El granadino Miguel González-Molina, nefrólogo de profesión, se resiste a colgar la bata tras una vida dedicado a la investigación y al tratamiento de la insuficiencia renal. Se jubiló en 2005 pero no dejó el hospital, siguió operando. Fue el precursor hace 30 años del programa de trasplantes del Hospital Carlos Haya. Desde entonces se han practicado con éxito un total de 1.888 intervenciones que han convertido a Málaga en referente nacional en este campo. Los inicios fueron complicados, pues el equipo quirúrgico apenas lo integraban cinco especialistas y los medios eran limitados. Pero con los años y gracias al esfuerzo la unidad se consolidó y ahora lidera los trasplantes renales en la comunidad andaluza, con más del cien al año.

González Molina, licenciado en Medicina por la Facultad de Granada, se especializó en la Universidad de Texas en el trasplante de riñón e islotes pancreáticos. Autor de numerosas investigaciones, la mayoría dedicadas a los injertos renales y la inmunosupresión, ha publicado en revistas científicas internacionales. "Cuando participo en congresos internacionales y se habla del modelo español de trasplante, nos damos cuenta de que todo se lo debemos a la generosidad de la gente". Este especialista elogia a la sociedad por su compromiso con las donaciones, lo que ha convertido a España en el país del mundo con mayor tasa de trasplantes (46 por cada millón de habitantes). González Molina dice que la técnica quirúrgica evoluciona de forma espectacular cada año y manifiesta que el reto en el futuro es impulsar las donaciones de órganos procedentes de personas vivas.

-En enero de 1978 dirigió el primer trasplante renal de Málaga, ¿cómo recuerda aquella intervención?

-El primer trasplante que hicimos en el Hospital Carlos Haya fue de donante vivo. El paciente tenía unos 30 años y su hermana le había cedido el riñón. La operación duró unas cuatro horas y fue un éxito. El injerto funcionó durante muchos años, pero el enfermo se volvió a someter a otro trasplante al cabo del tiempo.

-Impulsó el programa de trasplante renal hace 30 años. Por aquel entonces este campo era desconocido y apenas se había puesto en práctica en España. ¿Fueron duros los comienzos?

-Era una época de necesidad de impulsar los trasplantes y las donaciones. Pero al principio fue complicado. Éramos pocos y no teníamos ni inmunólogo. Recuerdo tener que ir por la noche al aeropuerto para recoger o enviar las muestras y analísticas de los pacientes. Teníamos serias dificultades, pues había que entrenar al equipo, aunque contábamos con un magnífico urólogo, el doctor Gutiérrez Calzada. Pero había mucho desconocimiento incluso entre los propios compañeros. No sé si he de decirlo, pero una vez en un pasillo alguien me dijo que eso de los trasplantes era una inmoralidad. Estoy convencido de que no había mala intención en sus palabras.

-¿A su equipo le faltó el apoyo institucional y del sector sanitario para practicar los trasplantes?

-No. Lo que pasa es que había un ambiente de desconocimiento, pero el mismo que te decía lo de inmoralidad, con el paso del tiempo admitía que se había equivocado. Yo venía de un hospital de EEUU, en Dallas, donde se hacían más de cien trasplantes anuales, de modo que sabía lo que tenía que hacer aquí en Málaga, y fuimos a por ello. La mayor dificultad era incluir en el hospital un proyecto desconocido, formar a los profesionales y adaptar su mentalidad. Pero al mismo tiempo había seguridad de que aquello iba a funcionar.

-¿Qué hospitales se tomaron como referencia en los comienzos?

-El Hospital Clinic de Barcelona fue el primero en realizar un trasplante en el año 1965. El centro Jiménez Díaz de Madrid también era puntero. Se seguían como ejemplos. Pero ahora las cosas han cambiado y destacan los hospitales 12 de Octubre de Madrid y el Clínico de Canarias.

-¿A qué atribuye el éxito del programa de trasplantes del hospital?

-Lo hemos conseguido gracias a la buena respuesta de la sociedad. El primer año sólo hicimos ocho trasplantes y ahora superamos los cien anuales. Es verdad que la organización nacional contribuyó a dar una cobertura más seria. Antes teníamos que ponernos en contacto nosotros mismos con los compañeros de otros hospitales y los familiares para las donaciones. Al principio siempre éramos los mismos en las operaciones, daba igual la hora que fuese, a las 3.00 de la madrugada, las 12.00 del mediodía o las 4.00 de la tarde.

-¿Cómo ha evolucionado la técnica quirúrgica desde que se inició?

-Hemos cortado el tiempo de sutura vascular, el plazo en coser los vasos del riñón al receptor y se ha incrementado la habilidad de los especialistas. Ahora la intervención dura menos, unas dos horas y media. Aunque el tiempo es lo de menos. Lo importante es que ahora se hace la intervención con naturalidad. Cuando empezamos había cierta inseguridad sobre la evolución del paciente, le observábamos con preocupación.

-¿En cuánto se ha incrementado la tasa de supervivencia del enfermo?

-Entre los médicos existe una gran variedad de criterios, pero está claro que ha aumentado la supervivencia. Es curioso, pero cuando comenzamos había más garantías para el paciente con la diálisis que con el trasplante. Ahora se ha alcanzado una media (10 años en el donante fallecido y 17 de órgano de persona viva). Y, sobre todo, hemos reducido de forma increíble los niveles de rechazo, que al principio era del 80 por ciento, y ahora se sitúa en un 15 por ciento.

-España es el país con la tasa de donaciones más alta del mundo. Pero el perfil del donante ha cambiado con el descenso de los accidentes de tráfico, y ha aumentado la edad, ¿hace falta promover campañas de concienciación para donantes vivos?

-En este país no ha habido una conciencia de trasplante de donantes vivos porque casi todos se hacían de órganos de fallecidos y quizá el familiar no tenía la necesidad urgente de darle el órgano. Pero ahora ha cambiado la situación, y es necesario promover estas donaciones. Además, el índice de supervivencia es mayor, porque el riñón está en mejores condiciones. Yo creo que la sociedad responderá bien, porque tiene un sentido de la solidaridad muy claro. El español es generoso. Y somos referencia en el mundo precisamente por esto.

-¿Cómo se promueve la donación entre los familiares del paciente?

-Es obligación del servicio de nefrología informar de las posibilidades del trasplante, se les comenta las ventajas, pero hay que hacerlo con delicadeza, porque es algo voluntario. A la familia hay que informar, pero en ningún caso presionar.

-En las operaciones de trasplante, la relación médico-paciente se estrecha...

-Efectivamente. El seguimiento es continuo. Pasan los años y adquieres mucha confianza, convives con los pacientes, les conoces y ellos también a ti.

-¿Surgen amistades?

-Claro. Soy el padrino de la hija de uno de mis primeros pacientes. Él me dice siempre que los médicos sabemos poco... (risas). Y es verdad, porque no todo lo podemos resolver. Mis pacientes me dicen que prefieren morir a perder otra vez un riñón.

-¿Cuál es el récord de supervivencia con un riñón trasplantado en Málaga?

-Precisamente mi amigo, a sus 61 años, lleva ya 29 años con el órgano.