El destino obligó a Juan Luis Castillo y María Rosa Gándara a sufrir un auténtico drama hace poco menos de dos meses, cuando su hijo Juan Luis, de sólo 23 años, murió en un accidente de kart en la calle Sigfrido, en el polígono industrial La Estrella. Una fatalidad de la que les costará recuperarse, si es que lo consiguen alguna vez, y que además vivieron de la peor manera posible. Ambos denuncian "falta de humanidad" en los empleados de la Ciudad de la Justicia cuando acudieron a identificar el cadáver. Conscientes de que no recuperarán a su hijo, están dispuestos a llegar adonde sea necesario para que ningunos otros padres tengan que pasar por el mismo doloroso trance de no recibir ayuda psicológica en un momento tan duro.

Juan Luis y su esposa recibieron la inesperada visita de una pareja de policías locales en su domicilio el pasado 18 de mayo. Encajaron como un mazazo la noticia de la muerte de su hijo: el joven, propietario del kart y mecánico de profesión, tenía apalabrada su venta y acudió ese día a hacer ajustes en el motor. Tras la reparación se subió para hacer una prueba y un maldito derrape acabó con su vida. Hasta ahí, la tragedia. Pero aún quedaba el mal trago de las gestiones legales para el entierro. Y el trato recibido fue tan desagradable, aseguran, que han decidido contarlo para que no se vuelva a repetir.

"Ni los mismos policías que nos llevaron a la Ciudad de la Justicia a identificar el cuerpo sabían cómo entrar porque no hay indicaciones. Era domingo. Después de dar dos vueltas a la manzana logramos encontrar la puerta. Nos abrió un ujier que no tenía preparación para acompañarme y prepararme psicológicamente para lo que me iba a encontrar", asegura Juan Luis.

Delicadeza. Aún impresionado por lo inesperado del suceso, el padre del joven fallecido denuncia la "frialdad" de la sala de espera, desde la que acudió al depósito de cadáveres para identificar a su hijo. "Después de estar tres minutos esperando, de pie, en frío y sin ningún tipo de apoyo, pregunté si mis otros hijos podían ver a su hermano. Y este trabajador me contestó literalmente que aquello no podía ser un desfile", recuerda con amargura el padre del chico. No pudo lograr que los tres hermanos de Juan Luis se despidieran de él y tuvo que afrontar solo el trance de identificar el cuerpo. "Se me vino el mundo encima y pensé que algún profesional me debería haber preparado psicológicamente antes", se lamenta. ¿Dónde están mis impuestos si en el peor momento de mi vida sólo tengo una sala fría y solitaria y un ujier que no sabe qué hacer?", se pregunta Juan Luis.

La amargura del momento no acabó ahí. "Como último servicio de la Administración de Justicia, nos soltaron en el inmenso vestíbulo del acceso principal, sin asientos y por supuesto sin ninguna atención. Mi mujer, hundida, tuvo que sentarse en la silla del vigilante de seguridad mientras que mi familia, que estaba fuera porque no le habían dejado entrar, nos miraba a través de los ventanales", se lamenta Juan Luis. A su hijo le hicieron la autopsia al día siguiente y pudo recibir sepultura.

Conciencias. Juan Luis ha enviado escritos de denuncia al ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, y a la consejera de Justicia de la Junta, Evangelina Naranjo, ambos con acuse de recibo. La delegada del Gobierno andaluz en Málaga, María Gámez, también tiene su copia, y el subdelegado del Gobierno, Hilario López Luna, lo recibió en mano, ya que conoce al padre del joven fallecido. Juan Luis repite que su intención es remover las conciencias de los responsables de la Administración "para que hagan buen uso de los impuestos de los contribuyentes y pongan los medios necesarios para atender mejor a quienes sufren una situación como ésta". Su hijo no volverá, pero hay formas y formas de perder a un ser querido. Y ésta es la peor.