El arroyo del Café o de Clavero ha salido del anonimato por una desgraciada operación urbanística. Después de siglos a la sombra del arroyo de la Caleta, este modesta corriente de agua (modesta cuando tercia) se puede convertir en aliviadero de la sobreexplotación urbanística de la parte alta del Limonar y de Parque Clavero, el mareante paisaje de adosados presidido por una especie de circo romano en lo alto.

El proyecto de carretera que ´acecha´ por el arroyo ha devuelto a la ciudad una corriente ´discreta´ cuyo nombre sobrevivía en la vecindad de Bellavista, pero que pocos malagueños eran capaces reconocer y situar en el mapa.

El historiador Manuel Muñoz, gran conocedor de la vida y milagros de familias y fincas malagueñas del XIX (sin duda el máximo experto), desveló hace unos días a esta sección el origen del arroyo del Café.

No estamos en un caso similar al país de Jauja, que como todo el mundo sabe ofrecía al respetable arroyos de leche y miel. El arroyo del Café nunca tuvo café en su cauce, pero fue una de las zonas en la que se introdujo esta bebida en Málaga, considerada en el siglo XVIII la bebida de moda, además de un brevaje exótico con efectos adictivos.

Y si no, ahí tenemos a Juan Sebastián Bach, que dedicó nada menos que una cantata al café, contando el mal rato que tenía una joven porque su padre no le permitía beberlo (para ella, una taza era "más agradable que mil besos, más dulce que el vino moscatel").

Manuel Muñoz explica que en Málaga, como en otros sitios, a los enfermos que estaban a pique de un repique se les ofrecía una taza de café como último remedio. "Mira si está malo que ha tomado café", decía la gente.

Con este halo de exotismo y atracción, es lógico que el primer aguaducho que ofrecía café en Málaga, instalado a la altura del arroyo Clavero (en mitad del Camino de Vélez) para atender a arrieros y paseantes, se hiciera tan famoso que los malagueños rebautizaran el arroyo vecino como el ´arroyo del Café´, donde se servía la novedosa bebida.

¿Cuándo recibió esta denominación?, el historiador Manuel Muñoz data el ´bautizo´ en los primeros años del siglo XIX, antes de la terrible epidemia de fiebre amarilla.

El caso es que desde fecha tan lejana, Málaga tiene un arroyo tan cafetero. El Urbanismo malagueño, digno de la moderna Atenas y de las más alocadas urbes de Oriente Medio, puede echar a perder el ´café´ a mayor gloria del exceso de ladrillo.

De moscas

Ω Y al igual que el arroyo del Café, el mismo origen ´comercial´ tiene el nombre de la barriada de la Mosca, que nació por el ventorrillo situado en la zona. Dos orígenes bien distintos hablan de por qué recibió la venta el nombre.

Para unos, fue el mosquerío que escoltaba el establecimiento el que se ganó a pulso el nombre de ´ventorrillo de la Mosca´. Para otros, fue una mosca ´concreta´, que le cayó en la sopa a una pareja de guardias civiles (suponemos que a uno de ellos y que no fue reincidente).

Esfuerzo inútil

Ω Un alma de cántaro, prueba evidente de que hay hombres de Atapuerca que conviven con nosotros, ha emporcado la preciosa fachada de la iglesia de los Mártires con una inscripción que evidencia su pobreza moral y cultural. En la ilegible inscripción sólo se reconocen las palabras ´Iglesia´ y ´pensiones´. La verdad, no merecía el esfuerzo.