Málaga, 1937

Cuatro días de febrero (II)

Modesto Moyron a Irujo: «Almería es hoy impresionante obsesión de todos los republicanos»

Carta enviada el 15 de febrero.

Carta enviada el 15 de febrero. / Museo Arxiu Santa María de Mataró.

Enrique Benítez

14 de febrero de 1937. Irujo trabaja incansable, mañana, tarde y noche para solucionar de manera urgente y eficaz el asunto de la evacuación y subsistencia de los refugiados malagueños desperdigados por Almería y otras zonas adyacentes. Escribe al gobernador civil de Almería para que haga un cálculo aproximado de la cifra de refugiados. En algunas comunicaciones se da por buena la cantidad de 150.000 personas, que sería poco después popularizada por los corresponsales extranjeros. Se pone en contacto telefónico con las autoridades de Murcia, Alicante, Valencia, Castellón, Albacete, Alcázar de Cervantes y la Generalitat de Catalunya. Moviliza 200 camiones que le proporciona el Comité Nacional de Refugiados, fuerza la actividad ferroviaria para llevar comida y atención sanitaria a los heridos. Urge al Ministerio de Comunicaciones y Marina Mercante a desplazar varios barcos para la evacuación. Su tesón y su coraje impulsan la maquinaria: los telegramas cruzados confirman la salida de camiones desde Alcázar de Cervantes, desde Murcia (vía Cartagena) o Alicante. La retaguardia republicana se vuelca con los refugiados: llegan los donativos de comida de los comités obreros, de los trabajadores, de la gente que sufre con el sufrimiento de la columna bombardeada. Muchos camiones se llenan con la solidaridad de los más humildes. La catástrofe mueve los resortes de la humanidad entre iguales.

Su principal interlocutor es Gabriel Morón, gobernador civil de Almería. A través de él se mantiene informado de los avances, y también de los problemas. Se atiende a la población civil, pero los varones mayores de 16 años en edad de combatir o trabajar deben ser desarmados y concentrados para formar con ellos brigadas de combate. Más de 6.000 hombres refugiados en Almería serán reunidos en Viator para incorporarse al frente, o a las fábricas de la retaguardia. El mismo 14 de febrero se aprueba un nuevo crédito extraordinario por importe de 500.000 pesetas para financiar todas estas operaciones. Desde Almería se va comunicando el destino de los fondos, que se destinarán a pagar alimentos y material sanitario para los heridos.

El 14 de febrero, un telegrama de Irujo al Ministro Bernardo Giner de los Ríos permite saber que se dirigen al puerto de Alicante tres barcos: el vapor Ciudad de Barcelona, el velero Sack número 6, de 3.000 toneladas, y el Cabo Sacratif. Irujo comunica al Ministro que necesita saber si hay más embarcaciones porque la Generalitat de Catalunya ha organizado ya el desembarco de refugiados en Sant Feliu de Guíxols, en Girona, y necesitan saber cuántos llegarán para su posterior distribución entre las poblaciones del interior. En la madrugada del 15 de febrero, a las 7.45 de la mañana, estos tres barcos saldrán de Alicante cargados con miles de malagueños, entre 4.000 y 6.000, rumbo a tierras gerundenses. Sorprende que el día 12 fuesen bombardeados en Almería y que ya en la madrugada del día 15 al 16 embarcaran rumbo a Girona. El 16 de febrero Irujo envía un telegrama al alcalde de Sant Feliu, al Presidente de la Generalitat y al Comité de Refugiados de Barcelona, en los siguientes términos: «Ruégole por motivos de colaboración republicana no ponga dificultades desembarco refugiados Málaga en ese puerto (…). Mujeres y niños se quedarán en Cataluña hombres jóvenes serán llevados campos trabajo o frente combate pero es indispensable separarlos de la zona afectada por la inundación de los refugiados de Málaga para atenderles en orden sanitario vistiéndoles al objeto de poderlos enviar a sus trabajos». Hoy, en Sant Feliu de Guíxols, una calle toma el nombre de la ciudad de Málaga, quizás en recuerdo de quienes fueron acogidos huyendo del miedo y de la muerte.

Montjuich significa «monte de los judíos», y esas fotos desoladoras permiten escribir que de la Desbandá se pasa a la diáspora

Los refugiados van llegando poco a poco a sus destinos. Negrín instala surtidores de Campsa por todo el trayecto que han de recorrer los camiones y autobuses que van hasta Almería con provisiones y vuelven llenos de refugiados. En Murcia los fotografían Robert Capa y Gerda Taro, que se habían desplazado a Almería para tomar imágenes del frente. Sus negativos se conservan en los fondos del Museo Reina Sofía, y pueden verse algunas de sus fotos en un libro reciente («La muerte en ciernes», editorial La Fábrica). En Barcelona será el fotógrafo Antoni Campañá el que tome fotos de miles de personas atendidas en Montjuich: el descubrimiento de sus negativos en una caja olvidada en un trastero, en 2019, ha permitido publicar un libro impresionante –»La Caja Roja. La guerra civil fotografiada por Antoni Campañá». Editorial Comanegra- en el que se puede ver, entre otras imágenes, una panorámica del gigantesco comedor habilitado por las autoridades catalanas para dar de comer a los refugiados procedentes de Almería. Montjuich significa «monte de los judíos», y esas fotos desoladoras permiten escribir que de la Desbandá se pasa a la diáspora: los refugiados irán llegando a pueblos recónditos, en el interior de Castellón, en Murcia, incluso en Lérida. Algunos niños embarcarán rumbo a Rusia y México. Esta necesidad de repartirlos por todo el territorio republicano, de enviar a los niños a otros países, da una idea certera de la enorme cantidad de personas que tuvieron que ser atendidas y evacuadas.

Comunicación sobre el envío de ayuda para los refugiados.

Comunicación sobre el envío de ayuda para los refugiados. / Museo Arxiu Santa María de Mataró.

La ayuda inglesa

En uno de sus primeros telegramas, del 13 de febrero, escribe Irujo: «acabamos celebrar entrevista con Ministro Inglaterra para aprovisionar Almería y Adra valiéndonos de buques ingleses y contando con los stocks de Gibraltar y Malta de tal modo que los mismos navíos que lleven provisiones evacuen a los refugiados habiéndome prometido Ministro inglés pedir autorizaciones precisas para realizar esta labor de modo inmediato». En otro telegrama, de 14 de febrero, se da cuenta de la puesta a disposición por parte del Comité de Ayuda a España Inglés de tres autobuses cargados con leche condensada y un camión de tonelada y media, que salen de Valencia rumbo a Almería para regresar a la ciudad con más refugiados. Esa misma nota dice que «mañana llegará a Valencia el Delegado Británico de 25 Instituciones de Beneficencia, que sería conveniente que visitaran los camaradas Irujo y Giral». En ese momento, Giral era también ministro sin cartera en el gabinete republicano.

La ayuda inglesa a los refugiados malagueños fue extraordinaria. La oficial corrió a cargo de sir George Ogilvie Forbes, que se había quedado al frente de la legación británica en Madrid. Ogilvie Forbes, implicado en nobles tareas de ayuda humanitaria en el seno de la retaguardia republicana, donde prestaba ayuda a simpatizantes amenazados del otro bando, en estrecho contacto con Álvarez del Vayo, no dudó en ayudar con decisión a las autoridades de Valencia, enviando barcos con alimentos, e incluso dos destructores a Alicante (HMS Express) y Almería para la evacuación de niños. Historiadores como Tom Buchanan señalan que Ogilvie Forbes vio en esta colaboración con Irujo una buena oportunidad para mantener su labor humanitaria en todos los frentes de la guerra civil. Poco después sería relevado y enviado a Berlín.

La ayuda inglesa a los refugiados malagueños fue extraordinaria. La oficial corrió a cargo de sir George Ogilvie Forbes, que se había quedado al frente de la legación británica en Madrid

Respecto a la ayuda benéfica, su protagonista sería sir George Young, que se había implicado notablemente en la movilización de recursos, sobre todo alimenticios y sanitarios, para ayudar al gobierno republicano. El 15 de febrero, Irujo informa al gobernador civil de Almería de la salida desde Valencia de la Ambulancia Universitaria inglesa, con la señorita Thurston al mando. La colaboración de estas misiones voluntarias inglesas con la atención a los heridos y a los niños merece otro artículo más extenso, pero es obligatorio citar los ejemplos de Francesca Wilson en el hospital Pablo Iglesias de Murcia, o los testimonios de enfermeras como Dorothy Morris, de Nueva Zelanda, cuya biografía recoge el intenso recuerdo que aún conservaba de su paso por España y su trabajo sanitario con los refugiados de Málaga.

Algunas cuestiones incómodas

No todo sería fácil, eficaz y rápido en la tarea de atender, curar, dar de comer y evacuar a los refugiados llegados hasta Almería. El primer conflicto surge con los milicianos que habían llegado a la ciudad mezclados con la población civil. En un primer momento se les concentra en Viator, para proceder a su movilización inmediata, aunque algunos grupos intentarán seguir ruta junto a los hombres mayores, las mujeres y los niños hacia zonas más seguras de la retaguardia. Diversos telegramas advierten a las autoridades civiles y militares de las provincias de destino de los refugiados de la posible presencia de hombres jóvenes en edad de combatir o trabajar. En Murcia los que son detectados se integran en una formación llamada «Balas Rojas», para su incorporación al frente. Llegarán a la zona de Pozoblanco para nutrir las filas del ejército republicano.

Un segundo asunto incómodo tiene que ver con la puesta en marcha de un servicio de contraespionaje. El 14 de febrero se lo propone Modesto Moyron a Irujo, para detectar posibles comentarios derrotistas entre la población evacuada. Para el gobierno de la República, la atención a los refugiados no sólo era una cuestión humanitaria: un desastre habría hundido la moral de la población civil, de manera que todas estas cuestiones eran de vital importancia para el sostenimiento del esfuerzo militar. Se atendió la recomendación de Moyron, aunque no hay noticias de incidentes por este asunto.

Mucho más inquietante fue la decisión del gobernador civil de Almería, Gabriel Morón, de enviar por su cuenta y riesgo, sin contar con Irujo, a 6.000 personas a la pequeña ciudad de Alcázar de Cervantes. Nudo ferroviario estratégico, este municipio de 24.000 habitantes llegó a albergar a 12.000 refugiados, procedentes primero de Almería y más tarde de Madrid. La avalancha, que no había sido planificada ni organizada, motivó las quejas de las autoridades de la ciudad y un telegrama de reprimenda de Irujo a Gabriel Morón, el 16 de febrero.

Para el gobierno de la República, la atención a los refugiados no sólo era una cuestión humanitaria: un desastre habría hundido la moral de la población civil

Pero el mayor conflicto lo tuvo Irujo con Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros. Los intentos de Irujo de movilizar la flota de camiones de Albacete, cuartel general de las Brigadas Internacionales y ciudad de referencia en la logística republicana, chocaron con la negativa del General Bernal. Asimismo, tanto en Albacete como en Alcázar de Cervantes, los milicianos se habían negado a renunciar a una parte de sus suministros para atender a los evacuados, con algún conato de amotinamiento. El intercambio de telegramas y cartas de Irujo con Largo Caballero muestra estos roces y conflictos. Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, le escribe a Irujo el 15 de febrero para decirle que el camionaje militar de Albacete está ocupado transportando municiones a los frentes, y también lo siguiente: «creo recordar que lo que a V. le encargó el Consejo de Ministros no fue la provisión de víveres de aquella plaza sino la evacuación. No obstante, me parece muy bien que se preocupe V. del problema del abastecimiento de víveres, siempre que no se trate de obtener esos víveres de la Intendencia militar». Asunto zanjado.

Comunicación del Comité de Refugiados.

Comunicación del Comité de Refugiados. / Museo Arxiu Santa María de Mataró.

El final

Alicante se convierte en ciudad de reagrupamiento. El 15 de febrero el velero Cala Engosauba transporta desde allí a 600 personas hasta Tarragona. Hermógenes Cenamor da cuenta de la atención a 500 heridos y de la salida de un tren con 1.000 personas desde la misma ciudad. El 16 de febrero salen al menos tres trenes más rumbo a Tarragona, con más de 2.000 refugiados, y una larga hilera de camiones. Ya el 14 de febrero, en telegrama enviado a las 20:30 horas, el Gobernador Civil de Almería informa a Irujo de que la situación está controlada, agradece el suministro de víveres y el esfuerzo de la población que los ha donado, y afirma que «me basta con que no falte trigo harina y otros productos que ya iré pidiendo a medida necesidades». El esfuerzo realizado ha dado sus frutos.

Con la población que permanece en Almería bien atendida (los historiadores Andrés Brenes y Maribel Fernández calculan que más de 10.000 personas se quedaron en la ciudad) y el resto ya distribuido entre las provincias de Murcia, Alicante, Valencia, Castellón, Tarragona, Barcelona, Gerona, Lérida y Ciudad Real, que se sepa, Irujo da por finalizada su misión. Escribe una nota el 16 de febrero para que se transmita por telegrama a todas las instancias: «A partir de este momento se hace cargo de los problemas de evacuación de Málaga como función peculiar de su departamento la Señora Ministra de Sanidad y Asistencia Social al cual deberán dirigirse en adelante todas las comunicaciones acatando cuantas órdenes dicte el mismo por ser de su exclusiva jurisdicción y competencia». El trabajo de Irujo y sus colaboradores, en aquellos cuatro intensos días de febrero, salvó la vida de miles de personas hambrientas, heridas y aterrorizadas. Una carpeta oculta en el pequeño archivo parroquial de Santa María de Mataró permite hoy reconstruir su frenética actividad, su férrea decisión, y conocer un poco mejor este desgraciado episodio de nuestra Historia.

Noticia de la llegada de los refugiados malagueños a Alicante.

Noticia de la llegada de los refugiados malagueños a Alicante.