Hay que reconocer que es difícil de concebir. ¿Es capaz el sonido de unos altavoces de derribar muebles de madera llenos de figuras o romper cristales? Parece algo propio de una película, pero Javier Hevilla está convencido de que es más posible de lo que pueda parecer.

La plaza de la Constitución acogía el martes por la tarde el desfile de modelos previsto en la Semana del Mayor. Un acto que ya es tradicional que tenga lugar en la ciudad y que no es la primera vez que tiene lugar en este recinto. Sin embargo, los altavoces tenían el martes pasado una disposición distinta. Un detalle que, a juicio de Javier Hevilla, iba a tener unas consecuencias demoledoras en su comercio del Pasaje Chinitas.

Sobre las cinco y media de la tarde, coincidiendo con una de las actuaciones incluidas en el desfile, el anticuario de Javier Hevilla vivió un pequeño terremoto. Dos grandes muebles de madera con figuras de cerámica cayeron al suelo. Lo mismo pasó con un espejo de un metro y medio de largo y una estantería. «No sabía si llamar a los bomberos o a Iker Jiménez –presentador de un programa de televisión de fenómenos extraños–», aseguraba ayer todavía desconcertado. Al final se impuso la primera opción. Llegaron para ver el destrozo producido en la primera planta de su tienda. Figuras con más de 150 años rotas, armarios de caoba astillados y el espejo, rajado.

Nunca antes le había pasado nada parecido, siendo vecino de una plaza tan concurrida. No obstante, Javier Hevilla recuerda que durante las pruebas de altavoces del lunes por la tarde se habían empezado a mover algunas piezas. «Dejamos muchas en el suelo por precaución, pero no me esperaba esto», afirma y reconoce unas pérdidas que rondarán entre los 8.000 y los 10.000 euros, en una primera valoración y a la espera de que acuda la compañía del seguro.

La explicación que le han dado tiene una base científica y poco de esotérico. Al parecer, el arco del Pasaje Chinitas actuó como caja de resonancia, amplificando los cambios de frecuencia. El hueco de la escalera de caracol que da acceso a la planta superior de la tienda de Hevilla parece que fue determinante para multiplicar el efecto.

María Caro, de Marina Flor, vecina de la tienda de Hevilla relata: «Tenía la tienda cerrada en ese momento y escuché cómo se caían las cosas, aunque pensé que estaban de obras». La sorpresa que se llevó fue mayúscula cuando entró Javier a contarle lo que había pasado: «Al abrir la puerta parece que entró el sonido y se empezaron a rajar los cristales de las estanterías y se partió el soporte de una copa de cristal tipo Martini que tengo en la tienda».

Afortunadamente, los daños fueron sólo materiales. Javier Hevilla muestra un gran trozo puntiagudo de cristal que dejó una marca en el suelo al caer desde el piso de arriba, justo en el sitio donde estaba segundos antes.