Hace ya más de dos años de la última refriega judicial. El Palacio de Miramar, hito arquitectónico de la zona noble de Málaga, continúa en desuso, pese a la promesa de agilidad en las obras que, en teoría, deben dejar paso a su nueva etapa como hotel de lujo. La industria turística se mantiene en vilo. Por el momento, nadie ha visto una máquina en las instalaciones. Los plazos iniciales, que apuntaban al presente 2010 como fecha de inauguración, se dilatan sobre su propia marca de retraso.

Según explica José Seguí, arquitecto responsable de la remodelación, el permiso de obras no se solicitará hasta finales de este año. La demora, sostiene, no se adscribe a dificultades económicas, sino a la complejidad del proyecto, que ha exigido la reconstrucción previa sobre planos virtuales. "Si todo va bien podremos entregarlo a finales de año y tramitar el inicio del trabajo de campo", detalla.

Las expectativas del arquitecto sitúan el ritmo de la construcción al límite del compromiso adquirido con la Junta de Andalucía, que obligó a la concesionaria, el grupo Promur, a tener operativo el hotel en un plazo de cinco años, a contar desde 2008. Si no concurren nuevas interrupciones, la maquinaria comenzará a operar el próximo ejercicio. Las previsiones aluden a un periodo de ejecución de veinticuatro meses, lo que desplaza de nuevo los cálculos de la inauguración. Como mínimo, habrá que esperar hasta bien avanzado 2013.

La lentitud del proyecto preocupa especialmente en los establecimientos del entorno, que han visto mermar sus ingresos a raíz del traslado del andamiaje judicial. Allí se aguarda la llegada de los obreros, alrededor de doscientos, para revitalizar la economía doméstica. La demora ha suscitado sorpresa, sobre todo, si se tienen en cuenta los datos del concurso público, en el que Promur se adjudicó el proyecto a pesar de no presentar la oferta económica más alta. Su baza fue el compromiso de rapidez en la tranformación de las majestuosas instalaciones.

Gonzalo Fuentes, secretario autonómico de Turismo en CCOO, añade un nuevo registro a la reflexión sobre la viabilidad del proyecto. Asegura que la eficacia de un hotel de lujo depende también de sus alrededores, que deben remozarse para concordar con las exigencias de los futuros clientes. "Estos detalles hay que tenerlos muy en cuenta para que sea realmente un hotel de cinco estrellas y no tenga que perder categoría", señala.

La iniciativa de Promur, que tiene una división hotelera con más de cuarenta años de experiencia, comporta habilitar unas 200 habitaciones, incluidas suites. El proyecto, alumbrado por Seguí, aspira a recuperar el aspecto original del edificio e incorporar servicios como un ´spa´ y una sala de convenciones. La primera etapa de uso turístico del inmueble concluyó en el año 1968.