Cuando llueve, llueve para todos´. Así reza el título de una de las últimas campañas realizadas para la integración social de los enfermos mentales. Una labor en activo que represente Rafael del Pino, coordinador andaluz de Salud Mental de la Junta de Andalucía desde hace más de un lustro. El también jefe de la Unidad de Psiquiatría del hospital Clínico asegura que la "precariedad económica y el estrés laboral" son las principales causas de que una de cuatro personas vayan a sufrir de un trastorno en los próximos años.

–¿El consumo de drogas y alcohol ha provocado un aumento en los casos de personas con trastornos mentales?

–La atención a las personas que consumen tóxicos, tanto alcohol como otro tipo de drogas, directamente no son atendidas desde la Consejería de Salud sino desde Bienestar Social. Hay una red de centros provinciales que atienden a estos pacientes. Las consecuencias son claras, el aumento de consumo de estos tóxicos favorece, aunque no siempre es la causa, que un problema que ya había se dispare, es lo que llamamos las psicosis tóxicas.

–Y la crisis, ¿es también un detonante?

–El consumo de sustancias no está aumentando y hay otros factores que por su cantidad son casi más importantes. Todo lo que está relacionado con una situación precaria de dificultad en el trabajo, acceso de vivienda o vida social; incluso, la gente que tiene trabajo pero que sufre la presión o lo que se conoce como estrés laboral o de la vida cotidiana.

–Como consecuencia, ¿hay un aumento y un nuevo perfil del enfermo mental?

–Se diagnostica mejor y se identifican más casos. No está demostrado que haya más casos de esquizofrenia que hace 15 años En la salud, la cultura tiene mucho que ver. La cultura del consumo está muy implicada en la salud. Las personas queremos consumir salud, la estética corporal es una de las cosas nada más. También ir al psicólogo, tener un educador para el niño... La psicologización de la vida cotidiana, es decir, cuando hay muchas dificultades que en la vida en aspectos como la pareja o el ambiente laboral, hacemos que sea el sistema médico el que nos saque de ahí. Es una manera de negar la evidencia de los follones en los que estamos metidos y de los que debemos salir por nosotros mismos.

–La depresión o la ansiedad se perfilan como trastornos de gran prevalencia...

–En salud mental hay dos apartados, y no debería ser así. El trastorno mental grave y el común o menor, como la ansiedad, la depresión o las dificultades de adaptación. Esos trastornos pueden ser tan discapacitantes y puede crear tanta infelicidad como un trastorno grave. Una de cada cuatro personas vamos a sufrir una enfermedad mental que nos van a diagnosticar y que es necesario tratar. Por ejemplo, la prevalencia actual de la patología mental está en torno a un 9 por ciento. Otro dato significativo es que un 30 por ciento de la gente que va a los centros de salud, sea por el motivo que sea, tiene un problema relacionado con la salud mental. Quizás no necesita un tratamiento o quizás no acuda por ese motivo, pero se da. Esto tiene un componente psicosocial importante.

–Además, la Administración ha apostado fuerte en el ámbito de la salud mental en comparación con hace dos décadas...

–Se ha producido una infrafinanciación historia de los servicios sanitarios en relación a la salud mental, teniendo en cuenta que no hace mucho tiempo a las personas que padecían un trastorno se les aplicaba medidas de encerramiento o basadas en la ignorancia. Es ahora y por motivos económicos cuando muchos países son conscientes de que o invierten en recursos para atender aspectos de la salud mental o les va a costar caro. La depresión en diez o quince años va a ser la primera causa de baja laboral más que lo articular, es decir, lo relacionado con huesos o músculos.

–Pero el estigma social y el miedo al enfermo mental sigue estando presente...

–Nadie quiere saber de la salud mental. Los dos miedos ancestrales que tenemos los seres humanos son la muerte y el miedo a perder el control de nuestros actos. Ante esos miedos lo que hacemos es ignorarlos. En la cultura occidental tenemos miedo a nuestro propio descontrol, no sólo en los casos graves sino también en los menores.

–Una de los tópicos es la agresividad de los pacientes. De hecho cuando sucede un crimen, siempre se alude a que el agresor tiene una patología mental, ¿es así?

–El primer tópico es el de la violencia, que el enfermo mental es agresivo. Estadísticamente hablando la persona con un trastorno mental es menos violenta que la gente que no lo tiene, en términos relativos. Pero a veces el acto violento de una persona con un trastorno es muy llamativo, muy tremendo. Es cierto que por cuestiones sociológicas, cuando se comete un asesinato lo primero en lo que se piensa es que esa persona tiene una enfermedad mental. No se puede pensar que una persona normal haga eso, además ese tipo de ´locos´ nunca tienen nada que ver con nosotros. Es tremendo porque eso mantiene todo lo que tiene que ver con el cómo atajamos los problemas de salud mental.

–¿Integrar a los pacientes en la sociedad es fundamental para acabar con ese estigma?

–Las comunidades terapéuticas, los pisos en los que conviven personas con enfermedades mentales o las casas hogar son un ejemplo de ello. Ahora se acaba de poner en marcha un centro de Faisem (Fundación Andaluza para la Integración Social del Enfermo Mental) en Ojén. Muchos De los problemas que surgen a la hora de identificar los pisos tiene que ver con eso, con el estigma. El pronóstico de la enfermedad mental y los medios de comunicación son fundamentales. Dirijo el Plan de Salud Mental en Andalucía desde hace seis años y he podido conocer cómo funciona en todas las comunidades españolas y Andalucía es pionera en este ámbito.

–En cuando a los recursos, existen trastornos como la anorexia nerviosa en los que los familiares exigen desde hace años una mayor inversión...

–En salud las personas siempre vamos a pensar que debería haber mas recursos igual que en la educación o la justicia. Porque es lógico y creemos que tenemos derecho a ello. En este proceso de reformas y cambios, al igual que los medios juegan un papel importante, las asociaciones de familiares están jugando un papel fundamental. Sin ellos sería muy difícil sacar cosas que tienen que ver con cuestiones existenciales o de imagen. A veces no son iguales las percepciones de los propios familiares de los pacientes y la de los gestores sanitarios. Una de las cosas que concretamente Adaner (Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia) reivindica son unidades específicas. El modelo de Andalucía y por el que la OMS aboga no es ese. Es perjudicial tener esas unidades, lo importante es que estas personas sean atendidas por distintos especialistas en torno a un programa. Es cierto que las hay pero en el nivel privado. Es muy peligroso pensar que donde mejor puede estar el paciente es en algún sitio donde la tenga y el nivel privado lo sabe muy bien, porque cobra por ello. Así no se curan mejor estas personas. Las personas con conductas alimentarias están muy condicionadas por el estigma y por cuestiones que tienen que ver con la imagen corporal, la adolescencia, las relaciones de los padres con los hijos... La prevalencia de este padecimiento es menor del que se suele decir, lo que no implica que no haya casos muy graves.

–En muchas ocasiones, los padres se quejan de que sus hijos no son atendidos o carecen de un tratamiento adecuado...

–En Málaga y en Andalucía, yo no conozco a ninguna persona que no esté atendida, otra cosa es que el tratamiento que se les da, a veces aunque no siempre, no coincide con el planteamiento que quiere hacer el familiar generalmente. Hay muchos casos también de pseudoanorexias, que no son anorexias nerviosas pero que lo parecen. Y tienen que ver con cuadros adaptativos o crisis evolutivas en la adolescencia.

–¿Quizás ocurre esto porque el familiar es el que necesita más apoyo y preparación para convivir con estos enfermos?

–El cuidado del enfermo se centra en el familiar. Hay dos cuestiones que se trabajan con la familia: la psicoeducación, que son actividades grupales donde se informa al familiar y adquiere herramientas sobre la enfermedad mental. Talleres que están muy desarrollados en Andalucía, concretamente en el Clínico de Málaga . Hay mucha gente para quien la enfermedad mental de su hermano o de su padre es casi como un secreto, aunque parezca exagerado. Las asociaciones de familiares son muy importantes porque pueden compartir información y angustias. Otra cuestión es el plan de accesibilidad, para pacientes con trastornos graves y sus familiares. En cada equipo de salud mental, hay un teléfono móvil corporativo del que dispone enfermería para que los familiares puedan llamar, en horario de trabajo de momento, para cualquier duda o pregunta que tengan. Además, en el mes de octubre se ha formado la primera asociación regional de usuarios de pacientes, sin embargo las asociaciones de familiares no lo llevaron nada bien al principio, porque lo tomaban como una amenaza. Esto es porque la opinión del paciente, que es lo importante, casi no se ha tenido en cuenta aunque sea con la mejor intención.

–¿Existe curación para una enfermedad mental grave?

–Existe el tópico de que la enfermedad mental no tiene cura. Bueno, sí que tiene cura como otras enfermedades somáticas que quizás no tienen una cura total, pero sí paliativa. Hay aspectos biológicos, psicológicos y sociales que influyen en la patología. Atajar esos aspectos supone que se ataje menor la enfermedad. Aquí entra un concepto muy novedoso: la recuperación, en el que Andalucía es pionera. No se trata de la curación de los síntomas, sino de que una persona como individuo desarrolle al máximo sus capacidades. Hay muchas personas con trastornos mentales graves cuyo sanitario tiene como obsesión que desaparezca el síntoma. Lo importante es que esa persona pueda desarrollar lo máximo posible las posibilidades que tiene como persona. En 2001 se cerró el último manicomio que había en Andalucía, el de Granada, para mostrar así un modelo distinto al que se hacía.