tribunales
Dos jóvenes se libran de ser acusados de homicidio porque la víctima resultó tener cáncer

Suceso. La gasolinera en la que se halló el cadáver. / Arciniega
josé antonio sau. Málaga
En la fría madrugada del 24 de septiembre de 2007 dos jóvenes se acercaron a una gasolinera de Cártama para robar. Antes, echaron una manta sobre la cabeza del vigilante de las instalaciones y, uno de ellos, le golpeó hasta que perdió el conocimiento. La juez del caso imputó a los presuntos autores del hecho por imprudencia con resultado de muerte y no por homicidio -mucho más castigado-, ya que la autopsia reveló que el deceso se produjo por asfixia, aunque había una salvedad importante: la víctima tenía un cáncer de laringe que no se detectó.
El efecto asfixiante de la manta y ese cáncer de garganta, según la magistrada, se conjugaron para precipitar la muerte del guarda. La juez entendió, por tanto, que los encausados mataron efectivamente al hombre, pero no tenían intención de hacerlo.
Ahora, tanto la Fiscalía como la acusación particular han recurrido la decisión de la instructora ante la Audiencia Provincial para que los hechos se califiquen como un homicidio, que tiene una pena mucho más elevada que una imprudencia.
Un homicidio imprudente ocurre, por ejemplo, cuando un conductor bebido atropella a alguien. Él no tiene intención de matar, pero efectivamente provoca el fallecimiento de alguien. Esto está penado con hasta cuatro años de cárcel. El homicidio, por contra, está castigado con penas de entre 10 y 15 años de prisión.
En un primer momento, se dijo que no había sido una muerte violenta. Sin embargo, la autopsia reveló que se había producido por asfixia (anoxia). El vigilante tenía la costumbre de atarse con una manta a la silla para no coger frío cuando se quedaba dormido. Además, llevaba un jersey. Los dos jóvenes le echaron presuntamente otra manta encima y uno de ellos le golpeó. Las cámaras grabaron la agresión parcialmente y se halló ADN de los encausados en las uñas del agredido, ya que intentó defenderse.
Éste perdió rápidamente el conocimiento y se quedó tendido en el suelo -atado a la silla- hasta que llegó el panadero. El hecho se produjo a las 4.15 horas, y el repartidor de pan, que llegó a las 6.00 de la mañana, ni siquiera se alarmó al ver al guarda en ese estado.
Fue la hija del dueño de la gasolinera la que avisó a la policía y a los servicios sanitarios a primera hora de la mañana al ver allí a su empleado, que tenía 65 años. El hombre se encontraba en un pequeño porche a las puertas de la terraza del bar de la estación.
Tras cometer esta supuesta acción, los dos jóvenes -de entre 20 y 30 años- entraron en el bar a través de una ventana, reventaron presuntamente una máquina de videojuegos y se llevaron más de 500 euros. Antes habían intentado hacer lo mismo en otra gasolinera. Uno de ellos contaba con antecedentes, mientras que el otro poseía un expediente inmaculado. "Debieron pedir auxilio o hacer algo, pero lo dejaron allí tirado", aseguran fuentes jurídicas.
Lo que sí aclaran estas fuentes es que no se puede calificar este suceso como asesinato, porque no hubo alevosía a pesar de que el ataque fue sorpresivo. "No llevaban navajas", afirman.
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