La ´explosión amarilla´ no se refiere al índice de natalidad china sino al precioso espectáculo que hasta hace dos días hemos disfrutado en Málaga.

El antiguo hotel Miramar fue el ´embajador´ hace muchos años de la tipuana, un árbol tropical parecido a la jacaranda, sólo que las hojas que ´regala´ son amarillas.

El ´parecido´ con la jacaranda también lo tenemos, y esto es menos poético, en que las flores sueltan una pringue que se adhiere a la acera, los carritos y los zapatos, con gran disgusto del personal.

Claro que el disgusto aminora cuando contemplamos una concentración de tipuanas. Además de en los jardines del Miramar, frente al paseo marítimo, las encontramos en la explanada entre el edificio de Correos y el Guadalmedina, formando hasta hace poco un verdadero túnel de fresco y color.

También tenemos una bonita concentración de tipuanas en la avenida de la Estación, en El Palo. A mitad de junio, tras un día de viento, las montañas de flores amarillas parecían ´camuflar´ del todo los coches de la calle.

La tipuana es un árbol ´contradictorio´, como la jacaranda, al que se le perdonan muchas incomodidades por su belleza. Otra cosa es que, en calles estrechas de Málaga, una mala planificación plante árboles inadecuados con crecimiento rápido y unas raíces considerables. Jacarandas, tipuanas y ficus tienen esta pega.

Vuelve Tarzán

Y siguiendo con los camuflajes, en la calle Liebre, en lo alto del Cerrado de Calderón, hay un tramo de la acera que parece perfecto para esconder liebres, conejos e incluso canguros.

A los peatones que de noche osen caminar por este tramo habría que equiparlos con un machete, como el de las películas de Tarzán.