Su estudio está constelado de reproducciones de Miró y ensayos sobre arte y economía. Dice que lo más le gusta de la arquitectura es su equilibrio entre técnica y urbanismo, filosofía y ciencia. Habla indistintamente de las torres de Repsol y de su afición al rock de los sesenta. Su canción favorita es ´Strawberry Fields Forever´ de The Beatles, su política de ordenamiento apuesta por coordinar el desarrollo del área metropolitana. No se muerde la lengua y reparte estopa entre la Junta y el Consistorio. "Total uno si no dice lo que piensa ahora...", puntualiza y pasa revista al urbanismo de la ciudad y su relación con la crisis económica.

-¿Cómo está afectando la crisis al gremio? ¿Era previsible el colapso de la construcción?

-La crisis está siendo muy severa con todas las profesiones relacionadas con el mundo inmobiliario, pero, efectivamente, era algo que se veía venir. Sabíamos que el número de viviendas de los últimos años no se podía mantener. Ahora se ha producido una ralentización demasiado fuerte en muy poco tiempo y lo peor es que no sabemos dónde está el fondo, es una época de incertidumbre.

-¿Es cierto entonces que lo peor está por llegar o se peca de pesimismo?

-Más bien lo primero, en este momento hay muchas obras en marcha que responden a proyectos que se hicieron hace uno o dos años y eso permite que el problema del paro no se vea con total claridad, pero las obras se van a ir acabando y no se inician otras nuevas. En el primer trimestre hemos verificado que el número de proyectos básicos que se están presentando es la mitad de los del año pasado, por lo que habrá que ir pensando que el próximo año tendremos la mitad de trabajo.

-¿Cómo se puede subsanar el problema? ¿Propone algún remedio?

-En primer lugar ir a Fátima o a Lourdes. Bromas aparte, esta situación me recuerda un poco a lo que decía Kenneth Galbraith en ´La sociedad opulenta´. Parece que nos hemos olvidado de que nuestro origen es humilde y que no somos un país rico e independiente. Han influido muchas cosas, la falta de ahorro, la carestía de los recursos energéticos, la subida del euribor y los sueldos que no han subido en la misma clave. Y lo peor es que la gente está más endeudada que hace veinticinco años, luego no todas las crisis son iguales. Sobrevivirá el que tenga más ahorro.

-¿La obra pública puede comportar una salida?

-La obra pública depende de las posibilidades de inversión de la administración y esas posibilidades está en relación directa con los niveles recaudación. Si la sociedad civil tiene menos movilidad y genera menos riqueza y empleo, evidentemente eso influye en el volumen de recaudación y, por lo tanto, de obra pública. Ya veremos como lamentablemente se irán parando muchas obras por falta de economía local o nacional. Incluso se va a dar el caso y eso se va a haber pronto de que los ayuntamientos tengan problemas por haber sobredimensionado sus plantillas de urbanismo, ya que no se solicitarán tantas licencias de obras.

-Mal momento entonces para la primera generación de titulados en la Escuela de Arquitectura de Málaga...

-La escuela es joven y está intentando abrirse camino. Pronto solucionará varias cosas como tener una sede digna, que se ubicará en Teatinos, pero lo deseable es que responda a las necesidades de la sociedad. Uno de los problemas de la universidad es que no se forma a la gente para trabajar. Esto es bastante delicado, porque si no existe un enlace laboral no es eficiente la inversión en educación del Estado. Si no se plantean estas cosas de otro modo, habrá muchos arquitectos, pero sin trabajo. El país será más culto, pero eso no sirve de nada.

-¿Qué grado de confianza tienen las administraciones en los arquitectos locales? ¿Por qué hay tanto proyecto concedido a estudios de fuera?

-Es una cuestión compleja, porque los concursos, por legislación, deben estar abiertos a todos, incluso a nivel europeo y la competencia es feroz. Nosotros estamos presentes en la mayoría de ellos, como jurado, y no tenemos una perspectiva localista como es lógico. Hace poco muchos estudios malagueños ganaron proyectos para Soliva Norte no por nada, sino porque eran los mejores. Los arquitectos de aquí están muy preparados, el problema es que en su currículum hay mucha menos obra pública realizada que en los del norte. Eso no depende de ellos, sino de que surjan más oportunidades de convocatoria de concursos.

-¿Qué opina de los polémicos rascacielos en los terrenos de Repsol?

-En cierta medida Málaga necesita saltar de su imagen de ciudad grande a gran ciudad, romper con la mediocridad heredada de los sesenta, y para eso se necesitan elementos identificativos que configuren una nueva imagen. Lo que no es admisible es que en Sevilla, una ciudad muy bella, pero muy chauvinista, haya un proyecto parecido, con torres de 280 metros y a la Junta le parezca bien. ¿Por qué aquí no se pueden hacer?

-¿No le preocupa que rompa también con el entorno?

-El proyecto debe integrarse bien y para eso se requieren elementos urbanísticos. Al Palacio de Ferias no se le sacó todo el partido estratégico que podía conllevar una actuación de esa escala. Sirve para que la gente de fuera pase por la autopista y vea que aquí hay arquitectura moderna, pero su ubicación responde sólo a que era una parcela municipal. No se hizo como en el Guggenheim de Bilbao, que sirvió para reordenar la ría y colocar más equipamientos, eso sí que es un valor para la ciudad.

-¿El debate sigue siendo torres o zonas verdes?

-Ese fue un debate político que no tiene mucho sentido. No es torres o zonas verdes, sino torres y zonas verdes y zonas comerciales y movilidad urbana y proyectos públicos. Si la empresa, que en lugar de sacar el proyecto a concurso lo ha otorgado directamente, es seria, el Ayuntamiento tendrá la garantía de que el edificio será bueno y la ciudad saldrá ganando.

-¿Ganará también con el puerto deportivo de El Morlaco y con la remodelación de los Baños del Carmen como dice el Ayuntamiento?

-Esos son proyectos difíciles de explicar con claridad. Legítimos, por supuesto, pero cuesta entenderlos porque hay más sitios en el litoral. En Niza, que tiene un perfil urbano parecido, a nadie se le ocurriría acabar con zonas que permiten pasear al lado del mar y disfrutar de ese olor y esa frescura. Hay que respetar la memoria histórica porque sino, llegará un momento en el que nada nos identificará con la ciudad, porque nosotros nos encontramos en un lugar por sus referencias. Ese frescor es genuino de la ciudad, no sé porque nos empeñamos en cercenarlo. El problema es que estos proyectos dejan huella y las próximas generaciones estarán sin referencias.

-¿Cree que es necesario peatonalizar la Carretera de Cádiz?

-Conciliar el tráfico de la zona con áreas peatonales no sólo es necesario, sino imprescindible. El metro es una gran oportunidad para que el barrio adquiera otra imagen y otro nivel de vida. Hay que verlo en esa clave pero tampoco se pude apostar por peatonalizarla completamente, porque no es la calle Larios y requiere soluciones de movilidad interna y de transporte público. Todo eso hay que resolverlo, pero la zona sería distinta si se logra reurbanizar todo ese eje. Si se logra que los vecinos tengan un espacio grande entenderán que su barrio ya no es el barrio obrero de los sesenta, sino algo mucho mejor.

-¿Cree que la ordenación territorial de la Junta es el camino para otro modelo de desarrollo?

-Creo más bien que la Consejería de Obras públicas no ha hecho sus deberes a tiempo. Hay un problema de coordinación entre los niveles locales y el entorno metropolitano y supramunicipal y en relación al papel que la Junta debe jugar ahí. No ha sabido intuir que el entorno crecería a nivel metropolitano y ha optado por un modelo pasivo, en el que ni siquiera el metro sirve para reforzar el valor de conjunto. Hoy no tiene sentido ir municipio a municipio, todas las grandes ciudades optan por ordenar el contexto porque lo natural es ir a Fuengirola, estar por la tarde en Marbella o trabajar en Málaga y dormir en Alhaurín.Si no somos capaces de desarrollar elementos supramunicipales el fracaso de organización va a ser total.

-¿Qué le parece el PGOU de Málaga? ¿Puede erigirse en una solución?

-Los PGOU no sirven para nada. En Barcelona, por ejemplo, hicieron un plan metropolitano en los 70 y ese mismo documento ha servido para las olimpiadas y para un sinfín de proyectos y nunca ha sido modificado. Sin embargo, aquí se pierde el tiempo en revisar los PGOU como si eso fuera la panacea. El problema es que llevamos dos años con este último y lo que queda. Nunca hemos hecho la reflexión cultural y cívica de preguntarle a los ciudadanos cuál es la ciudad en la que quieren vivir y no se trata, obviamente, de la ciudad en exclusiva de los intereses de unos pocos.

-¿Málaga continúa representando la ciudad anti-Berlín? ¿El paradigma del urbanismo desaforado y sin criterio?

-Aquí seguimos viviendo de la burguesía del siglo XIX. En el último siglo apenas hemos logrado construir nada que deje huella para las generaciones futuras. Hubo negocio, pero no hubo huella. Desde los años sesenta ha primado la visión mercantilista de una cierta clase política y económica que no ha sabido integrar. La ciudad tiene la mala sombra de destruir poco a poco su propio pasado.El problema es que sigue siendo una sociedad dual: existe gente exquisita y muy preparada, y gente que no lo está en lo más mínimo y que, además, no tienen a nadie interesado en prepararlos, en convertirlos en personas críticas. En ese sentido tenemos el urbanismo que nos merecemos.