Un negocio triunfa del todo en Málaga cuando se convierte en un punto de referencia, como un monumento más. En Málaga, si alguien paseaba o buscaba algo en la calle Larios, se oía eso de que se encontraba "a la altura de La Cosmopolita".

A partir de esta semana, esa referencia será sólo sentimental, porque la cafetería, fundada en la primavera de 1949, cierra definitivamente. Su propietario, Fernando Megías, da una razón de peso: "La Cosmopolita cierra por jubilación, ya son 57 años trabajando. Mañana [por hoy] cierro".

Su padre, del mismo nombre, emprendió la aventura de abrir una cafetería en la calle Larios después de trabajar en otro establecimiento clásico de Málaga: ´La Alegría´. Para el nuevo negocio quiso lo mejor y por eso el proyecto fue obra del arquitecto Juan Jáuregui Briales, el mismo que en los años 50 levantó el edificio de La Equitativa.

De la decoración, con ecos de fin de siglo, se encargaron los talleres Campos. Las maderas que recubren las paredes del café fueron traídas de América, mientras que el suelo es de mármol de una sola pieza.

El céntrico café, en una ciudad que se preciaba de ser cosmopolita, se convirtió en lugar de parada de amigos del café y de la tertulia. Miguel Martín, uno de los clientes más fieles, lleva frecuentándolo desde el primer año que abrió y ya pasa de los 80. "Aquí antes había una tienda de electricidad, pero los socios se separaron y abrieron cada uno una tienda por su cuenta", informa.

Antes de entrar al trabajo, desayunaba en La Cosmopolita en busca del café que hizo famoso al establecimiento y que salía de la lustrosa cafetera de la casa Oyarzun.

Desde 1949, Miguel Martín se ha hecho un fijo de La Cosmopolita y ayer acompañaba al establecimiento en sus últimos momentos. "Para nosotros es una pena muy grande", confiesa. Durante años, ha formado parte de una tertulia de diez amigos que se reunían en la cafetería, de los que ya sólo quedan cinco. "Supongo que ahora tendremos que irnos a Lepanto", aventura.

A su lado están José Sánchez y José Giménez, dos de sus amigos tertulianos, que comparten la sensación de tristeza ante el fin de este trozo de historia de Málaga.

"Esto forma parte de Málaga, pero las cosas caen y cambian", reconoce Gerardo Martínez, que además de ser un fijo de la cafetería, también utiliza los servicios de Salvador Vargas, el limpiabotas de la cafetería.

Salvador, de 64 años, limpia con resignación uno de los últimos pares de zapatos en el que ha sido su lugar de trabajo. "Por la mañana solía pasarme cuatro o cinco horas y por la tarde tres o cuatro", explica, mientras confiesa que va a echar de menos el trabajo en La Cosmopolita. "Y más con mi edad".

Salvador Vargas ha limpiado zapatos a artistas como Lola Flores y Manolo Caracol, pero ahora deberá buscarse otro lugar de trabajo, aunque él reconoce que "a La Cosmopolita entraba gente de mucha solera y la gente moderna no se limpia los zapatos".

Entre los últimos políticos que han frecuentado el establecimiento, Mariano Rajoy compartió café con el alcalde de Málaga, la alcaldesa de Fuengirola y con Javier Arenas.

Fernando Megías desconoce qué destino tendrá el local. El caso es que cierra para siempre uno de los establecimientos más queridos; esos que van unidos a una Semana Santa, un negocio, tertulias o una tarde viendo pasar la vida de esta ciudad.