para su extracción de los muros y su posterior traslado.

La restauradora Estrella Arcos explica que se han retirado más de veinte capas de cal hasta quedar la ornamentación al aire, compuesta por frontones, pilastras o capiteles corintios. El laborioso proceso restaurador ha pasado por entelar las pinturas antes del arranque de las paredes, se han fracturado en trozos como si de un puzzle perfecto se tratase después de sacar un molde en un plástico, parcelarse y `siglarse´. La extracción se realizó con unos rejones para evitar roturas y desprendimientos.

Ya en el estudio, la restauradora María Arroyo indica que entre otras actuaciones se ha procedido a la recomposición de las piezas, desde tapar las grietas, arreglar las lagunas pictóricas, hasta reintegrar el color con pigmentos naturales.