Un malagueño ilustre ha sido rescatado del olvido gracias a una obra de 400 páginas, bellamente ilustrada y con una tirada de sólo 500 ejemplares, presentada el pasado viernes por el ex alcalde Cayetano Utrera. Se trata de la vida y obra de José Ruiz-Borrego y Vílchez, recuperadas gracias a los desvelos y el archivo familiar de su sobrino, el profesor de Historia Miguel Ruiz-Borrego, un afable madrileño de 71 años que se ha liado la manta a la cabeza, tras su jubilación en 2002, para hacer justicia a uno de los grandes impulsores del teatro en Málaga.

El libro ha sido posible gracias a la edición de Juan Parra, amigo del autor, que además ha llenado la publicación de postales inéditas de Málaga y cartas de notables.

"Fue un hombre que no se casó y que se dedicó por completo a la familia, al teatro y a Málaga", resume su sobrino Miguel.

José Ruiz-Borrego y Vílchez nació en Málaga en 1849. "A lo largo de su vida tuvo una afición muy grande al teatro en dos facetas: la enseñanza de la declamación y la actuación".

Esta afición se plasmó primero fundado varias sociedades benéficas de Caridad. En 1869 por ejemplo, organizó una campaña para ayudar a los soldados heridos en la batalla de Alcolea, realizando para ellos funciones benéficas de teatro. También organizaría funciones para ayudar a pagar a reclutas malagueños de pocos recursos el dinero para la redención del servicio militar.

Esa afición por el teatro le convertiría en empresario del Teatro Cervantes, aunque como explica su sobrino Miguel Ruiz-Borrego, "hizo unas obras maravillosas, pero invirtió sus ahorros y lo perdió todo".

En 1886 decide unir la faceta benéfica conla teatral en un ambicioso proyecto, en el que le ayudará desde el principio Narciso Díaz de Escovar: la Academia de Declamación. Una institución gratuita para formar a los futuros actores malagueños.

La primera sede fue un modesto local de la calle Beatas, aunque tuvo varias sedes como la calle Atarazanas o la plaza de Mitjana, conseguida esta última sede gracias a la protección de dos importantes socios benefactores de la academia: los actores María Guerrero y Pepe Santiago.

"La idea era formar actores, pero no cobraban nada. Se daban clases de declamación, arte teatral, historia del teatro, retórica y poética; y luego clases complementarias de francés, baile, iconografía, así como de época y trajes" explica Miguel Ruiz-Borrego. Con respecto a esta última asignatura, tan importante en el teatro de la época, el creador de la Academia de Declamación jugó un importante papel en la conmemoración del IV Centenario de la Reconquista de Málaga, en 1487, al vestir a toda la cabalgata histórica que recorrió la ciudad con trajes de época.

Los alumnos de la Academia solían realizar además funciones anuales en el Teatro Cervantes y en el Teatro Principal (en la plaza del Teatro) a beneficio de la Academia. "Algunas personas no acudían pero daban alguna cantidad y eso servía para poderse mantener", precisa Miguel. La institución también recibía pequeñas subvenciones del Ayuntamiento, la Diputación...y la Casa Real, pues en la primera década del siglo XX se convirtió en Real Academia de Declamación.

En 1920, fallece en su domicilio, cercano a San Felipe Neri, José Ruiz-Borrego. A partir de entonces y hasta su muerte en 1935, el protagonismo pasaría a Narciso Díaz de Escovar. La Guerra Civil y la creación de un Conservatorio de Música, con una sección de declamación, acabaron con los sueños de una segunda etapa de esta fructífera academia.