Coronavirus

Tres olas y casi 1.500 fallecidos por Covid-19

La provincia ha sumado en un año casi 90.000 personas contagiadas, de las que el 71% ha evolucionado favorablemente hasta curarse

Muchos de los contagiadostuvieron que ser ingresados

Muchos de los contagiadostuvieron que ser ingresados / L. O.

Fran Extremera

Fran Extremera

Justo un año. Han transcurrido 365 días desde que se decretase el Estado de Alarma y en estos 12 meses la provincia malagueña ha lamentado cerca de 1.500 víctimas mortales con coronavirus y unos 90.000 contagios confirmados. Cifras escalofriantes que nos conducen a los peores años de la Guerra Civil.

Lo dictan los números oficiales del Instituto Nacional de Estadística. En la relación de 90 años con registros de fallecidos en nuestro país, Málaga no había vivido un año tan sangriento en casi ocho décadas. Los dos únicos ejercicios con un mayor número de muertes fueron 1937 y 1941.

Afortunadamente, de ese gran contingente de personas que enfermaron por la incidencia del virus, el 71% ha logrado evolucionar de manera favorable hasta curarse. Pero no todos los territorios de una provincia tan diversa, en términos geográficos y poblacionales, han sufrido de la misma forma los efectos de este virus.

Por ejemplo, la Serranía rondeña pasó de ser la comarca con mejores registros a lo largo de 2020, a colocarse durante muchas semanas como la peor de toda Andalucía en cuanto a incidencia de la tercera ola.

La provincia con más distritos sanitarios de la comunidad autónoma, con hasta seis territorios bien diferenciados, ha tenido varias zonas a dos ritmos bien diferenciados. Así, durante el confinamiento, tanto la comarca de la Axarquía como el litoral malagueño más occidental arrojaban los mejores números junto a la Serranía rondeña.

A lo largo de la segunda ola y, siempre en función de la localización de distintos focos, La Vega antequerana también sumó semanas con buenos indicadores. Llegó el momento en el que se pudo hablar de una Málaga más rural, con cifras que guiaron a muchas familias a asentarse en pequeños pueblos del interior, frente a una costa mucho más poblada y, por momentos, azotada por altos índices de contagio y de mortalidad.

Precisamente es parte del litoral malagueño más occidental, el situado entre Marbella y Manilva, el que peor ha alcanzado este primer aniversario de aquel 14 de marzo de 2020, ya inolvidable. Con tasas de incidencia superiores a 150, varios de los municipios de este territorio han obligado a prolongar para todo su distrito sanitario el cierre de la actividad no esencial a las seis de la tarde. Y en idéntica situación se mantiene el distrito de la Serranía rondeña, también muy afectado por esta tercera ola.

Las tres olas, en cifras totales

Es difícil comparar unas y otras olas. La primera hizo saltar todas las alarmas, al saturar las camas de UCI y forzar la preparación de hospitales de campaña como el instalado en el pabellón polideportivo de Carranque, en Málaga capital.

No se realizaban por entonces apenas test para verificar la evolución del coronavirus. De esa situación parte la paradoja de que aquella primera ola apenas registró 6.000 contagiados confirmados de manera oficial, frente a los 35.000 que registró la siguiente ola, entre los meses de septiembre y las últimas semanas de diciembre. O que unas y otras cifras se hayan quedado pequeñas en las últimas diez semanas, lo que va de año, al contabilizarse casi 50.000 positivos en la provincia.

Los números más negros, los correspondientes a víctimas mortales, no admiten discusión. En los mismos no cabe el matiz anterior sobre la realización o no de test. A los 290 fallecidos de la primera ola le seguirían 491 en la recta final del año pasado, mientras que en lo que va de 2021 ya se han contabilizado 706. Sin lugar a dudas, la tercera ola ha sido la de mayor mortalidad, además de volver a elevar como nunca el número de personas hospitalizadas.

Durante la segunda ola las muertes se dispararon en brotes vinculados a residencias de mayores, como ocurriría en localidades como Guaro y Cuevas de San Marcos. Pero la tercera no tuvo focos tan localizados. Tal y como señalan fuentes de la Consejería de Salud y Familias, las bajas temperaturas, las reuniones familiares durante las fiestas navideñas, en plena relajación por la baja incidencia final de la segunda ola, y otros aspectos como la baja disponibilidad de vacunas durante las primeras semanas del año «han contribuido a que el azote de esta ola sea mucho peor».

Los mismos expertos de la Junta apelan a que la vacunación progresiva pueda evitar una mayor incidencia de la tan temida cuarta ola. «Somos optimistas respecto a los próximos meses, pero tenemos que volver a lanzar un mensaje rotundo sobre la responsabilidad individual, sobre la necesidad de no bajar la guardia y de mantener de manera rigurosa cada una de las medias que nos han hecho superar las tres olas», relatan.

También se refieren los portavoces de la Consejería de Salud y Familias a ese amplio cupo de contagiados que aún no ha logrado superar la enfermedad. Concretamente se ha cerrado esta primera quincena de marzo con unos 24.000 casos activos en la provincia malagueña, que suponen el 28% de los casi 90.000 contagiados que se han acumulado desde el inicio de la pandemia.

Confían estas fuentes en que durante las próximas semanas empezará a reducirse ese cupo de manera muy significativa, como ya ocurrió, de forma proporcional, cuando en diciembre pasado se superó la segunda ola y empezaron a vaciarse de nuevo los centros hospitalarios.

De momento, en el litoral occidental aún restan más de 10.000 casos activos o, lo que es lo mismo, de personas que luchan contra el coronavirus. Afortunadamente, nueve de cada diez lo hace fuera de los hospitales. En el distrito sanitario de la capital restan más de 8.000 personas en idéntica situación. Son unos 2.000 en el Valle del Guadalhorce, unos 1.500 tanto en el distrito sanitario de la Axarquía como en el de la Vega Antequerana, mientras que en la Serranía restan unos 90 casos.

Cuesta resumir lo que ha ocurrido en 12 meses con tantas incertidumbres y tan pocas certezas. Ojalá que una de estas últimas sea una primavera bien distinta a la sufrida hace menos de un año.