mirando atrás

Los piquitos nacieron aquí

Alfonso Vázquez

Tienes que ir por la harina, amasarlos con los puños, cocerlos en el horno de leña y después venderlos por las calles". Así resume Francisco Jiménez, Paqui, el arte de hacer piquitos en el obrador familiar en la Trinidad, en la colonia de San Eugenio.

"Los piquitos no se conocían en Málaga hasta que los trajo mi abuelo en el año 31", cuenta. Su abuelo se llamaba como él, nació en Sevilla y en 1929 este experto confitero ideó para la Exposición Iberoamericana un camisón bordado de dulce con una mosca de caramelo. "La gente le daba bandazos para que volara, creyendo que era de verdad", señala su nieto.

Francisco ´el sevillano´, como le llamaban, buscó nuevos horizontes en Málaga en 1931 y el obrador siguió viento en popa con su hijo Antonio y su nieto Paqui, nacido en 1940, quien cuenta que, con ocho años, ya vendía piquitos por las calles.

"Iba a la marisquería La Mar Chica de la calle Larios, a Casa Pedro en El Palo, a Huelin, o el Tiro de Pichón, siempre andando", señala Paqui quien todavía recuerda la ´bronca´ que le soltó un comerciante del final de la Carretera de Cádiz al verlo llegar a pie. "A la vuelta me montó en un carro, que me dejó al lado de la Renfe".

Pero el trabajo no quedaba ahí: echando mano de la bicicleta, estuvo pedaleando de Nerja a Marbella. "No he echado yo kilómetros ni nada", rememora.

En los años del hambre, siempre se podía matar el gusanillo en el obrador aunque sin romper la producción: "Piquitos comía todos los que se me partían y tenía la garganta más seca que un pantano", cuenta.

El negocio de la colonia de San Eugenio era panadería por la noche, alquilada, y el resto del día, confitería. "Mi abuelo era un Séneca de los dulces, sacó las magdalenas y el cortadillo", destaca Paqui, que recuerda algunos dulces malagueños como las isabelas. "Eran redondas como medianoches, las rellenaba de crema, luego les hacía una cremilla y las mojaba en coco", dice. También estaban los ´sagastas´, "un bollito al que se le hacía una doblez".

El obrador de la familia Jiménez se hizo famoso; en época de Navidad llegaron a trabajar hasta 20 mujeres en dos turnos, incluida Tina, la mujer de Paqui. Este malagueño recuerda las colas de mujeres con canastas a la espera de los dulces. Con algunos de ellos colocados "en un tablerito en la cabeza", el joven Paqui recorría los barrios de Málaga. "A las ocho de la mañana ya estaba repartiendo por el Centro", comenta.

Paqui ha llegado a vender sus dulces a los actores que rodaban una película junto con Frank Sinatra en El Chorro y en el bar Flor, al lado de La Malagueta, recibió la felicitación del actor Fernando Sancho por lo bien que sabían las isabelas.

En los años sesenta fallece el fundador del negocio, don Francisco ´el sevillano´ y la muerte ni siquiera interrumpió la producción de dulces. "Nos preguntábamos, qué hacemos con los dulces si estamos en la ruina. Mi madre dijo que los termináramos y una hora antes murió mi abuelo", recuerda.

El obrador de los Jiménez llegó a producir mil kilos de dulces diarios. Cerró en 2004 tras una operación de cadera de Paqui, que cuenta que ninguno de sus cinco hijos ha seguido sus pasos. Pero el buen hacer de la confitería no se ha perdido. Con un compadre en Colmenar sigue produciendo los roscos de vino ´Paky´ que le hicieron muy popular y que tienen este lema: "Para gusto y paladar, coma roscos Paky y lo notará".

El veterano obrador ha dado paso a un moderno edificio con siete viviendas en la colonia San Eugenio y Paqui, que sigue con sus dotes comerciales, avisa: "Están en venta".

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